Ya eligieron un nombre, Alternativa Nacional. Además sacaron un teaser que podría haber sido parte de la campaña publicitaria de la próxima serie de Netflix; demarcaron los límites, acaso demasiado acotados, de la mesa chica. Exhiben un extenso currículum, contactos fluidos con un amplio espectro político, que va de la centroizquierda a la derecha lindera con la pared, un look prolijo y fama de moderados. Se sienten a sus anchas en el círculo rojo. Dos gobiernan provincias importantes. Otro maneja los hilos del Senado desde hace, al menos, una década. El cuarto puede jactarse de los cinco millones de votos que obtuvo en las últimas elecciones presidenciales. Y tienen un plan para llegar a la Casa Rosada. No van a decirlo en público, al menos por ahora, pero esa estrategia no incluye un balotaje contra Mauricio Macri.
Pero existe un problema. El piso de popularidad de Cristina Fernández de Kirchner clausura ese camino. Para ganar las elecciones de octubre del año que viene necesitan que la crisis arrastre a Cambiemos al fondo de las preferencias y pescar en el electorado huérfano para llegar a una segunda vuelta contra la expresidenta. Por ahora miden lejos de eso, pero el plan está en marcha.
El dilema que encuentra el cuarteto en su marcha hacia 2019 no difiere demasiado del que tuvo que enfrentar el Frente Renovador cuatro años antes. La misma polarización, que les ofrecería un escenario favorable en cualquier mano a mano eventual, es la que los aleja de los guarismos que les permitirían acceder a esa instancia.
La apuesta a un desplome del oficialismo aparece como la solución a ese cuello de botella: así, se ensancharía la avenida del medio, ganándole carriles a la vereda macrista. Es mentira que en chino “crisis” signifique “oportunidad”, pero eso no les importa. Sergio Massa, Miguel Ángel Pichetto, Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti (en estricto orden de presidenciabilidad) creen que la deriva económica y social del país puede darles la chance para tomar el cielo por asalto. De esa certeza tomaron la fuerza que necesitaban para dejar atrás rencillas internas y viejas cuitas, todo ello en pos del lanzamiento de un espacio común. No les resultará sencillo: por ahora parten de muy atrás en todas las encuestas y necesitan ampliar sus alianzas, al mismo tiempo que consolidan el vínculo entre ellos. Dos desafíos con final abierto.
La decisión de salir a pescar entre los votantes de Cambiemos queda transparentada en la elección del nombre, al que a último momento se le cayó un “Peronista”. La palabra “Alternativa”, incluso, apuesta a la idea fuerza de “opción”, la misma sobre la que se construyó la identidad de la coalición oficialista cuatro años atrás. Así, buscan explotar la imagen de moderados que supieron erigir, a pesar de que en muchos temas portan ideas extremas para el panorama político nacional. Basta recordar las expresiones de Pichetto sobre la inmigración o las posiciones de Massa en materia penal.
Tienen por delante la ardua tarea de articular un discurso que resulte atractivo, que esté a mitad de camino entre el oficialismo y la oposición, algo que hasta ahora cada uno de los cuatro intentó por su cuenta, con escaso éxito durante los últimos años. Esconden una carta bajo la manga: el compromiso de sectores del establishment, que ante la posibilidad del regreso de CFK al poder buscarán un plan B si Macri no puede garantizar su propio triunfo el año que viene. Ese es, acaso, su principal capital de cara a 2019.
Buscando acumular en ese sentido, ya iniciaron contactos con el socialismo santafesino, con sectores de la Unión Cívica Radical que quieren bajarse de Cambiemos y con los restos del naufragio de Libres del Sur. Mientras tanto, intentarán sumar a la aventura al mayor número posible de peronistas, tarea que tiene sus bemoles. Con los gobernadores existe una relación ambivalente; muchos se sienten más cerca de ellos que del kirchnerismo, pero prefieren una apuesta a la unidad más amplia. El 17 de octubre, en Tucumán, habrá una buena ocasión para medir ese vínculo: el anfitrión en una fecha tan especial será Juan Manzur, que fue excluido de la primera foto de Alternativa Nacional contra su voluntad. Con los intendentes del conurbano, el asunto es aún más espinoso: los jefes comunales no van a jugar contra Fernández de Kirchner, al menos no hasta que del otro lado no puedan prometer un caudal similar de votos en primera rueda, que es cuando se pone en juego el control en sus distritos. En política todo es contingente, pero el primer sondeo no resulta auspicioso para los aventureros.
El lanzamiento de Alternativa Nacional tampoco tuvo buen recibimiento entre las filas sindicales. A nadie sorprendió el cruce verbal entre Urtubey y los Moyano, pero las palabras del triunviro Héctor Daer sí cayeron como un balde de agua fría. “No me entusiasma. Las unidades que dividen no me entusiasman para nada”, dijo un día después de la foto de los cuatro. Las críticas giran siempre en torno al mismo tema: la reticencia para compartir espacio con la expresidenta. Ese punto no se negocia, dicen, por ahora, cerca del nuevo armado. La única excepción a esa postura granítica es Massa. El tigrense todavía mantiene líneas de diálogo abiertas con el Instituto Patria y varios de sus colaboradores de mayor confianza no ven con malos ojos una reconciliación con CFK. Además, su experiencia le indica que le fue mejor cuando se presentó al frente de un armado mayormente peronista, como en 2013 y 2015, que cuando apostó por ser el faro de una tercera posición, como en 2017.
El tratamiento en el Congreso del Presupuesto para el año que viene, que funciona como caballo de Troya del acuerdo con el FMI, será el debut del flamante equipo. Habrá que estar atentos para ver cómo articulan entre sí los legisladores que responden a cada uno de los cuatro y qué postura tendrán ante el texto enviado por el Gobierno. Aunque en un primer momento habían anunciado que no obstaculizarían su paso por el parlamento, esa posición fue virando en los últimos días. Ahora plantean la necesidad de introducir cambios, aunque saben que cada coma que se modifique del proyecto quedará supeditada al visto bueno de los burócratas del Fondo Monetario.
El equilibrio es precario: no quieren aparecer pegados al kirchnerismo, por si el proyecto se cae, ni tampoco pagar el costo político de habilitar un Presupuesto que traerá ajuste y profundizará la crisis. Aunque sea esta una crisis que necesitan, porque forma parte de su plan para tener chances en las elecciones del año que viene, pero que también puede fortalecer a la expresidenta, a la que ven como el principal obstáculo entre ellos y la Casa Rosada. En todo caso, el plan ya está en marcha.