A menos de nueve meses del primer paso de la elección presidencial, con las primarias obligatorias, el escenario electoral argentino se perfila con una particularidad. Por un lado, sigue más vigente que nunca la grieta, esta vez con sus dos máximos exponentes políticos en el centro del ring. Todas las encuestas conocidas hasta ahora, que ubican a Mauricio Macri y a Cristina Kirchner como precandidatos, les dan entre 55 y 70 puntos a ambos, con una fuerte paridad entre ellos y poco resto para el resto, si vale el juego de palabras.
Sin embargo, ese panorama con resultado abierto provoca que tanto Cambiemos como el kirchnerismo y lo que queda de la oposición mantengan incógnitas centrales en las vísperas de 2019. ¿Cuáles son?
Cambiemos
Salvo una hecatombe económica, que ya no solo ponga en duda la continuidad de Macri sino de todo el oficialismo, se descuenta que el Gobierno apostará a la triple reelección de sus máximas figuras: el propio Presidente, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. También lo hará el gobernador aliado de Jujuy, Gerardo Morales. En cambio, en Mendoza, la otra provincia oficialista que pone en juego el cargo de gobernador (Corrientes eligió el año pasado), no existe la reelección y Alfredo Cornejo no podrá repetir.
En el caso de Macri, la duda principal se relaciona con su compañero de fórmula. Dentro de la Rosada descuentan que será una vez más una compañera, y la elección pareciera reducirse a dos. Podría repetir Gabriela Michetti (la versión más fuerte, a esta altura del año) o podría probar con una de las ministras de mejor imagen y que también funciona como contrapeso de Macri: la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. La tercera mujer que suena, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, estaría adornada por ingredientes demasiado parecidos al Presidente como para amontonarlos.
Respecto de Vidal y Larreta, las mayores incógnitas, más allá de los vices (¿repiten el radical Daniel Salvador y el peronista Diego Santilli?), se relacionan con las fechas. Y a diferencia de lo que ocurrió históricamente, la Buenos Aires más grande se debate por separar el comicio local del nacional, y la más rica, por juntarlo. ¿Las razones? Como en tierra bonaerense no hay balotaje, Vidal teme que el arrastre de Cristina en el distrito la deje en un segundo plano de la pelea y, pese a ser la dirigente con mejor imagen del país, termine derrotada contra su rival más acérrima.
En un mano a mano en fecha separada, Vidal descuenta que ganaría. La gobernadora y su mano derecha, el jefe de Gabinete, Federico Salvai, ya avisaron que no harán nada que se contradiga con la estrategia nacional para que reelija Macri. Pero quieren escuchar los argumentos de por qué convendría ir a todo o nada en esa primera vuelta unificada, en lugar de regalarle un triunfo al Presidente antes de su elección.
Larreta, en cambio, considera que ganaría en ambos escenarios. Más ampliamente si separa las fechas, como hasta ahora, pero sin mayores riesgos si las unifica. Por las dudas, por si Macri decide que quiere toda la tracción posible en esa primera vuelta, el jefe de Gobierno ya tiene la herramienta legal para poder unificar los comicios. Semanas atrás se aprobó el nuevo Código Electoral porteño que así lo prevé.
La otra gran duda oficialista tiene como centro al segundo distrito electoral más grande del país, Córdoba. El gobernador peronista Juan Schiaretti, de excelente relación con Macri, decidió adelantar el comicio provincial para mayo, así le quita tiempo de definición al oficialismo, que suma precandidatos. Al no haber PASO obligatorias, Cambiemos se debate entre elegir al mejor según las encuestas (ahí el tema es quién las provee, ya que todos tienen intereses cruzados) o ir a una interna propia. Los tres principales nombres son los radicales Mario Negri y Ramón Mestre y el ex árbitro Héctor Baldassi, del Pro.
El kirchnerismo
La incógnita principal, claro está, vuelve sobre su figura principal, Cristina Kirchner. La expresidenta está dando señales de que quiere volver a postularse. O por lo menos no está dando ninguna señal clara de lo contrario. Si bien ante algunos de sus interlocutores insiste (con fingida modestia) con que su tiempo “ya pasó”, las reuniones que tuvo con los K arrepentidos Felipe Solá y Alberto Fernández y su apertura hacia figuras externas, como Victoria Donda o Pino Solanas, para un eventual frente anti-Macri parecen gestos en pos de una postulación.
En parte para definir ese paso, pero también para ver cómo encarar una nueva campaña, La Cámpora mandó a medir a la expresidenta provincia por provincia y empezaron a trabajar en discursos para ciertos sectores refractarios de los K, como el campo.
Como es habitual en el kirchnerismo, se descuenta que la definición se dará sobre la hora. Y en caso de ser Cristina, todos se encolumnarían detrás. A priori, los otros precandidatos lanzados, como Solá, Daniel Scioli o Agustín Rossi, darían un paso al costado por obediencia política pero, sobre todo, porque miden nada al lado de la exmandataria.
En cuanto a la Provincia, hay varios dirigentes anotados. Quien mejor mediría, porque capta todo el voto de Cristina, es el mudado Axel Kicillof. Le dan pelea dos intendentes: el de Lomas, Martín Insaurralde, otro de los ex-K arrepentidos, y Verónica Magario, de La Matanza, que mantiene una insólita interna con su antecesor y jefe político, Fernando Espinoza. El ex jefe comunal se quedó con las ganas en 2015 (terminó de vice de Julián Domínguez y perdieron la interna) y deja correr que él también quiere ser.
El peronismo federal
Este espacio fue el que más creció en los últimos meses y sería la principal novedad de la elección. Si bien en 2015 Sergio Massa ya ocupó ese tercer espacio, no tenía detrás de sí a ningún gobernador, ya que entonces todos decidieron ir con Scioli. Ahora ocurre lo contrario: salvo el cuestionado Gildo Insfrán, el neo-K Alberto Rodríguez Saá o la catamarqueña Lucía Corpacci, la gran mayoría de los mandatarios peronistas (y algunos externos, como el misionero Hugo Passalacqua) se plegó al nuevo armado. Pero tienen un problema: les faltan votos.
El mismo Massa, que sacó más de 20 puntos en la primera vuelta de hace tres años, ahora apenas llega a los dos dígitos. El otro lanzado, el salteño Juan Manuel Urtubey, no alcanza ni siquiera eso. Peor le va al senador Miguel Pichetto. El miércoles próximo, en una demostración de fuerza, los alternativos harán un encuentro masivo en Costa Salguero. También piensan unificar bloques en el Congreso. Les seguirá faltando lo más complicado: mostrar que pueden ser una variante real de poder para la gente que quiera escapar a la grieta que encarnan Macri y Cristina.
Y en esa diferenciación surgen internas. Si bien está claro que se trata de un espacio opositor al Gobierno, al que tildan de fracasado, menos transparente es la mirada sobre el kirchnerismo, el actual y el pasado, que carga con graves acusaciones de corrupción.
El otro problema central del espacio es la estratégica provincia de Buenos Aires. Con Vidal lanzada y consolidada y mientras los K consolidan variantes competitivas, los PJ federales no encuentran una figura para competir. Massa insiste en que no desea ese cargo menor, en tanto que Florencio Randazzo parece ser presa del desencanto con la política y todo lo que la rodea. Estas son las principales limitaciones de la propuesta del peronismo alternativo, ya que todo se define en territorio bonaerense.