Podría haber titulado “Un año para olvidar”, pero en algún momento los argentinos deberíamos comenzar con el sano ejercicio de la memoria. Esto posiblemente nos ayude a no cometer los mismos errores nuevamente.
Para esta suerte de balance me voy a remitir al interbarómetro que realiza la fundación CiGob con los temas de mayor impacto en el territorio digital.
Arrancamos enero con la empleada del otrora ministro y hoy secretario de Trabajo, Jorge Triaca, y su escandaloso despido. Hoy, casi un año después, al secretario parece no haberle hecho mella la historia de maltrato y precarización.
En febrero, el caso Chocobar nos mantuvo en continuo debate, lo que retomamos en diciembre a raíz del intento de protocolo de la ministra Patricia Bullrich y de las declaraciones de la diputada Elisa Carrió.
Marzo y el conflicto docente. Claro que eso no es novedoso, vendría a ser como el clásico de todos los marzos argentinos, por eso digo que a la memoria la tenemos desaprovechada.
En abril la cosa empeoró con los tarifazos, un golpe directo al corazón del sector productivo y a la escasa clase media de nuestro país. En mayo nos paramos con la mirada desviada y la cola entre las patas frente al FMI diciendo que los brotes verdes no crecieron y el segundo semestre no llega más, y que por eso necesitamos financiamiento.
En junio, la sociedad debatió un tema sobre el que creo personalmente que hay que seguir hablando, poniendo luz, escuchando diferentes voces e ideas, y que fue la despenalización del aborto.
Junto al invierno llegó la denuncia por los aportantes falsos a la campaña de Cambiemos y se vio por primera vez tambalear la credibilidad de la gobernadora María Eugenia Vidal.
Para agosto esto ya formaba parte de la historia, al lado de los cuadernos de las coimas. ¡Otra que Harry Potter!
Al ritmo de las excavadoras en Santa Cruz llegó septiembre, la primavera y más negociaciones con el FMI y con quien hoy ya es una tía regalona de todos los argentinos, Christine Lagarde. En octubre sucedió lo que decían que nunca iba pasar: nuestros hermanos brasileños eligieron a Jair Bolsonaro como presidente y algunos candidatos argentinos salieron a endurecer su discurso, siempre con ideas innovadoras.
Noviembre y diciembre fueron la frutilla del postre: el G20 nos dio la ilusión de que estábamos para mucho más. Y nos creímos que si podemos compartir mesa con Alemania, los Estados Unidos, Francia, Rusia, China y algunos más será porque somos tan parecidos que simplemente merecemos participar.
Se ve que vamos por el camino correcto.
¿O no?