En las jugueterías argentinas, los estereotipos de género gozan de excelente salud: la mayoría de los juguetes vendidos como para chicas tienen que ver con cuidar a otras personas (40 por ciento) y ser bellas (32 por ciento), mientras que la mayoría de los destinados a chicos tiene que ver con el deporte (30 por ciento) y el ejercicio de la violencia (26 por ciento).
En ese grupo de juguetes más ofertados para niñas, con eje en el cuidado, lo más nutrido es “la oferta de muñecos bebés (con todas sus variantes como accesorio para el baño, ‘aprender a hablar’, mamadera, etc.)”, seguida de “sets de cocina, planchas, fábricas de tortas y helados”. En cambio, a los chicos “parece ser que les toca hacer deportes, salvar al mundo, ser creativos e inteligentes”, con una oferta que tiene como fuerte lo deportivo y el ejercicio de la violencia.
Los datos surgen de “¿Qué regalamos a nuestros niñes? Análisis del consumo de juguetes con perspectiva de género”, un relevamiento realizado por Valentina Burke, Débora Ascensio, Eva Sacco y Julia Strada para el Centro de Economía Política Argentina sobre más de 200 juguetes ofertados por ocho sitios de compras en internet. La investigación estableció, además, que como yapa los comerciantes preservan también la salud del “pink tax” (o “impuesto rosa”), ese plus que distintas industrias masivas aplican a productos publicitados como para mujeres aun cuando sean idénticos a los producidos para públicos masculinos.
La investigación sondeó si era posible “constatar la presencia de mandatos de género en los productos ofrecidos por el mercado para niñas y niños”. La respuesta fue abrumadoramente positiva, en un contexto en el que las encuestas de uso del tiempo demuestran que las mujeres dedican “tres horas diarias más que los varones a la realización de tareas reproductivas y de cuidado no remuneradas”, algo que “condiciona el tipo de inserción laboral más precaria al que (las mujeres) podemos acceder en el mercado de trabajo formal e informal”.
“Cuestionar los estereotipos es también cuestionar la desigualdad económica y otro tipo de problemáticas sociales sumamente relevantes como la violencia hacia las mujeres y su cosificación”, advierten las autoras, que señalan el rol de “madres cuidadoras como principal mandato en los juguetes desde la niñez”.
Mientras que la primera categoría de juguetes promocionados por las webs consultadas como “más vendidos” es la de objetos vinculados a recrear el cuidado de otros (bebés y sus accesorios, pero también sets de cocina, limpieza y similares), la segunda categoría de hits es la de juguetes asociados a belleza y cuidado personal. Esos constituyen el 32 por ciento de la oferta, que se traduce en sets como “una valijita con productos de peluquería y maquilaje”, o las versiones de muñecas Barbie, como “‘A tu estilo diseñadora de peinados’, ‘Princesa’, ‘Vestido largo’, ‘Hadas mágicas’” con su “mandato estético (que) aparece en las mujeres desde la infancia y se les restringe a los varones”, con lo que queda clausurada para ellos “la posibilidad de desarrollar interés en el área”. En tanto, el 12 por ciento de la oferta para chicas son juguetes asociados al deporte y un porcentaje idéntico de juegos de ingenio.
En el caso de los chicos, el 30 por ciento de la oferta de juguetes está relacionada con los deportes, “principalmente relacionada al fútbol”. En segundo término, con el 26 por ciento, la oferta destaca “juguetes asociados a la violencia, fundamentalmente pistolas”, con lo que las investigadoras alertan porque “el vínculo entre el estereotipo de masculinidad y el ejercicio de la violencia aparece con total claridad”. En tercer término, el 19 por ciento de los juguetes ofrecidos para chicos son autos y accesorios y el 9 por ciento, juegos de ingenio.
El estudio también hace hincapié en cómo el mercado de juguetes infantiles reproduce el sobreprecio a los productos destinados a mujeres, aun cuando en este caso se trate de niñas. “Los precios de los juguetes ‘para nena’ y ‘para nene’ son distintos. Se puede constatar tanto que en promedio los juguetes más comprados orientados a nenas son más caros que los orientados a varones, a partir de la presencia de pink tax o impuesto rosa en productos de similares o idénticas características que son más caros en su versión ‘femenina’”, señalan las investigadoras. En algunos casos, la brecha de precio oscila entre el 3 y el 300 por ciento, por ejemplo, en siete casos de “juguetes prácticamente idénticos”. En algunos juguetes, la diferencia ni siquiera se justifica con lo estrictamente material, como en el caso en que “se constata pink tax del 33 por ciento en bloques para niñas, aunque la versión masculina del mismo manifiesta traer más bloques en su descripción”.