A pesar de no tener objetivos de crecimiento, FMI y gobierno han acordado un plan de pagos de escasos tres años para que Argentina reembolse el mayor crédito otorgado por la institución en su historia y por supuesto también el mayor en la historia de nuestro país. Entre 2021 y 2023 Argentina deberá pagar al FMI u$s 50.000 millones de dólares (casi 38.000 millones de Derechos Especiales de Giro, la unidad utilizada por el FMI). En 2023 se concentra el pago más fuerte: u$s 23.300 millones, el 47% del total del préstamo en un solo año. Si se agregan los pagos por el resto de la deuda emitida por este gobierno, entre 2020 y 2023, los mismos superan los u$s 150.000 millones.Un no plan de desarrollo y un plan de pagos tan corto exigen buscar fuentes rápidas de generación de divisas. Para este gobierno, una forma sería seguir emitiendo deuda en moneda extranjera, pero el riesgo país bordeando los 1.000 puntos no se los permitiría; otra alternativa sería generar saldos exportables positivos, sin importar la generación de puestos de trabajo o el valor agregado local de cada rama exportadora. Un camino para viabilizar la estrategia de obtención de dólares en tan corto plazo, sería entonces para este gobierno una balanza comercial positiva con exportación de commodities, de rápida colocación, sin mucho valor y complejidad agregada, con importaciones cayendo tanto en bienes finales como también en bienes de capital. El aumento del desempleo y la caída de los salarios reales permiten lo primero, y el cierre de fábricas permite lo segundo. El intercambio comercial de marzo de 2019 da cuenta de esta estrategia: producto de la recesión, las importaciones cayeron 34% respecto al mismo mes del año anterior, mientras que las exportaciones, cayendo un 5%, permitieron al gobierno exhibir una saldo positivo de u$s 1.200 millones. El camino elegido por la alianza Cambiemos para la consecución de divisas es la recesión y la primarización de nuestra economía, abandonando nuestra industria y nuestra ciencia y tecnológica a la corrosión, al inevitable óxido por el abandono y paso del tiempo.
Resignar nuestra instancia industrialista nos enfrenta a un intercambio comercial de importaciones con alto valor agregado y exportaciones de baja complejidad, con una generación de puestos de trabajo que resulta insuficiente para incorporar la demografía que generamos las y los argentinos al sistema laboral. Más sombrío será el panorama con el abandono de nuestro desarrollo científico, que tan dañado dejará esta gestión. La producción de conocimiento, del diseño, de la innovación, y el diálogo de éstos con la industria y el sector agropecuario es la nueva forma de producción que necesitamos encarar, porque la producción y el trabajo siguen siendo centrales para la sociedad. Solo un Estado con capacidad de crear ese dialogo entre sectores podrá reponer a nuestro país de estos días oscuros hacia otros de generación de puestos de trabajo de calidad que garanticen el bienestar social. Para ello serán necesarios recursos que no deben provenir de endeudamientos en moneda extranjera, y que lamentablemente no nos dará inicialmente nuestro balance externo. Un diálogo firme debe extender los plazos de reembolsos de stand by con un periodo de gracia que nos permita volver a la autodeterminación y al sendero del progreso y desarrollo.
(*) Ex ministra de Economía de la provincia de Buenos Aires