El movimiento político que efectuó Cristina Fernández de Kirchner ayer sábado, de alguna manera generó un nuevo escenario más allá de aquéllos que por negligentes o faltos de respuesta responden a coro que nada cambia.
Como contamos ayer en el decálogo de cuestiones en las que hay que pensar en este momento, y qué caminos se abren o cierran a partir del mismo, lo único claro es que los protagonistas siguen siendo los mismos, los espacios también y lo único que cambió con Alberto Fernández es la táctica, la que cada uno genera para llegar al 22 de Junio y luego a las PASO, en las mejores condiciones posibles.
No hay nada peor para terceros (propios o extraños) que apurarse a tomar partido en estas situaciones. Desde la mañana de ayer, y de acuerdo a los muy buenos números que las encuestas le dan a Cristina en muchos de sus distritos, varios gobernadores que alternaban su simpatía entre ella y una Alternativa Federal de desarrollo tardío (quizás por ello), manejaron su redes rápidamente en apoyo del ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner.
La jugada de CFK no seduce -al menos en mi caso- por la valentía del renunciamiento, ni por su desapego al poder y a los cargos, mucho menos por ningún cliché que hoy abundan- en algunas expresiones de la oposición como “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Hay que ser irresponsable para trasladar la semejanza y el paralelo de situaciones 46 años después, con los diferentes nombres y tallas de cada situación, y los cambios sucedidos en el país y en el mundo.
Solo alguien que sufre el peronismo de manera muy particular y con escasa capacidad de análisis político, tal como algunos escritores devenidos en comentaristas top desde los medios, pueden pensar esta movida desde ese anti lugar y no desde la real politik. El affaire Fernández marca las fortalezas y debilidades del espacio que hoy conduce Cristina Fernández.
Los objetivos en política hay que cumplirlos siempre. Se fracasa cuando los mismos no se cumplen o cuando esos objetivos son equivocados, y ya no importa si se logran o no.
Sin entrar en esa etapa, ya que algo prematuro, lo que si se puede asegurar es que la jugada de Cristina es táctica y no estratégica. No asegura el resultado ni enseña ningún mapa u hoja de ruta para la solución de los problemas argentinos. Es algo previo.
Cristina con Alberto, no mata ni muere.
Solo potencia su desarrollo político electoral si se lo quiere ver con optimismo o al menos lo deja con vida si se lo mira desde el escepticismo. El plan u objetivo que tiene el espacio que lidera es desalojar del poder a Mauricio Macri.
El escenario estaba armado y trabado por las dos fuerzas polarizantes que mantenían de rehén al resto de los votantes que no adherían a la grieta. La ex presidenta movió una pieza y obligó a los oponentes -por lo menos- a pensar detenidamente la próxima jugada para acortar la distancia.
En esta partida de ajedrez ya nada es igual. Lo que no quiere decir que algo esté definido. Es sólo una nueva movida -inteligente- entre los mismos jugadores. Mientras los sectores más fanáticos K gritan alborozados “jaque mate” , la realidad es que las blancas salieron de una posición defensiva y plantean algo que parece un ataque que, de equivocarse el adversario, quizás podría generar un jaque.
Macri, Schiaretti, los radicales y su bendita Confusión/Convención, los gobernadores que no se pronunciaron (y algunos que sí), Lavagna, Massa y las fuerzas aliadas, persiguen todos ellos el mismo objetivo en este turno. Ganar en agosto, pero sobre todo en octubre o noviembre. Gobernar que le dicen.
El problema -y para todos- es como sumar masa crítica y con quién.
El reloj todavía da mucho tiempo, mueven las negras.