Vale pararse en abril de 2018 para entender lo duro que ha sido el calendario electoral de este año para Cambiemos, más allá de los esfuerzos del jefe de Gabinete, Marcos Peña y sus laderos, de interpretar los resultados provinciales en clave optimista. Hace poco más de un año, el Gobierno tenía una apuesta de poder en las urnas, ambiciosa pero creíble. Aspiraba a duplicar los distritos que gobernaba. Lo sabido: tiene dos PRO puros en ambas Buenos Aires; más tres radicales, en Mendoza, Jujuy y Corrientes. El sueño era llegar a regir sobre 10 provincias en los próximos comicios. Un deseo que hoy sonaría a delirio.
¿Qué elecciones creía entonces la Casa Rosada que podía ganar? Había cuatro objetivos claros: Santa Fe, Neuquén, Entre Ríos y Santa Cruz. La cuenta era simple: Cambiemos había ganado allí por entre 7 y 15 puntos en las legislativas de 2017, lo que hacía posible el zarpazo. El oficialismo nacional también había vencido en Córdoba y Salta y quedaba muy cerca en Chubut, La Pampa y Tierra del Fuego. Uno de los eslóganes con los que se ilusionaba el Gobierno era “ganar en la provincia para ayudar a la reelección de Macri”. El presidente, si bien había bajado unos puntos su imagen por la polémica y violenta reforma previsional, aprobada pocos meses antes, aún gozaba de buena popularidad.
La historia económica y política fue cruel desde ese momento. Empezaba la corrida cambiaria -el dólar más que duplicó su valor en ese año y pico- y el objetivo político bajó varios cambios. Debió reducirse casi al “modo supervivencia”. La apuesta es al menos retener lo que se tiene. Las cinco provincias que, sobre todo por el volumen de las Buenos Aires, más Mendoza, incluyen a más de la mitad de la población.
La única que no está en riesgo es Corrientes, porque (como Santiago del Estero, por sendas intervenciones) tiene su calendario desenganchado del resto y elige gobernador en 2021.
Con ese plan, el arranque del año electoral sólo trajo malas noticias para el Gobierno. Hubo una decena de comicios, de lo más variados, y la Rosada no festejó en ninguno. Ni en la consulta popular en La Rioja, que abrió el calendario en enero, para aprobar la re-reelección del peronista Sergio Casas (luego frenada en la Corte Suprema de la Nación), ni la interna en La Pampa (donde su delfín, Carlos MacAllister perdió por paliza con el radical Kroneberger). En esta última provincia, que votó el 19 de mayo, no sólo quedó lejos para la gobernación, sino que perdió la Capital, que manejaba de la mano del radicalismo.
Algo peor le pasó en Córdoba, el fin de semana previo. Fue dividido, quedó lejísimos del peronista Juan Schiaretti y cayó en la capital provincial, la segunda ciudad más grande del país, que también conducía un radical.
En un par de provincias, como Río Negro y Neuquén, se conformó con que perdieran los candidatos kirchneristas, pese a que Cambiemos tenía postulantes propios que quedaron relegados al tercer lugar.
En las PASO de Santa Fe, una de las que estaba en la mira en aquel lejano abril de 2018, otro radical, José Corral, quedó lejísimos del socialista Antonio Bonfatti y del peronista Omar Perotti, que se encaminan a pelear palmo a palmo la general en el frenético domingo 16 de junio.
Los casos de Córdoba, Entre Ríos y La Pampa son, quizá, de los que mejor muestran el momento complicado de Cambiemos. En 2019 se empeoró no sólo respecto a la legislativa de 2017 (el mejor momento de Cambiemos) sino también respecto a las peleas por las gobernaciones en 2015.
En Córdoba, semanas atrás, entre Mario Negri y Ramón Mestre no llegaron a los 29 puntos. Hace cuatro años, Oscar Aguad había orillado los 34. Y en 2017, Héctor Baldassi había arrasado con 48,5%.
En Entre Ríos, Alfredo de Angeli casi da la sorpresa en 2015, cuando sacó más de 39 puntos para la gobernación. En 2017 hubo paliza para la legislativa: Cambiemos arañó el 53%. Ahora, el radical Atilio Benedetti bajó a 33,65%.
En La Pampa, el recorrido también fue de sube y baja: 36,4% para la gobernación de 2015, 45,3% para la legislativa 2017 y 31,8% en la última para el ejecutivo provincial.
Y otra gran diferencia, que no se registra en números, está en los eslóganes. En ninguna provincia, hasta ahora, los candidatos hicieron campaña haciendo eje en la reelección de Macri. Salvo casos puntuales, casi que lo escondieron.