El 18 de mayo último, Cristina Fernández de Kirchner tomó una decisión que alteró el tablero político. Se quitó a sí misma de la postulación presidencial y elevó al primer puesto de la fórmula a Alberto Fernández, que había sido hasta unos meses antes un crítico de su gobierno.
Consecuentemente, este movimiento produjo una respuesta, que fue la del jefe de Estado, que nominó para secundarlo al hasta ayer integrante de Alternativa Federal Miguel Ángel Pichetto. Con esta movida, Macri buscará que el senador ya no más opositor salga con el mediomundo a pescar disconformes y heridos del cierre de listas del peronismo, manejando la tan mentada ambulancia de los excluidos.
La llegada de Massa
Del otro lado, la incorporación al Frente con Todos del Frente Renovador que lidera Sergio Massa sólo fue posible luego de aquella decisión de la expresidenta, a la que no se hubiera unido si ella era cabeza de lista. Así se dedicó quitar del medio las asperezas que dificultaban el proceso de unidad de las vertientes peronistas dispersas, que conforman el universo conocido como “pan-peronismo”. Éstas sostienen la doctrina peronista y practican su liturgia, pero la adversidad los volvió anarquistas, que no aceptan conducción. No sólo el Frente Renovador formaba parte de esta hueste, por lo que los acercamientos son consecuencia de la decisión de CFK de correrse del centro de la escena.
Todos los gobernadores peronistas, excepto Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey, manifestaron en público su adhesión a la línea opositora que significa el Frente con Todos.
La decisión de la exmandataria significó, adicionalmente, la admisión de algunos de sus desaciertos, a la vez que se convirtió en la reafirmación del rumbo que tomará el próximo gobierno, que si bien será diferente a los ocho años que le tocaron protagonizar, mantendrá los mismos lineamientos en lo económico y en las políticas sociales.
Luego de largas discusiones, que no excluyeron las rispideces habituales cuando se discuten espacios de poder, la alianza con el Frente Renovador que lidera Sergio Massa quedó sellada en la misma tarde en que se cerraba el plazo para inscribir las alianzas.
Quedó para estos diez días que quedan hasta el cierre de las listas de candidatos que competirán en las PASO –el 22 de junio- las decisiones finales, el revoque fino. Allí se sabrá si los dirigentes massistas irán intercalados directamente en las sábanas de los candidatos o si habrá una lista encabezada por Sergio Massa, que competirá mano a mano con la encabezada por los Fernández. El otro punto que convoca a la rispidez es el de los intendentes massistas –unos diez- que quieren reelegir, en especial el caso de Julio Zamora, que se ganó el odio de Massa, que quiere en su lugar a su esposa, Malena Galmarini.
Como nadie se suicida, lo que se negocia por estos días es que las primarias se definan –eventualmente- sin piso. Es decir, intercalar cada dos nombres de la lista ganadora a uno de la lista perdedora.
La unidad
Por otra parte, el concepto de la unidad tantas veces pregonado en el último año por los principales dirigentes peronistas, en especial en boca de los gobernadores, finalmente tuvo expresión política en el apoyo a la fórmula que encabeza Alberto Fernández. Todos los gobernadores peronistas, excepto Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey, manifestaron en público su adhesión a la línea opositora que significa el Frente con Todos.
De todos modos, por estos días se negocian de manera febril los acuerdos para que no existan sorpresas ni el 11 de agosto ni el 27 de octubre. La adhesión debe traducirse en hechos concretos y los mandatarios esperan algunos gestos de la dupla Fernández para llegar sin querellas a la contienda electoral.
El sindicalismo duro
Al cierre de esta edición, se encontraban almorzando en la sede de la Asociación Bancaria Alberto y Cristina Fernández con los integrantes de la fórmula bonaerense, Axel Kicillof y Verónica Magario, acompañados por los principales dirigentes del Frente Sindical para el Modelo Nacional, Hugo y Pablo Moyano, el docente Miguel Díaz, el canillita Omar Plaini, el anfitrión Sergio Palazzo, la judicial Vanesa Siley y los dirigentes de las dos CTA Hugo Yasky, Pablo Miceli y Roberto Baradel.
Allí se tomaron importantes decisiones, pero la más importante es que el núcleo sindical más duro de la CGT militará la fórmula peronista y si hasta se hizo presente el secretario general de la Unión de Docentes Bonaerenses Miguel Díaz, el más duro de todos, que antes militó en el antikirchnerismo, todo es posible.