El viejismo es un prejuicio social

El viejismo es un prejuicio social


El viejismo, también llamado edadismo, es básicamente un estereotipo, una clasificación que la sociedad establece para las personas mayores de edad. Más que una clasificación es lisa y llanamente una discriminación y, sobre todo, un prejuicio social que condena a la exclusión de una franja etaria.

Tal vez la inadvertencia sociológica a través del tiempo hizo que se cristalizaran ciertos conceptos como, por ejemplo, que los viejos están solos y deprimidos, todos los viejos son iguales, todos los viejos están enfermos y son dependientes, los viejos están incapacitados cognitiva y psicológicamente, en una generalización casi ofensiva.

Durante el siglo XX se tipificaron frases para construir una mirada sobre el significado del “ser viejo” o “los gajes de la edad”. Ciertas afirmaciones, escudadas en interrogantes, limitan prejuiciosamente las capacidades de un mayor: “¿a tu edad vas a hacer esto o aquello?”. Llegan incluso a sentenciar tajantemente: “ya no estás para esto”. Es que en la sociedad se había instalado la idea de que superar los 65 años era sinónimo de deterioro físico y mental, de decrepitud y senilidad, de mala memoria, carácter rígido e inflexible, de inactividad e irritabilidad. Todo eso junto dentro de una misma bolsa.

Hay infinidad de ejemplos de discriminación por edad, algunos tan ocultos o sutiles que pasan desapercibidos pero no dejan dudas acerca de la estigmatización y la desvalorización de los mayores: “Con suerte llegarás a ser mayor”, presagian algunos; “y tú ¿por qué no te jubilas?”, le insisten otros a alguien con 64 años. Mucho peor es el caso de quien le dice a uno de 70 “¡qué joven estás!”, como si se esperara que envejecer condujera irremediablemente a estar mal, enfermo y dependiente

Muchas recomendaciones médicas sobre “dejar de hacer algunas cosas” por razones de la edad son parte del estereotipo antiguo que trae consecuencias negativas para el mayor, convenciéndolo de que ya ha entrado en una etapa de inutilidad. También es cierto que hay personas que ni se acercan a los 65 años y ya repiten todo el tiempo: “yo ya no estoy para estas cosas”, auto limitándose en la actividad antes de tiempo porque el prejuicio quedó marcado a fuego.

Sin embargo, y como ocurre en todo cuerpo orgánico, en las últimas décadas surgieron anticuerpos que pujan dentro de la sociedad en favor de la integración de los mayores antes que de su exclusión. El envejecimiento activo se plantó frente a las generaciones más jóvenes para decir, simplemente: “todavía estamos vivos, somos útiles y tenemos una inmensa experiencia que puede contribuir a la evolución humana”.

Son aquellos volcados al ejercicio y la actividad física y deportiva, los que no quieren dejar de trabajar, los que con su lucidez pueden producir ideas, proyectos, creaciones de todo tipo; se inscriben también los que cultivan las relaciones sociales, tienen muchos amigos que frecuentan y originan actividades conjuntas para satisfacer intereses comunes. Pero por sobre todo, se quejan poco y ríen, ríen varias veces al día.

Es importante desarticular el estereotipo de que a partir de cierta edad no se pueden realizar cosas. La población mayor es más heterogénea de lo que se cree y hay personas que llevan una vida sumamente activa hasta los 80 y más de los noventa años. La desvalorización de las personas grandes, sea por parte de la sociedad, de la familia, o de sí mismas, produce una restricción de la voluntad. Pero es necesario aclarar que en esos casos, las actitudes paternalistas no son precisamente conducentes pues obstaculizan la capacidad decisoria de la persona quitándole la iniciativa.

Muchas sociedades occidentales padecen de edadismo o viejismo, y el embate contra los viejos llega a ser incluso más fuerte que el sexismo y el racismo, aunque más sutil y difícil de detectar.

No obstante esa discriminación es menor que hace 15 o 20 años, entre otras razones porque cada vez hay más mayores que envejecen de forma activa e intentan contagiar su buena percepción del paso del tiempo. Los mayores que ahora tienen 70-75 años no están tan influenciados por la imagen, son impermeables al culto a la juventud, la productividad o la belleza, y están convencidos que a lo largo de su vida aportaron su experiencia y creatividad para que el mundo evolucione..

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