El resultado de las PASO del último domingo reflejó el padecimiento económico angustiante de buena parte de la población argentina. Al menos -y por fuera de todos los pronósticos- casi la mitad del país se alineó con el principal frente opositor y dos terceras partes, en contra del gobierno.
La explicación de lo que pasó está dada en las primeras dos líneas de esta columna. La realidad aplastó por primera vez a la invicta maquinaria de alterarla, liderada por Marcos Peña y Jaime Durán Barba. El cansancio social en la espera de los sucesivos trimestres y semestres de brotes verdes terminó por demoler la esperanza de los muchos sectores afectados.
La elección en la Nación y en Provincia (sobre todo), para este cronista, está absolutamente terminada. Sólo un milagro podría dar vuelta los casi tres millones de votos que debe remontar el Presidente en dos rondas y los casi 20 puntos de Axel Kiciloff por sobre María Eugenia Vidal, quien quedó con una sola bala.
A propósito de Vidal, el Presidente -un killer importante de su propia tropa- no tuvo el menor reparo en confiar más en los que cometían todos los errores que en la figura más importante, en términos de proyección política, que generó su espacio desde que llegó al poder.
Y si bien el de Vidal fue uno de los últimos sacrificios que generó Peña y validó Macri, el abrazo hasta las lágrimas en el cierre de campaña, por más sincero que haya sido en lo personal, fue una hermosa despedida entre ellos. Difícilmente el futuro de María Eugenia tenga que ver con Macri y su “modo killer”, cualquiera sea el resultado de ambos, que pareciera ser idéntico o muy parecido.
Su juventud le permitirá aprender a no cometer errores garrafales como no desdoblar el comicio provincial, algo que hubiera invertido quizás los problemas de Juntos para el Cambio. Pero él, en una actitud mezquina, prefirió que se fuera todo “el equipo excepcional” con él y ella debió aceptarlo .Y hay errores que se pagan caro.
El futuro político de Vidal depende de un resultado menos estrepitoso en Octubre y está colocado en un escenario posmacrista que trascenderá la relación personal con el actual Presidente. Son muchos los que van a ir al rescate de la actual mandataria bonaerense.
No es normal por estos días encontrar a gente común o analistas que justifiquen o hagan público su arrepentimiento de no haber votado a Macri, o que vayan a cambiar su voto en el próximo turno. Si bien es cierto que seguramente sufragarán más personas, quizás un 5 por ciento más, nada asegura que algo cambie de manera significativa. Quizás ello y el voto en blanco aumente la ventaja.
El “parche” de medidas que elaboró el gobierno y anunció este miércoles es absolutamente imprescindible para paliar las necesidades que se acentuaron en buena parte de la población, ya sea esta trabajadora, desempleada o simplemente marginal. A esta mayoría, que fuera silenciosa hasta el domingo, no se la imagina viendo comprensión y credibilidad al recibir los 2000 pesos, ya que solo en los últimos dos días, se les arruinó el presupuesto familiar en tres veces esa cifra. Aspirina para el cáncer.
El problema político es la grieta y, por lo que se ve, hay mayor serenidad y amplitud del lado de la oposición que del Gobierno. Los mercados castigan al Gobierno por lo que hizo y no por lo que va a pasar “si Evita viviera o volviera”. Quieren que alguien acierte, cualquiera, no a uno peleando contra el otro. Es mentira el miedo. Les da lo mismo. Ayer hasta pidieron adelantar las elecciones para no sufrir más esta incierta situación.
Más allá del arrepentimiento, de los “bloopers” del domingo a la noche y del lunes a la tarde, Macri, Dujovne y Peña (entre otros) tienen el boleto picado. Sin credibilidad, sin ningún plan y sin renovar el gabinete buscando aire para los casi 70 días que se avecinan, el panorama asoma de terror si no se avanza en un acuerdo de transición económica y social hasta la primera vuelta de las elecciones. La transición no es porque exista un nuevo Presidente, sino porque hay una vieja crisis. Sin un apoyo masivo de la dirigencia “transgrieta”, los mercados seguirán castigando al Gobierno -lo que no es tan grave- si no afectara más que en estos tres años y medio a la mayoría de la gente, que sufrirá más tiempo, haciéndosela más difícil también al gobierno que resulte electo.
Horacio Rodríguez Larreta merece un párrafo aparte. Le aceptó a Macri compartir la fecha, pero armó de manera totalmente distinta su propuesta electoral. Más bien desarmó todo lo que le podía hacer daño para acompañar el show de obras. El tsunami igual pasó por CABA y le dio a Matías Lammens la posibilidad de subir diez puntos la vara que tenían los K porteños.
Una catástrofe nacional en lo social podría alterar cualquier cosa en Argentina, incluso esta diferencia de 14 puntos en favor del jefe de Gobierno. Mientras uno le apuesta al 50 +1, el otro apuesta todo al ballotage en “modo Lousteau”. Pero en condiciones normales, Larreta quedará como la única mancha amarilla del mapa, una vez que Schiaretti retorne definitivamente al peronismo, tras la picardía que hizo aprovechando la muerte de José Manuel De la Sota.