“Hay gente dentro de Cambiemos interesada en debilitar y hacer tambalear al Presidente”. La afirmación de Elisa Carrió, empoderada por Mauricio Macri para decir lo que él no puede, tuvo como destinatarios a algunos dirigentes embanderados en el ala política y, en especial, a la cúpula del radicalismo, en especial a su titular, Alfredo Cornejo y al gobernador de Jujuy, Gerardo Morales.
Por estas horas, el Presidente recibía en Olivos a los gobernadores radicales, para evitar la ruptura final. La dispersión interna, acelerada por los contundentes resultados electorales de las PASO, desató una interna que ya tenía picos de alta tensión desde hacía varios meses.
La diputada nacional y líder de la Coalición Cívica cuenta con el aval del Presidente para hacer de las suyas, como ocurrió en la reunión de Gabinete ampliada de la semana pasada, realizada en el CCK, que finalmente sirvió más como una catarsis partidaria que como un gesto institucional para tratar de contener la corrida cambiaria.
La ausencia en el evento de Nicolás Dujovne ya daba pistas sobre lo que estaba por venir: su salida y posterior reemplazo por Hernán Lacunza, el ahora ex ministro de María Eugenia Vidal, una apuesta del Presidente para que no se le incendie la casa, que es el escenario de la tormenta perfecta, que podría dañar definitivamente la sobrevida del macrismo, particularmente la reelección de Horacio Rodríguez Larreta y el futuro político de la Gobernadora, que resistiría los próximos cuatro años como jefa política de la bancada bonaerense.
Los cálculos políticos de uno y otro lado le quitan margen de maniobra a un Presidente que entendió que lo mejor que podía hacer era ceder ante los pedidos de sus socios políticos, tras su desatinada intervención oratoria el día después del triunfo del Frente de Todos.
La Mesa, que se reunirá todos los lunes desde aquí a octubre al menos, contará con el agregado de Miguel Ángel Pichetto, Rogelio Frigerio, Patricia Bullrich y los radicales Mario Negri y Luis Naidenoff, los jefes parlamentarios que apuestan a garantizar presencia radical.
Es por eso que Macri lanzó por estos días la enésima Mesa de Acción Política para la “campaña política”, donde la sorpresa en la foto estuvo en la presencia de Mario Quintana. El ex Vicejefe de Gabinete venía operando en las sombras, con influencia sobre Carolina Stanley y María Eugenia Vidal. Es amigo personal de Horacio Rodríguez Larreta, el que lo promovió en el 2015 para que conformara junto a Gustavo Lopetegui eso que él hacía solito para Macri en la Ciudad de Buenos Aires.
La Mesa, que se reunirá todos los lunes desde aquí a octubre al menos, contará con el agregado de Miguel Ángel Pichetto, Rogelio Frigerio, Patricia Bullrich y los radicales Mario Negri y Luis Naidenoff, los jefes parlamentarios que apuestan a garantizar presencia radical en el Gobierno de aquí a lo que reste, al mismo tiempo en que los gobernadores Gerardo Morales y Alfredo Cornejo, siembran dudas sobre la continuidad de la sociedad entre la UCR, el PRO y la Coalición Cívica.
Pese a todas las presiones posibles, el Presidente no está dispuesto a sacrificar a Marcos Peña. Y si quedaban dudas: fue el único que lo acompañó en el acto de jura del nuevo ministro económico, Hernán Lacunza. De todos modos, su influencia fue recortada drásticamente, al menos en lo que tiene que ver con la campaña electoral, que desde hoy asumirá cada jefe territorial por las suyas.
Según fuentes gubernamentales, el Jefe de Gabinete tiene cada vez menos voz en las reuniones ministeriales y políticas. Macri cumple a medias los consejos del ala política y aunque estrena en los últimos días un discurso más moderado y de apertura política para encarar una transición ordenada, la tiene a Elisa Carrió para decir cosas tales como “¡De Olivos nos van a sacar muertos!” o simular que el oficialismo tiene chances electorales para evitar el prematuro vacío de poder que igualmente castiga sus investidura.
Lacunza, al estrenar su cargo, dijo que “gane quien gane, queremos dejar una plataforma sólida” y convocó a los referentes económicos de Alberto Fernández y Roberto Lavagna. Antes, el Presidente había levantado el teléfono otra vez para comunicarse con el virtual nuevo mandatario. “Fue una buena charla, en la que quedaron en hablar todas las veces que sea necesario. Mauricio le dijo que Lacunza los iba a convocar”, sostuvo a Noticias Urbanas un alto funcionario de la Casa Rosada.
Horas más tarde, Alberto Fernández hablaba con la misma tónica. Igualmente, ninguno de los dos piensa en una foto compartida, al menos no hasta pasada la contienda electoral. “Tu trabajo tiene que estar puesto en morigerar cualquier costo que pueda tener el proceso electoral sobre la vida diaria de todos nosotros en los próximos meses. Es muy importante que abras todos los puentes y canales de diálogo posibles, con personas y sectores, para que todos juntos trabajemos para reducir las incertidumbres que siempre hacen daño”, decía Macri durante el acto de jura.
Como si no fuera poco contener los vaivenes del dólar, las últimas medidas de la Casa Rosada pusieron en alerta a los gobernadores, en su mayoría peronistas. Es que el congelamiento en los combustibles afecta las inversiones en el sector petrolero de algunas provincias y la quita del IVA en un puñadito de productos de la canasta básica les disminuye la recaudación todos por lo que reciben por fondos coparticipables.
“Gracias a Lacunza por aceptar esta responsabilidad compleja, en un momento tan difícil para la Argentina. Que aceptes habla de tu profunda vocación de servicio y de valentía para la tarea. Quiero pedirte, ante todo, que en cada decisión que vayas a tomar en los próximos meses siempre tengas el foco puesto en cuidar a los argentinos. No te lo pido como candidato ni por una especulación política, te lo pido como Presidente”, aclaró, como si no bastara que lo dijera desde el coqueto Salón Blanco.
Para todo lo demás, está ese torbellino llamado Lilita Carrió. El “lame duck” (o “pato rengo”) al límite.