¿Qué dirán las señoras “bien” de Barrio Norte y Recoleta, los industriales de Córdoba, los sojeros de la Pampa Húmeda, los conservadores políticos mendocinos y aquellos que votaron en 2015 a Macri como el político continuador implacable del camino que inició Jorge Lanata -con su ruta del dinero K- cuando vean a Cristina Fernández de Kirchner entrando a ocupar su despacho de vicepresidenta en la Casa Rosada?.
Entiendo que la furia que se desatará sobre el saliente mandatario será un tsunami de gente que se sintió estafada en lo moral y en lo ético, más allá de la conocida decadencia que también los golpeó a ellos con la misma fuerza que al resto del país. La diferencia quizás es que estos sectores podían soportar una “pérdida de privilegios” como sugirió la esposa de Sebastián Piñera cruzando la cordillera, mientras un 40 por ciento se hundía en la pobreza.
No dejó prácticamente a nadie sin hacerle daño. Los más humildes, la clase media sobre todo que entró en un tobogán del que todavía no salió, y los poderosos (procesados, arrepentidos) que pasearon por Tribunales de una manera muy desprolija, con la lógica complicidad de algunos en Comodoro Py pero con un guiño demasiado visible de los operadores judiciales del Gobierno.
El oficialismo saliente se prepara para un escenario con variables múltiples en el futuro cercano. Vamos a tomar como punto de partida el festejo inentendible del Presidente al anunciar su derrota frente a la oposición, el primero que se presenta y no reelige.
Luego siguió su aseveración que por supuesto él era el hombre adecuado para liderar la oposición al electo Alberto Fernández, sin analizar de manera más pulcra y los tiempos que se avecinan, el contexto que rodea a la figura del Presidente en todos los ámbitos, para que la afirmación de los deseos del Presidente Macri suene al menos temeraria.
El aplastante triunfo de Horacio Rodríguez Larreta en CABA y su imposibilidad de ser reelegido en este distrito, marca en la espiral ascendente de su carrera, la meta de competir en 2023 por la Presidencia de la Nación, aspiración que nunca desmintió ni escondió. Con el lógico paso previo de este mandato porteño, Larreta (y Diego Santilli, una dupla que ya es marca) posee una cantidad de ventajas comparativas que no se verán hoy de forma nítida mientras Macri no culmine sus días en la Casa Rosada. Pero la subjetividad de Marcos Peña (el ideólogo de la falsa alegría del fracaso de Macri) y su manejo de la información tiene fecha de vencimiento. Y eso Horacio lo sabe, nunca fue impulsivo sino más bien un reflexivo del estado del tablero.
Como en el ajedrez, el tiempo claramente le juega a favor a Horacio, y los aliados (radicales, peronistas, socialistas y tipos como Emilio Monzó y Rogelio Frigerio), van a optar sin dudas a un espacio que se proyecta con solidez a futuro que a un ex Presidente que festejó derrotas y deambulará por los tribunales federales más temprano que tarde.
Larreta hoy es el principal competidor de Macri, si el Presidente se mantiene tercamente en su misión de copiar el camino de aquélla persona a quién no pudo liquidar. Y lo que es peor: lo liquidó a él. Por ello Larreta no adelanta peleas ni conflictos que el tiempo resolverá por sí mismo. Sólo administra la transición.
Siguiendo con el Pro y no entraremos hoy de lleno al viejo y seguramente jubilado Cambiemos que se avecina, aparece María Eugenia Vidal como digna perdedora, por el lastre macrista pero además con una serie de errores y malas decisiones políticas, pero con un acierto muy importante sobre la hora: el acto fundacional de Platense. El mismo le permitió, a partir del cambio de la praxis política, la estética, y el relacionamiento con la gente y con los intendentes, plantar la bandera de un proyecto propio a nivel provincial, que después se verá con más tiempo adonde llega y en que se transforma. Pero lo único importante en su carrera política es que Vidal “renunció” tres días antes a compartir políticamente el discurso, las decisiones y todo lo que tiene que ver con el manejo electoral de Macri y Peña de Juntos por el Cambio. Una bandera con los colores radicales (que mañana podrá ser cualquier otra, que decía Ahora María Eugenia) marcaba el final de su paso por la política argentina como “la mejor alumna de Macri”. Cerró esa etapa para siempre y abrió la suya propia. Veremos cómo sigue esta historia.
Larreta, Vidal, Santilli, Lousteau, los gobernadores e intendentes radicales, Monzó, Frigerio -entre otros- parecen constituir un plano demasiado inclinado para Marcos, Macri y sus decepcionados fans. Esos que no pueden creer como por su culpa -y encima festeja- CFK vuelve al poder de la mano de Alberto.
Game Over.