La política, a su modo, terminó dándole forma definitiva al resultado electoral. O al menos, matizó el festejo de los ansiosos ganadores y dio nuevos motivos para alegrar a su principal rival. La elección del 27 de octubre le había dejado un activo concreto a Juntos por el Cambio: por la buena performance en los tramos legislativos nacionales en las 24 provincias lograría conformar la primera minoría en Diputados.
Las cuentas daban así: 119 diputados para la actual alianza oficialista, contra poco más de 100 del Frente de Todos. Pero ese simplismo inicial se modificó. Se metió la “rosca”.
Esta semana se confirmó la salida de tres legisladores del bloque PRO, el más numeroso de la futura oposición, que supera los 50 legisladores. Los fugados, que se sumaron al bloque Unidad y Equidad Federal, fueron el bonaerense Pablo Ansaloni (Partido FE), la tucumana Beatriz Ávila (Partido de la Justicia Social) y el santacruceño peronista disidente Antonio Carambia. Todos pertenecen a fuerzas locales y por eso no querían formar parte del bloque del macrismo puro, ni ser conducidos por Cristian Ritondo, el jefe porteño/bonaerense que impuso Mauricio Macri.
El disconformismo con el dedazo incluyó a otra decena de diputados. Hace un mes Emilio Monzó le pidió al Presidente una concesión: que permita un cuarto bloque (además del PRO, la UCR y la Coalición Cívica) para contener, justamente, a esos dirigentes provinciales y a otros, identificados con el peronismo. Macri dijo que no y facilitó de ese modo la fuga de ese trío. Pero, para evitar nuevas deserciones, se buscó una salida intermedia: permitir la existencia de varios monobloques, que se mantengan dentro del interbloque que seguirá siendo conducido por el radical Mario Negri (también confirmado como jefe de la bancada de la UCR).
Esta fórmula le permitiría a la oposición quedarse con unos 116 diputados: 51 del PRO, 47 de la UCR, 15 de la Coalición Cívica (conducidos por Maxi Ferraro, el delfín que dejó Elisa Carrió) y 3 monobloques.
¿Cómo hizo el Frente de Todos para superar ese número? Con acuerdos -rosca- política. Así, por ejemplo, la coronación de la santiagueña Claudia Abdala como presidenta provisional del Senado, le garantizó el ingreso al bloque K de la media docena de diputados que le responden a su marido, el gobernador Gerardo Zamora. Con otras incorporaciones, el número se acerca a 120, cuando el quórum requerido es de 129.
Pero el avance del kirchnerismo en la Cámara baja, donde trabajan en tándem Máximo Kirchner (jefe del bloque) y Sergio Massa (titular del cuerpo), también se reflejó en la conformación del nuevo interbloque que integran, entre otros, los fugados del Pro.
Por ahora son 8 y en el Frente de Todos descuentan que los tendrán como aliados a la hora de arrancar las sesiones y votar los principales proyectos. Tres de esos legisladores son del Frente Renovador de la Concordia de Misiones, que en el Senado puso a Maurice Closs como vice tras el guiño de CFK. Más rosca.
Además, el kirchnerismo mirará de reojo al interbloque que contiene, entre otros, a los diputados de Consenso Federal y será conducido por el candidato a gobernador bonaerense de ese espacio, Eduardo “Bali” Bucca. Son diez peronistas que acompañaron a Lavagna y también podrían sumar voluntades al nuevo oficialismo. A priori, la idea es negociar proyecto por proyecto.
El panorama en el Senado parece más despejado y polarizado, con el kirchnerismo con quórum garantizado: se necesitan 37 voluntades y supera las 40. Allí la jefa será Cristina, como vicepresidenta del Ejecutivo. Y además de Zamora, hubo premio para otro gobernador del Norte, el formoseño Gildo Insfrán: José Mayans quedó al frente del bloque del FdT.
Anabel Fernánez Sagasti, la camporista que sonaba para ese cargo, será la número dos de la bancada y conducirá la estratégica Comisión de Acuerdos, por donde pasan los pliegos de los jueces.
Juntos por el Cambio quedará con un número expectante: 29 senadores, que serán conducidos por el radical formoseño Luis Naidenoff, con Humberto Schiavoni como jefe del bloque Pro. Tendrán el número suficiente para bloquear las iniciativas más polémicas que pueda impulsar el kirchnerismo, que requieran dos tercios de los votos.
De esta manera, el presidente electo espera asegurarse los números legislativos que le permitan una gobernabilidad “sustentable”.