El “Chief Station” de la Central Intelligence Agency (la popular C.I.A.) durante los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa, Ross Newland, echó a rodar en un documental rodado por Netflix, una versión realmente comprometedora: que el fiscal Alberto Nisman estaba “alineado” con las operaciones de la agencia de espionaje que responde al gobierno de los Estados Unidos.
Pero Newland no sólo destapó la relación de Nisman con su país en el film, que dirigió Justin Webster, sino que reveló que existía un estrecho vínculo entre su agencia y el jefe del contraespionaje argentino Antonio Domingo Stiuso (alias Jaime), a través del cual se generaban y se financiaban operaciones de inteligencia en la Argentina.
Quizás algunas de estas operaciones tengan que ver con la insistencia de algunos medios de comunicación en descalificar al Memorándum de Entendimiento con Irán, que el Departamento de Estado norteamericano deploró con entusiasmo. En consonancia con este hecho, por estos días -a punto de cumplirse siete años después de la firma del Memorándum, anunciada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner el 27 de enero de 2013-, la toma e incendio de la embajada norteamericana en Bagdad volvía a desatar los demonios y Trump amenazaba con tomar medidas ejemplares contra su eterno enemigo Irán, país al que consideró como impulsor de la toma de su embajada por parte de milicianos iraquíes.
Newland, por su parte, fue el “chief station” de la CIA en Argentina entre fines de los ’90 y 2001, cuando Miguel Bonasso publicó en Página 12 una foto suya, lo que provocó su regreso a Langley. En la entrevista realizada para el film, el agente norteamericano se declaró “amigo de Stiuso, aunque al mismo tiempo -reflejo quizás de antiguas rencillas en el mundo de la inteligencia- lo calificó como “un Rasputín” del espionaje, al que todos temían por su método “hooveriano” de prodigar carpetazos con datos comprometedores para cualquier político.
“Jaime era el número dos de Contrainteligencia en aquel momento. Financiábamos diferentes operaciones de fijación de objetivos. Queríamos que hicieran ciertas cosas para resaltar ciertos objetivos, pero en la medida de que lo hicieran, nosotros promovíamos los nuestros. Así que ambas partes salían ganando. Hay objetivos compatibles y el terrorismo es uno contra el que todos están de acuerdo”, declaró Newland, que abundó en la definición sobre su “amigo” Stiuso, cuestionándolo porque “le gusta ‘figurar’. Tuvo mala fama por sus acciones. Tenía información de todo el mundo. Así que había una amenaza implícita de que si uno no actuaba como él quería sufriría las consecuencias. Era temido. No sé cuanta sustancia había en eso, pero ciertamente le gusta proyectar esa imagen. Quiere que lo tengan en cuenta como un jugador y definitivamente lo es”, sostuvo, no sin cierta sorna.
En los días que corren, Newland suele volver a la Argentina de vez en cuando, para olvidar las afrentas como la que le propinó el periodista de Página 12 Miguel Bonasso cuando publicó su foto y lo obligó de esa manera a regresar a Langley, Virginia con la frente marchita. En esta materia lo ayudan el helado granizado de dulce de leche, por una parte, y algo menos la performance del club de sus amores, Boca Juniors, que cultivó algunas frustraciones ante su eterno rival en los últimos tiempos.
En la misma sintonía, “Jaime” Stiuso también debe relamer su herida fotográfica, la misma que le propinó Gustavo Béliz cuando mostró su imagen en el programa Hora Clave, que conducía Mariano Grondona, el 25 de julio de 2004.
Problemas de imagen, hubiera filosofado el inefable Carlos Petit.