En los últimos meses se han producido en el mundo cambios de enorme magnitud. En distintas regiones, los pueblos se levantan contra sus gobiernos y los regímenes políticos que los sostienen. A la vanguardia de esas rebeliones y revoluciones está la juventud, a quien el sistema capitalista en su decadencia está dejando sin futuro. En medio de una crisis económica creciente, hay agresiones norteamericanas en Medio Oriente, huelga general en Francia y desastres ambientales en Australia. Los por qué y las perspectivas.
Si tuviéramos que enumerar los procesos de lucha que hubo y hay en los últimos meses a lo largo y ancho del planeta, esta nota se tornaría ilegible. Por solo mencionar algunos desde fines de 2019 hasta hoy, partiendo de Ecuador y Chile, pasando por Bolivia, Colombia o Haití, Latinoamérica fue transformándose en un foco de luchas. Si miramos a Medio Oriente, las rebeliones populares en el Líbano e Irak, junto a las enormes movilizaciones en Irán, marcaron la tónica; hoy el asesinato norteamericano de un alto militar iraní amenaza con desatar un conflicto bélico de alcance internacional.
Lejos de la calma, Europa también es escenario de fuertes tormentas políticas y una intensa lucha de clases. La huelga general francesa ya lleva más de un mes y no parece debilitarse. En España, incluso luego de que Sánchez lograse formar gobierno con la ayuda de Podemos, se mantiene la pelea independentista de Cataluña. Y luego del triunfo electoral de Johnson, el Brexit se acelera.
Asia tampoco está exenta de conflictos y es evidente que Hong Kong se mantiene como un problema para el gobierno chino, que además enfrenta una guerra comercial con los EE.UU. Y a su vez, la catástrofe ambiental que azota a Australia expone con una violencia destructiva sin precedentes que el sistema capitalista de saqueo y extracción pone en peligro al conjunto del planeta.
Las razones detrás de los cambios
Una multiplicidad de elementos explican este nuevo momento global. En casi todos los procesos tiene peso el rechazo al autoritarismo y a la vulneración de derechos democráticos. Pero lo determinante es la profundización de la crisis económica mundial y las secuelas provocadas por los brutales planes de austeridad que aplican los distintos gobiernos para pagar deudas y garantizar las ganancias de las corporaciones. Estancamiento y retroceso de las economías, desigualdad social obscena, desempleo creciente, precariedad laboral extrema, deterioro de la salud y la educación, vivienda inaccesible y la pérdida de toda perspectiva de futuro que experimentan millones de jóvenes en todo el mundo son el cóctel explosivo que comienza a estallar y extenderse de un país a otro.
A 30 años de la caída del Muro de Berlín, las ilusiones creadas a partir de la campaña imperialista de que el capitalismo traería “prosperidad y progreso” han desaparecido. El deterioro del nivel de vida, la pérdida de conquistas, la destrucción ambiental, la exacerbación del machismo y la xenofobia hacen que millones empiecen a identificar al sistema capitalista como el origen de sus desgracias. En lugares impensados, como los propios EE.UU., la juventud masivamente gira hacia la izquierda y el socialismo.
La crisis de 2008 significó un salto de calidad en su deterioro y obligó al imperialismo y sus socios a profundizar sus planes de ajuste contra el movimiento de masas para salvar a los bancos y corporaciones. Hoy nos encaminamos hacia una nueva crisis, reflejo de la decadencia del imperialismo norteamericano y del sistema capitalista en su conjunto. Una expresión de ello son las “bravuconadas” contra Irán de Trump, él mismo sujeto a un proceso de juicio político, que abren las puertas a una guerra de resultado incierto. A la vez, el régimen opresor iraní busca fortalecerse en nombre de la “unidad nacional” anti-EE.UU. Ambos bandos buscan sobre todo aplastar la rebelión de los pueblos y, sobre esa base, reforzar sus posiciones. Por eso las rebeliones son la respuesta del pueblo trabajador a la barbarie a la que están llevando a la humanidad los diferentes gobiernos para salvar al 1% de privilegiados que representan.
En esa disputa surgen también fenómenos políticos a derecha que logran resultados electorales y avances parciales. Pero lejos de ser esa la tónica del momento, lo que hoy ocupa el centro de la escena es la movilización de los trabajadores, la juventud y los pueblos.
Hay una salida: dar vuelta todo
Esta nueva situación plantea condiciones cada día más favorables para que crezcan y se fortalezcan organizaciones revolucionarias. Los jóvenes sin miedo, las mujeres que se levantan por sus derechos, los trabajadores que organizan las huelgas generales son la materia prima para construirlas.
Es que la profundidad de la crisis global ya casi no deja márgenes para proyectos políticos y económicos de medias tintas, centristas, que cuando son gobierno más temprano que tarde terminan frustrando las expectativas populares: o se cede al capitalismo y sus condicionamientos o se avanza en medidas antiimperialistas y anticapitalistas.
Hasta los escépticos de izquierda, que hasta ayer nomás pregonaban que era la burguesía la que tenía el control estratégico de la situación y que el mundo giraba a la derecha, ahora tienen que aceptar a regañadientes que se ha producido un cambio favorable.
Quienes conformamos la Liga Internacional Socialista veníamos sosteniendo que las tensiones que se estuvieron acumulando durante años tendrían un desenlace como el que estamos presenciando. Todas nuestras secciones nacionales están interviniendo activamente en los acontecimientos, postulando la necesidad de terminar con este sistema injusto y decadente mediante un cambio profundo y global.
Apostamos a ser cada vez más para que una nueva sociedad, sin explotación ni opresión de ningún tipo, solidaria, igualitaria, realmente democrática, socialista, esté cada día más cerca de hacerse realidad. En ese camino estamos.
*Por Alejandro Bodart, dirigente del MST en el FIT Unidad y de la Liga Internacional Socialista