Una vez aprobada la salida del Reino Unido de la Europa del Mercado Común, que se concretó este 29 de enero en Bruselas, cuando el Parlamento Europeo aprobó el Brexit por 621 votos a favor, 49 en contra y 13 abstenciones, se abrió el proceso que culminará antes de fin de año, cuando los negociadores europeos y británicos terminen de elaborar el acuerdo que regulará la relación futura.
Antes, el 21 de diciembre, The Honourable the Commons of the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland in Parliament assembled, que se debe leer menos pomposamente, como “los Honorables Comunes del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte reunidos en el Parlamento”, decidieron abandonar la Unión, por 358 votos contra 234. Posteriormente, el 22 de enero, The Right Honourable the Lords Spiritual and Temporal of the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland in Parliament assembled, o “los Muy Honorables Lords espirituales y temporales del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, reunidos en el Parlamento”, –cuyos miembros no son elegidos por el pueblo, sino que se los designa por herencia de sangre- había aprobado la misma materia.
La negociación será en el futuro ardua, ríspida y tortuosa, tal como lo fue el proceso político del Brexit hasta hoy. Como muestra, baste recordar que el sumario se inició con un referéndum realizado en el Reino Unido y Gibraltar el 23 de junio de 2016, hace tres años y medio. En éste triunfó la propuesta de salir de la Unión Europea, tras una sucia campaña de “noticias falsas” que envenenaron el ánimo de los votantes hasta límites inusitados.
La mención a Gibraltar viene a cuento porque la posesión del Peñón podría ser una de las que deba resignar el Reino Unido para lograr, finalmente, la firma de los acuerdos que permitan la realización del Brexit. El Peñón de Gibraltar (Rock of Gibraltar, para los ingleses) fue transferido al Reino de Gran Bretaña en 1713, una concesión que quedó establecida por el artículo 10º del Tratado de Utrecht, por el que se dio fin a la Guerra de Sucesión Española.
Pero la buena noticia para los españoles, no necesariamente lo será para los argentinos. Las Islas Malvinas será la contracara de las concesiones del Reino Unido. Esto quiere decir que no habrá gestos paralelos, como el de Su Majestad con el Peñón, para con las aspiraciones de nuestro país a reconquistar las islas usurpadas.
El regreso de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas se verá, entonces, más lejos que nunca. Es conocida la impermeabilidad de la diplomacia inglesa cuando se trata de devolver territorios a sus legítimos y soberanos dueños.
Los ingleses pretenden que el masivo desembarco de sus corporaciones en Buenos Aires, que se produciría en junio, obre como contrapartida, como si las inversiones pudieran servir para cicatrizar las heridas que dejó la Guerra de Malvinas, casi 38 años atrás.
Entretanto, Argentina seguirá reclamando la restitución de su soberanía sobre las islas, tal como lo hace todos los años ante el Comité de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas por la falta de cumplimiento por parte del Reino Unido de las 40 resoluciones del organismo internacional, en las que convocó al diálogo “para resolver pacíficamente el conflicto iniciado en 1833 con la invasión militar de las islas Malvinas”.