En el Gobierno porteño todos aseguran que no habrá recortes en la planta de personal, que los planes sociales seguirán siendo los mismos o "en niveles mayores, si la crítica situación lo requiriese". También dicen que no habrá reducciones salariales, y le recuerdan a quien dude de ello que aquel impiadoso 13 por ciento, que hace algo menos de un año recortó de los salarios públicos el por entonces recién llegado Domingo Felipe Cavallo, no tuvo aplicación en la Ciudad de Buenos Aires.
De todos modos, los hombres de Ibarra se mueven con un remarcable sigilo, que permite inferir que se están preparando nuevas medidas. Los analistas suponen que éstas girarán alrededor de la emisión de un bono porteño, al estilo de los Patacones, los Quebrachos y los Lecop. Pero el silencio reinante no sólo tiene que ver con el lógico secreto con el que se elaboran nuevas medidas económicas, sino también, según fuentes del propio Gobierno, con la voluntad de no irritar la ya sensibilizada piel de los sindicalistas que agrupan a los trabajadores del Estado de la Ciudad, reacios a cobrar cualquier otra cosa que no sea dinero contante y sonante.
Teniendo en cuenta que Ibarra quiere mantener los planes sociales en el mismo o mayor nivel que ahora, que no habrá despidos de personal ni tampoco reducciones salariales, es seguro que el hilo se cortará por el delgado sector de los proveedores. La semana pasada éstos, previendo tal decisión, iniciaron su contraofensiva negándose a ofertar en una licitación convocada por la secretaria de Promoción Social, Gabriela González Gass, para comprar chapas destinadas a un programa de emergencia social. Todo hace prever que este conflicto se potenciará con el correr de los días.
Al mismo tiempo que esto ocurre, el Gobierno porteño no está dispuesto a ceder en la realización de las obras públicas estratégicas: los nuevos subterráneos y los reservorios, que comprometerán importantes desembolsos en un futuro no lejano. Claro que eso no ayuda a disminuir el mal humor de los proveedores, los sindicalistas y los empleados públicos.
LA NACION PROMETE, PERO EL GOBIERNO PORTEÑO DUDA
La Nación le adeuda a la Ciudad alrededor de 100 millones de pesos -que hasta ayer nomás eran 100 millones de dólares-, que aseguró que iba a cancelar en el breve plazo. Pero esta incumplida promesa desde los tiempos de de la Rúa, además devino en un cambio de pesos a LECOP, lo que probablemente licúe un porcentaje indefinido de esos 100 millones.
Al mismo tiempo, la recaudación de diciembre cayó un 46 por ciento con respecto a diciembre del 2000, tornando el panorama de sombrío a desolador. Estos desfasajes entre las necesidades de caja y un panorama recaudatorio cuanto menos difícil son los que motivaron la urgencia del Gobierno porteño en cuanto a la sanción de una Ley de Emergencia y, ahora, a la probable emisión de un bono de cancelación de deuda propio.
Para paliar la inusual caída en la recaudación del año 2001, que ronda el nueve por ciento, la Legislatura votó -en la sesión que se realizó el domingo pasado- un aumento en la alícuota en los Ingresos Brutos para la actividad financiera (de 4,9 a 5,5 por ciento), la telefonía celular (que irá del 4,5 al 6 por ciento) y los hipermercados (que pagarán el 3,7 por ciento, contra el 1,5 de antes), a la vez que decidió una baja en la tasa de Alumbrado, Barrido y Limpieza para los sectores de menores recursos.
ESPERANDO LOS PLANES NACIONALES
El cerrado hermetismo con que se manejan en la Secretaría de Hacienda, de todos modos, no se debe sólo a la necesidad del gabinete porteño de mantener buenas relaciones con el sector sindical. Esperan las medidas que tomará el Gobierno nacional, que definirán el escenario de la crisis y su evolución de aquí en adelante.
Por estas razones, el Gobierno porteño siente que en estos días está entrando en etapa de definiciones. Aquel optimismo del que hacía gala el secretario de Hacienda, Miguel Angel Pesce, en el mes de febrero, en que pronosticaba un crecimiento del tres por ciento en la actividad económica de la Ciudad para el 2001, fue hecho trizas por una crisis que se llevó, junto con los pronósticos, la capacidad de los gobiernos de planificar en el mediano y el largo plazo. Quizás sea por esta razón que pocos se atreven a hacer declaraciones y prefieran el sigilo. Jorge Valdano habló hace unos años del "miedo escénico". No es para menos, con un escenario como el que existe hoy en la Argentina.