El seis de agosto de 1987, Antonio Cafiero –el abuelo del actual jefe de Gabinete, Santiago Cafiero- se imponía en la elección para gobernador de la Provincia de Buenos Aires por sobre el candidato radical alfonsinista Juan Manuel Casella. Esta victoria trajo finalmente aparejada la recomposición del peronismo, que estaba sumido en una profunda crisis tras el triunfo de la UCR en las elecciones del 30 de octubre de 1983, que llevaron a Raúl Alfonsín a la Presidencia de la Nación.
Cafiero se convirtió inmediatamente en el líder de la oposición y condujo desde ese momento a la Renovación Peronista, que en 1989 llevaría al peronismo al gobierno, aunque a través de otro de sus dirigentes, el riojano Carlos Saúl Menem.
El triunfo de 1987 abrió una etapa de siete gobernaciones consecutivas del peronismo, que recién fue derrotado en 2015, en la elección que llevó a Mauricio Macri a la Casa Rosada y a María Eugenia Vidal al Palacio de Gobierno de La Plata.
La campaña que desplegó el radicalismo incluyó una anécdota curiosa. El excapitán de navío Francisco “Paco” Manrique, que había tenido una destacada actuación en dos dictaduras militares, al que Alfonsín había designado como secretario de Turismo empapeló la Argentina con un gigantesco cartel que llevaba, sobre un fondo celeste, con letras blancas, la inscripción “Argentina, te quiero”.
Era una campaña electoral disfrazada, pero le salió bastante mal, porque el publicista del peronismo, Enrique “Pepe” Albistur, contraatacó con otro cartel en idéntico formato –fondo celeste y letras blancas- con la leyenda “Argentina, te quiero”, complementada con un remate genial y desafiante, típicamente peronista: “Por eso voto a Cafiero”.
El triunfo justicialista fue inesperado, al menos para algunos encuestadores, que pronosticaban el triunfo del candidato del oficialismo nacional por una diferencia de entre un punto y medio y dos. Finalmente, Cafiero obtuvo el 46,48 de los votos, contra 39,66 de Casella, obteniendo una diferencia de 6,82 puntos. Las consultoras erraron por casi diez puntos en sus pronósticos, por lo que fueron cuestionados sus métodos para dilucidar la voluntad de los electores, aunque otros analistas políticos evaluaron que al menos algunos de sus números sufrieron algún “retoque” y que existía una mano la intención del radicalismo era volcar a los indecisos –las ventajas eran exiguas- a su favor para ganar las elecciones.
Cafiero asumió la Gobernación el 10 de diciembre de 1987 y debió gobernar en medio de una gran crisis económica, en la que no estuvo ausente la hiperinflación. Además, la dictadura había dejado una provincia desindustrializada y su antecesor, el radical Alejandro Armendáriz había cedido varios puntos de la Coparticipación Federal.
El nuevo gobernador lanzó un Plan Trienal, en el que estaba contemplado el Polo Informático de Berisso, la Zona Franca del Puerto de La Plata y la reconstrucción del Teatro Argentino, que se habpía incendiado en 1977. Planeó además la Ruta 6 y el Estadio Único de La Plata y comenzó la construcción de la Autopista La Plata-Buenos Aires.
La obra más importante fue, de todos modos, la construcción de varios canales para evitar que las inundaciones dejaran aisladas extensas zonas del interior de la provincia y el saneamiento de la Cuenca Matanza-Riachuelo. De esta manera aumentó intensamente la productividad del campo y las tierras agrícolas se valorizaron de manera exponencial.
El publicista del peronismo, Enrique “Pepe” Albistur, contraatacó con otro cartel en idéntico formato –fondo celeste y letras blancas- con la leyenda “Argentina, te quiero”, complementada con un remate genial y desafiante, típicamente peronista: “Por eso voto a Cafiero”.
El cuatro de agosto de 1990, Cafiero cometió el error que finalmente truncaría su carrera hacia la Presidencia de la Nación, al convocar a un referéndum para reformar la Constitución provincial. Recibió el apoyo de los radicales y ocasionalmente se conformó una extraña constelación de opositores. Nadie daba un céntimo por ellos, que contaba, entre otros, con el exteniente coronel Aldo Rico, el líder trotzkysta Luis Zamora, que era diputado nacional y hasta el jefe de la Unión de Centro Democrático Álvaro Alsogaray, que calificó a la reforma como “socialismo enmascarado”.
Pues bien, esta estrafalaria oposición ganó. Y su triunfo fue contundente: 67,2 contra 32,8 por ciento, a pesar de que Alfonsín, Cafiero, el líder de la CGT, Saúl Ubaldini y hasta el propio presidente Menem, a los que se sumaron 122 de los 126 intendentes bonaerenses, militaron el Sí a la reforma constitucional.
Cafiero venía de perder la interna contra Carlos Menem por la candidatura presidencial del peronismo, el 9 de Julio de 1988, pocos meses después de asumir la Gobernación bonaerense. Su respetada figura venía siendo erosionada, por lo que esta derrota marcó el ocaso de su carrera política.
De todos modos, el peronismo, que había salido de la dictadura con el 70 por ciento de sus cuadros diezmados por la sangrienta represión, que no había ahorrado crueldades a la hora de asesinarlos, volvió a configurarse.
Una vez más, como el Ave Fénix, el justicialismo se reinventó a sí mismo y en 1989 volvió a gobernar la Argentina. Pero ésa es otra historia.