Podrían cerrar el comedor y hogar "Los Carasucias"

Podrían cerrar el comedor y hogar "Los Carasucias"

Lo admitió Mónica Carranza, titular de la fundación que administra ambas entidades. Deben servicios como la luz, el agua, el gas y los impuestos municipales. Cerca de 2500 familias se quedarían sin recibir alimentos y muchas de ellas volverían vivir en la calle con sus hijos.


"Estoy enferma y desde hace algún tiempo no puedo dedicarme tanto a conseguir el financiamiento necesario", admitió con desesperación Mónica Carranza, titular del Comedor "Los Carasucias", una entidad de bien público que mantiene además tres hogares para madres solteras y un alojamiento para chicos de la calle.

El pasado 20 de noviembre, con motivo del Día Internacional de los Derechos del Niño, organizaron en el comedor un recital con León Gieco -que ese día cumplía 50 años- para promocionar la obra solidaria de Carranza y su fundación.

"La situación de la entidad es preocupante -admitió Carranza a Noticias Urbanas- porque se nos acabaron los recursos para mantener nuestro trabajo y lamentablemente no nos alcanza para alimentar a 2500 familias".

Los Carasuscias comenzó en 1996 dando de comer a la gente del barrio Mataderos. Con el correr de los años fue creciendo a la par de la necesidad de la gente. Hoy, la fundación que preside recibe 12 mil pesos anuales de un subsidio que otorgó por el gobierno porteño para alimentar a 150 chicos. Pero sus gastos alcanzan a un promedio anual de 22 mil pesos que se destinan al mantenimiento de los cuatro hogares y el comedor. Tan sólo el alquiler y los servicios de uno de los hogares cuesta 1200 pesos mensuales

Aunque reciben donaciones, lo recaudado no alcanza para mantener los hogares donde madres solteras y chicos de la calle reciben alimentos y atención médica. "Hay gente que nos ayuda a pagar alguna que otra boleta de servicios", cuenta Carranza. Y reconoce que aunque intentaron conseguir algún descuento o donación de los servicios públicos como agua, luz o gas, las empresas privatizadas "no quieren saber absolutamente nada y no nos ayudan", dice. "Antes -cuando las empresas eran estatales- las cosas se manejaban en forma diferente: uno podía sabía que el Estado podía donar servicios escenciales a instituciones como la nuestra", reflexiona.

Aunque en el comedor ayudan unos 35 voluntarios -que colaboran con la cocina, atienden el teléfono y realizan junto a las familias la limpieza y mantenimiento de los hogares- "todo gira en rededor de Mónica" admite su marido

Carranza vive ahora una contradicción del destino. Dio todo por sus "carasucias", hasta hipotecó su casa. Pero ahora enfrenta varias enfermedades -osteomelitis: una infección los huesos del pie; y una infección en el útero- que la mantendrán alejada de su labor solidaria, un trabajo en el que da salud a los demás.

Te puede interesar

Qué se dice del tema...