Cristina Fernández entiende, al igual que Alberto Fernández, que es necesario ampliar la base del kirchnerismo para lograr avanzar tanto en temas estratégicos para la gestión o como para sortear con éxito las elecciones que sucederán el año entrante.
La diferencia es que mientras Cristina entiende que ese proceso de ampliación de la base política ya está hecho y consolidado, con la presencia desde un inicio de Sergio Massa en la coalición que ella misma creó, la mirada de Alberto (y la del propio Massa) es que sería mucho menos traumático el avance post pandemia si pudieran sumar en un núcleo de acuerdos básicos a los sectores menos reactivos al peronismo de Juntos por el Cambio.
E incluso de ser posible para un puñado de temas aún más pequeño y menos conflictivos, el objetivo podría ser acordar con la totalidad de la coalición opositora para dar una buena señal afuera y una mayor gobernabilidad legislativa, además de la que se pretende lograr –por cuerda separada- con los distintos gobernadores propios y ajenos.
La tensión es, por el momento, creciente y eso es un fenómeno nuevo en la coalición gobernante que si bien nunca tuvo una homogeneidad notoria, tampoco tenía grandes dificultades para definir los temas prioritarios, como la renegociación de la deuda con los bonistas extranjeros, el gran logro de los últimos tiempos.
El distinto grado de compromiso de los dirigentes del FdT en temas como el de Vicentín, el avance sobre Clarín y otras telco o la reforma judicial, fueron los detonantes de las bifurcaciones en la defensa de la gestión. Ahora deberán surfear las diferencias en público para no darle pasto a los adversarios, que cargan con la representatividad del 41 por ciento de los argentinos.
Cristina ha logrado, con la ayuda inestimable de los grupos de comunicación opositores, ser ungida como la gran ganadora de esta etapa y utiliza ese sitial para arrinconar desde su silencio a los otros socios de la coalición, que resisten como pueden el avance de la expresidenta. Y tan mal no les va, ya que los vasos comunicantes de Alberto y Cristina -con almuerzo en Olivos incluido- y los continuos encuentros de Massa y Máximo generan un nivel de coordinación bastante aceitado, tanto para plasmar las coincidencias como para discutir las diferencias.
Un dato importante a seguir es que pasará en la relación de los movimientos sociales con las estructuras políticas tradicionales. Habrá que ver quiénes serán los que, en un escenario de pobreza extrema y asistencia imprescindible, serán los que acudirán a aplacar la situación que no desbordó hasta ahora por la restricción circulatoria de la pandemia. El capítulo de la calle -y de la permanencia del Estado en el rol asistidor- es una amenaza latente desde los movimientos sociales. Allí sí coinciden los K y Alberto en que la política debería centralizar la ayuda, porque tiene los fondos, las estructuras y, en definitiva, los candidatos para promover en el 2021.
El distinto grado de compromiso de los dirigentes del FdT en temas como el de Vicentín, el avance sobre Clarín y otras telco o la reforma judicial, fueron los detonantes de las bifurcaciones en la defensa de la gestión. Ahora deberán surfear las diferencias en público para no darle pasto a los adversarios, que cargan con la representatividad del 41 por ciento de los argentinos.
Todas las conjeturas acerca de la debacle del gobierno tienen su origen en los medios conspirativos, más que en la realidad de la cúpula de la coalición. Se ha hablado de mecanismos de sucesión, de intimaciones en el tiempo, del veto de fulano o mengano para ocupar espacios del poder, pero la realidad marca que Alberto en su estilo, siempre ganando y perdiendo, va manteniendo la cuerda en una curva tan complicada y difícil como la de la pandemia.
El resultado de la sesión legislativa de ayer es sólo el principio de la judicialización de este período. También es el comienzo de nuevos alineamientos y alianzas, a la luz de las distintas realidades. Mientras las tensiones se desarrollan, el desafío es neutralizarlas lo más posible y poner la gestión y las ideas por encima de las formas y de los nombres.
Aquello de “con Cristina no alcanza y sin ella no se puede” ha quedado confirmado y superado. Ahora empezó un camino más sutil y complejo pero que se puede resumir en algo así: “con el Frente de Todos no alcanza, pero sin él la Argentina no levanta” y eso debería repicar rápido en los oídos de la oposición, ya que un fin de año muy complejo, como parece que será, constituirá un problema no sólo para el gobierno, sino para toda la dirigencia. Y, a pesar de que las historias y las personas son diferentes, lamentablemente no hay más “un Duhalde” que derrote en la calle al “que se vayan todos” y reencauce plenamente el andar democrático, ése que debemos cuidar con inteligencia por estos tiempos difíciles. Por ahora y a pesar de todas las operaciones, Alberto conduce con sensatez la coalición complicada que supo aceptar y con ella, ganar.