La unidad es una de las principales capacidades del peronismo para mantenerse en el poder o para conquistarlo. Ellos son los dos estados únicos que acepta su militancia y su dirigencia. La oposición es solo un pequeño intervalo entre una experiencia agotada y otra que vuelve a generar esperanza. Y desde allí se construyen todos los relatos, desde el general Juan Domingo Perón hasta nuestros días, en los que el “movimiento” prefiere administrar las contradicciones internas antes que perder el poder.
Los liderazgos son vitales en ese esquema y a esa fuerza política nunca le han faltado los conductores que llevaron a cabo distintas transformaciones en nuestro país, por citar a tres de la democracia moderna podemos citar a Carlos Menem y al matrimonio Kirchner en sus dos versiones. Tres liderazgos fuertes, contundentes y, en buena medida, absolutamente diferentes en cuanto a ideología y estilos. Pero el peronismo lo hace posible.
El contrapunto nacido en el Estadio Único de La Plata, rebautizado Diego Armando Maradona en los últimos días, entre Alberto Fernández y Cristina Fernández, es otra muestra de que además de las coincidencias en toda coalición y más en el peronismo, existen las contradicciones. La embestida directa, punzante, casi cruel de la ex Presidenta contra los hombres del jefe de Estado implica probablemente, más allá de los cuestionamientos a la capacidad de trabajo de los funcionarios, una disconformidad importante en dos de las áreas más sensibles para Cristina. Una es la económica y el modelo en general y, en particular, el de la redistribución interna de la riqueza generada. El otro, obviamente, es el campo judicial, en el cual los dos Fernández coinciden en que hay que cambiar y optimizar la justicia, pero proponen alternativas diferentes, de difícil síntesis, al menos en esta etapa.
Alberto por su parte dejó pasar un par de días y fijó posición en la defensa de su gente al llegar a Tierra del Fuego con buena parte de su gabinete, para una actividad oficial. Contestó con la misma contundencia con la que se sintió atacado. Al parecer, el clima navideño calmó los ánimos de ambos lados, hasta que se desate un nuevo capítulo, más temprano que tarde.
Cambio de Gabinete
No son sólo las internas de la coalición las que determinarán un refresh en la nómina de hombres y mujeres que acompañan al Presidente. Lo más importante será el balance que haga Alberto de este primer año, atravesado por la pandemia mundial, que de alguna manera trastocó el andar que tenía previsto. La evaluación de la efectividad lograda y las necesidades a futuro, marcarán la continuidad o no de algunos ministros.
Sin escaparle a los nombres y salvo que suceda algo muy imprevisto, tienen la continuidad asegurada sus leales (aunque no sean los únicos) que se bancaron el primer año de gestión dejando la piel en ella. Son ellos Julio Vitobello, Vilma Ibarra, Juan Pablo Biondi, Santiago Cafiero y Juan Manuel Olmos, todos con distintas características y tareas, pero defendiendo 24 x 7 al Presidente en todos los temas. Marcela Losardo, Gabriel Katopodis y Claudio Moroni son otros tres incondicionales de Alberto, quizás un escalón más abajo, no en la confianza del “Uno” sino en la participación cotidiana en los conflictos que se plantearon. Tampoco ninguno de ellos será entregado por el Presidente.
Felipe Solá, Ginés González García, Juan Cabandié y Nicolás Trotta encabezan la lista de los pueden quedar libres en este libro de pases. Algunos, con mucho desgaste y otros por su escaso aporte a este proceso.
Es cierto que difícilmente Alberto pueda tocar a los dirigentes ligados tanto a Cristina como a La Cámpora, que pintan más para ser beneficiarios que víctimas de esta movida, que se espera que ocurra bien entrado el verano, con marzo como límite. Hay que oxigenar el gobierno para encarar las elecciones y allí radica la clave de esta decisión.
Por ende y como consecuencia de esta realidad, la hipótesis de riesgo para los ministros, secretarios y funcionarios de organismos descentralizados, está encabezada por aquellos que no forman parte del círculo íntimo de unos u otros. Más allá de la buena relación que el Presidente tenga con ellos, el respeto y hasta la admiración por alguno, la oxigenación es necesaria y algunos se van a ir a su casa o a algún otro lado.
Felipe Solá, Ginés González García, Juan Cabandié y Nicolás Trotta encabezan la lista de los pueden quedar libres en este libro de pases. Algunos, con mucho desgaste y otros por su escaso aporte a este proceso. Si en ninguno de los dos cuarteles te defienden, la continuidad en 2021 peligra y Sergio Massa sabe que alguna baja tendrá que lamentar en ese momento. Conoce perfectamente el juego.
Nada nuevo, se busca salvar la unidad y reformatearla.