Deuda Externa: el círculo vicioso de la dependencia

Deuda Externa: el círculo vicioso de la dependencia

Tomar créditos externos, adelantar las remesas y asegurarse de que los vencimientos caigan sobre sus sucesores.


Todavía hoy resulta difícil comprender las implicancias que conllevan los avatares de la deuda externa que tomó el gobierno que encabezó Mauricio Macri. Esto, en parte se debe al poco tiempo que media entre el 10 de diciembre de 2019 y los días que corren.

De todos modos, las investigaciones comienzan a aparecer.  Según un trabajo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), cuyos especialistas realizaron un pormenorizado estudio de la era Cambiemos, Macri “optó por reeditar un modelo económico que no tenía chances de conseguirlo, como lo demostraron las dos ediciones anteriores del mismo modelo”, en referencia a los antecedentes que entrañaron las matrices económicas planteadas por los gobiernos encabezados por el dictador Jorge Rafael Videla (1976-1981) y el peronista poco ortodoxo Carlos Menem (1989-1999).

“Macri, anatomía de una deuda inútil”

El núcleo del trabajo realizado por Guillermo Oglietti, Pablo Wahren, Nicolás Oliva Pérez y Alfredo Serrano Mancilla, consiste en el planteo de que “una gran proporción de las riquezas que generamos son más útiles para engrosar los beneficios y las cuentas bancarias extranjeras que las capacidades productivas de las empresas, las competencias de los trabajadores, la calidad de nuestras infraestructuras y el bienestar de nuestra población”.

Es necesario aclarar que la palabra divisas no incluye sólo al dólar, sino también a otras monedas que son consideradas como reservas internacionales por el FMI, como el Euro, el Yen japonés, la Libra Esterlina británica y el Renminbi chino.

Los autores del trabajo definieron al advenimiento de Cambiemos en 2015 constituyéndose como “la gran esperanza blanca del continente mestizo”, que venía con una misión: borrar al progresismo del mapa latinoamericano.

Contexto Argentino

En cuanto al contexto de los gobiernos peronista y macrista, los autores plantean que en los 12 años del primero, la actividad económica se expandió a un ritmo del 4,5 por ciento anual, que acumula un 76,5 por ciento en todo el período. La inversión, además se incrementó a un promedio del 7,8 por ciento anual, lo que resultó en un 152,6 acumulado. Paralelamente, la tasa de desempleo se redujo del 17,6 por ciento que existía en 2003 hasta el 6,5 por ciento en 2015.

Comparados estos guarismos con el gobierno de Macri, el contraste es marcado, ya que en su primer trienio la actividad económica se contrajo a un ritmo del 0,7 por ciento anual, que acumulado significó el dos por ciento, mientras que la inversión y el consumo se estancaron en el mismo período (-0,1 por ciento la primera y -0,2 por ciento el segundo). El desempleo, por su parte, se incrementó hasta el 9,2 por ciento en 2018 y alcanzaba en el primer trimestre de 2019 el diez por ciento.

En cuanto al cotidiano estribillo de “la herencia recibida”, los estudiosos llegaron a una inesperada conclusión. Aclarando en primer término que Néstor Kirchner asumió en medio de una situación “considerada la etapa más crítica de la historia”, tras la crisis de la Convertibilidad de 2001, en los primeros tres años, el Producto Interno Bruto creció a un promedio del 9,8 por ciento anual, en tanto que la inversión se incrementó en un 19 por ciento anual y el consumo privado, en un 17,6 por ciento anual. De estas cifras se desprende que la primera creció en total un 68,4 por ciento y la inversión, un 62,5 por ciento, siempre hasta el año 2005.

Otra leyenda que resulta desmentida en el estudio es que el peronismo fue favorecido con un supuesto “viento de cola” a causa de los aumentos en los precios de las materias primas. En el primer trienio peronista (2003-2005), los precios de los productos agrícolas fueron menores a los del primer trienio (2016-2018) de Mauricio Macri.

Los volúmenes de las cosechas alcanzaron, con Kirchner –siempre en su primer trienio- a 223 millones de toneladas, mientras que desde 2015 hasta 2018 sumaron 336 millones, algo más de un 50 por ciento más. De esta manera, con el presidente de Cambiemos se recaudaron 178 mil millones de dólares, en tanto que entre 2003 y 2005, 105 mil millones, a valor del dólar 2018.

Paralelamente, la disponibilidad de divisas fue muy diferente entre uno y otro período. En realidad, hay que hacer la salvedad en este punto de que las diferencias en el desempeño macroeconómino de la Argentina no se deben a factores exógenos, sino a la manera en que fueron administradas y a los usos ineficientes a las que fueron asignadas tales divisas.

Entre los primeros años del Siglo 21 y 2012 hubo crecimiento económico en la región y en el mundo, lo que significó un aumento en los ingresos por exportaciones para todos los países del sur de América. Pero desde 2012, se demoró el crecimiento, bajaron los precios internacionales y hubo menos saldos exportables, en parte gracias al aumento de la actividad económica en los países sudamericanos. Esta caída en las exportaciones se mantuvo entre el último período de Cristina Fernández de Kirchner y el mandato de Macri.

Macri contó, además, con un adicional, que fue la toma de deuda que realizó primero con los organismos privados de crédito y luego con el FMI. En su gobierno no sólo contó con más divisas que el anterior, sino que el ingreso por exportaciones también fue superior, incluso más que en el período de alto endeudamiento que protagonizó el recientemente fallecido presidente Carlos Menem.

El contraste más importante entre ambos mandatarios fue que la expresidenta y, antes, su marido, cancelaron deuda externa, mientras que Macri encaró un proceso inverso, de tomar deuda que sólo sirvió para pagar gastos corrientes y para inyectar dólares al mercado cambiario.

La disponibilidad de divisas con que contó Mauricio Macri fue infinita. Sumando ingresos por exportaciones, más inversiones externas en cartera, más inversiones directas, más toma de deuda, dispuso de un promedio anual de algo más de 130 mil millones de dólares en su primer trienio, de los que el 56 por ciento provinieron de las exportaciones, que equivalen a 73 mil millones de dólares, a valores constantes.

Un problema adicional fue que la participación de las exportaciones fue baja en la provisión de divisas, en el caso del gobierno que terminó el 10 de diciembre de 2019. En el caso del mandato de Kirchner, en el que ingresó un promedio de 89 mil millones de dólares en valores constantes, de los que el 86 por ciento –más de 76 mil millones- era por exportaciones.

Comparado con otros períodos de gobierno, en tiempos de la Convertibilidad, ingresaron 65 mil millones de dólares a valores de 2018, de los que el 60 por ciento venían del comercio exterior. Durante la Dictadura, ingresaron 28 mil millones de dólares anuales, de los cuales el 80 por ciento provenían de exportaciones.

Macri contó, además, con un adicional, que fue la toma de deuda que realizó primero con los organismos privados de crédito y luego con el FMI. En su gobierno no sólo contó con más divisas que el anterior, sino que el ingreso por exportaciones también fue superior, incluso más que en el período de alto endeudamiento que protagonizó el recientemente fallecido presidente Carlos Menem.

La relación con el FMI 

Entre 2003 y 2005, Kirchner canceló la totalidad de la deuda con el FMI y puso fin a la supervisión del organismo sobre la política económica de Argentina.

Por el contrario, en 2018 Macri volvió a convocar al Fondo, que le entregó el mayor préstamo de su historia, de 57 mil millones de dólares, que constituye al día en que esta triste crónica es redactada el 60 por ciento de su cartera de créditos. Para agravar la situación, el FMI entregó el 90 por ciento de los fondos antes de octubre de 2019, dejando a sus sucesores sin financiamiento y con grandes vencimientos a corto plazo. La Tijera Perfecta.

La lluvia de inversiones

Finalmente, la lluvia de inversiones que arribaron a la Argentina trajo sólo a capitales especulativos, atraídos por las altísimas tasas de interés y por la anulación de todas las medidas regulatorias, como imponerles un tiempo mínimo de estadía o de poner límites a las sumas giradas a sus casas matrices.

De esta manera, la cuenta Inversión en Portfolio, que no se movía desde 2003, se movió mucho entre 2015 y 2017, cuando ingresaron 11.472 millones de dólares, que en abril de 2018 comenzaron a irse. A mediados de 2019 ya se habían ido 6.472 millones, a pesar de que los rendimientos en pesos se hallaban en el 70 por ciento anual.

El uso de las divisas ¿Asignaciones ineficientes?

En tiempos de Néstor Kirchner, con los dólares pagaron deuda y luego los racionaron para financiar el crecimiento de las importaciones que demandaba el crecimiento económico, ya que en estas circunstancias “una economía más grande requiere utilizar las divisas para pagar importaciones”, según los autores.

Pasa que desde 2001, las importaciones eran mínimas, algo que es incompatible con las necesidades productivas para abastecer el consumo de la población.

El problema que comenzó a ocurrir desde 2012 fue que, al desacelerarse la economía bajaron las importaciones. Las divisas ya no alcanzaban para financiar el crecimiento. Desde 2010 había déficit de cuenta corriente, motorizado por el saldo comercial negativo, el pago de intereses y la remisión de utilidades. Allí comenzó un mal recurrente de Argentina: la restricción externa, que se produce cuando las importaciones superan a las exportaciones.

La situación se agravó porque los costos financieros se miden en dólares, que era lo que faltaba, precisamente. La dinámica virtuosa por la que los bienes de consumo bajaban y aumentaba la importación de bienes destinados a aumentar la producción no fue suficiente para evitar la falta de dólares (o restricción externa). Lo mismo, se mantuvo un moderado crecimiento y el nivel de empleo. Para eso, se controló el mercado cambiario y se racionó el comercio exterior.

Todo cambió abruptamente con la llegada de Mauricio Macri al poder. Éste, inmediatamente liberó la compra de divisas (al “abrir” el Corralito) y flexibilizó el comercio exterior, abriendo las importaciones.

Así el tipo de cambio se devaluó y el dólar pasó rápidamente  de $9,6 a $15. Luego, la inflación se duplicó, pasando del 25 por ciento entre noviembre de 2015 al 41 por ciento en diciembre de 2016. La recesión trajo una caída del 2,1 por ciento en la actividad económica.

La paradoja fue que, a pesar de que el consumo cayó un 0,8 por ciento crecieron las importaciones de bienes de consumo en un 8,5 por ciento, sustituyendo a la producción nacional. En una palabra, aumentando la mano de obra en países extranjeros y disminuyéndola en la Argentina.

La apertura comercial y de la cuenta capital provocó el egreso de las divisas, que antes estaban controladas. Los egresos, de esta manera, se financiaban con deuda externa y con el ingreso de capitales especulativos, que cuando iniciaron el reflujo (fuga) destruyeron la economía.

Como si esto fuera poco, las remesas de utilidades de empresas multinacionales hacia sus casas matrices se convertían en capitales especulativos y recién después eran enviados a las metrópolis, engrosados por los gruesos intereses que no existían en los países centrales.

Diferencias    

En el período del gobierno peronista, de cada u$s 100, 37 se destinaban a bienes de capital, mientras que durante el mandato de Macri sólo se invertían u$s 23. En cuanto a los bienes y servicios importados de consumo, en tiempos de los Kirchner se gastaban u$s 24 de cada u$s 100, mientras que en tiempos de Macri se destinaban sólo u$s 17 a esta cuenta.

El 60 por ciento de las divisas en los gobiernos de los Kirchner fue a financiar importaciones para expandir la oferta de bienes de consumo y para expandir su oferta. Macri sólo destinó el 40 por ciento a este rubro. En cambio, entre 2016 y 2018, ocho de cada u$s 100 se destinaron a pagar intereses de la deuda en moneda extranjera; u$s 36 a parar la fuga de capitales y u$s 14 al pago de la deuda externa. En total, u$s 58 de cada 100. Kirchner, en cambio, destinó a este rubro u$s 35 dólares de cada 100.

Entre 2016 y 2018, Macri fue el anfitrión de u$s 29 mil millones surgidos de capitales especulativos. En ese mismo período se volvieron a ir u$s 24 mil millones. Esa dinámica de los “capitales golondrina” detonó la vulnerabilidad externa que asuela a la Argentina de hoy.

Por otra parte, entre 2016 y 2018 ingresaron mediante créditos externos e inversiones de portfolio u$s 125.524 millones y partieron de nuevo, en concepto de pagos de intereses, remisión de utilidades y turismo u$s 128.208 millones. Así, el déficit de cuenta corriente fue de 5,4 puntos del PIB.

La cantidad de divisas disponibles aumentó considerablemente, como se puede colegir, pero su asignación no se destinó a aumentar la capacidad productiva, sino a alimentar un negocio financiero que sometió a la economía a una alta vulnerabilidad.

Lo peor fue que todo ocurrió mientras se desmontaban las regulaciones al movimiento de capitales especulativos, provocando una insustentabilidad que explotó en abril de 2018 y terminó con la vuelta de la Argentina al FMI.

Así se cerró, una vez más, un círculo vicioso que siempre culmina con la pérdida de soberanía y con la sumisión de un país –el nuestro-, que no puede despegarse de la dominación de los países centrales.

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