En una charla sobre Reforma Política dictada en el barrio de Belgrano, el titular de Nueva Dirigencia, Gustavo Béliz, afirmó que "la Argentina necesita una urgente convocatoria a elecciones en todos los niveles de elección popular: nacional, provincial y municipal. Pero también necesita como paso indispensable una reforma profundísima del sistema electoral, para que la salida institucional no se convierta en poco tiempo en otro callejón sin salida.
Y para esto, hay que tener mucho cuidado en no caer en una nueva trampa. Las diferentes oligarquías partidarias proponen como paso previo una reforma constitucional, lo cual llevaría un engorroso proceso de -como mínimo- más de 6 meses, para recién después estar en condiciones de establecer un llamado general a elecciones.
La estrategia constituye una nueva trampa de quienes no quieren resignar sus privilegios.
Ninguna de las reformas de fondo que exige hoy la reforma política necesita una reforma de la Constitución.
Veamos:
* -Se puede regionalizar el país -unificando legislaturas y disminuyendo gasto político- sin reformar la Constitución.
* -Se puede eliminar la lista sábana -permitiendo un voto más próximo entre candidatos y electores- sin reformar la Constitución.
* -Se pueden construir coaliciones parlamentarias-jerarquizando la figura del jefe de gabinete- sin reformar la Constitución.
* -Se pueden habilitar candidaturas independientes por afuera de los partidos sin reformar la Constitución.
* -Se puede regular y limitar severamente el financiamiento proselitista sin reformar la Constitución.
* Se puede cumplir con el precepto de voto "universal, secreto y obligatorio" agregándole el valor de "seguro" (mediante su emisión electrónica, con padrones depurados y sin necesidad de contar con punteros o fiscales partidarios), sin necesidad de reformar la Constitución.
* -Y se puede cumplir con la renovación total de todos los mandatos legislativos sin reformar la Constitución.
¿Cómo en este último caso?
Propiciando una real acefalía del Poder Legislativo. Los diputados y senadores que realmente estén dispuestos a avanzar con esta premisa, deberían renunciar a sus cargos, de modo de alterar profundamente las bases de la representación original de las Cámaras respectivas, vaciando de legitimidad popular a quienes queden en sus bancas.
De tal modo, se abriría la instancia para una nueva elección, por cuanto ni los requisitos constitucionales de quórum ni votos mínimos para aprobar una ley estarían cumplidos. Si esto se produjera, caería de hecho uno de los poderes del Estado, y hasta por vía judicial se podría convocar a una nueva elección fundacional del Congreso".