La política de la unidad, ¿alcanza para construir un proyecto político?

La política de la unidad, ¿alcanza para construir un proyecto político?

Por Horacio Ríos

Es una condición “sine qua non”, pero hay mucho más por hacer. El papel de Máximo. Los intendentes, felices.


Pasados –aunque no apagados- los fuegos del 24 de julio último, cuando se cerraron las listas de precandidatos, la campaña se inició con pocas luces, muchas quejas y poca política. Al menos, por ahora.

Antes de comenzar, viene a cuento una reflexión. ¿Todo será así en el futuro? ¿Habrá terminado la discusión política para siempre? ¿Llegó el momento de unos para mostrarse indignados y de otros para mostrarse a la defensiva? ¿Seguirán ofendiendo unos al resto y los otros se mostrarán agraviados, como si unos estuvieran obligados a ser los “Fiscales de la República” (con mayúscula) y los demás, vírgenes ultrajadas? ¿No habrá llegado la hora de comenzar a plantear los reales problemas del país?

La prioridad es mantener la unidad

En el Frente de Todos, que cerró en general sus internas con pactos de unidad, de todos modos los conflictos no están ausentes. Esto es la política y la política es, precisamente, la resolución de los asuntos pendientes. De todos modos, en la resolución de las polémicas tallan los liderazgos, algo de lo que carece la oposición

La Madre de Todas las Batallas se planteará en la Provincia de Buenos Aires, adonde el Frente de Todos conformó una lista de diputados nacionales que no fue el más complejo problema a resolver, precisamente.

A la cabeza de la lista quedó una de las esgrimistas preferidas del presidente, la titular del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, Victoria Tolosa Paz, que cuenta con la adhesión de la vicepresidenta. Ésta irá seguida por el ya exministro de Salud provincial, Daniel Gollán, también hombre del entorno de Cristina. Luego aparecen la representante del Frente de Todos, Marcela Passo (Massa); Sergio Palazzo (sindicalista de la Corriente Federal) va cuarto y Agustina Propatto, esposa de Sergio Berni, que lo mismo presentó una lista propia en la Segunda Sección Electoral, va en el quinto puesto.

Otro de los hombres del presidente es Daniel Arroyo (compartido con Massa), que aparece en el duodécimo lugar. Massa, por su parte, ubicó además a Mónica Litza (11ª), a Micaela Durán (17ª) y a Jorge D’Onofrio (20°). La Cámpora, al contrario de lo que se dijo, tiene en la nómina sólo a Constanza Alonso (9ª) y a Rogelio Iparraguirre (14°). Además de Palazzo, la Corriente Federal ubicó a Hugo Yasky, de la CTA de los Trabajadores (8°), a la judicial Vanesa Siley (7ª) y al titular del Sindicato del Cuero Walter Correa (18°). Además, renovarían Leopoldo Moreau (6°), Mónica Macha (15ª) y Claudia Bernazza (19ª), al contrario de Fernanda Vallejos, que quedó afuera de esta elección.

También estuvieron representados -en menor medida- en esta sección de la boleta electoral, los intendentes en la persona del exjefe comunal de Florencia Varela Julio Pereyra (10°) y por la esposa del matancero Fernando Espinoza, Liliana Pintos (13ª). Los movimientos sociales, que esperaban más, estarán representados sólo por Daniel Menéndez (16°), de Barrios de Pie y adjunto de Yasky en la CTA de los Trabajadores.

Hasta aquí, los candidatos a los que iluminan todos los flashes. Pero hubo una corriente subterránea que sólo fue advertida por los medios provinciales. Es la de los diputados del distrito, los que ejercerán su representación en la Legislatura platense.

Los grandes ganadores de este tramo de las boletas fueron los intendentes, una premisa lógica para un partido que necesita ganar una elección, que debe abrir las compuertas a los jefes distritales. El Frente de Todos gobierna en 70 de los 135 municipios bonaerenses, Juntos por el Cambio gobierna en 62. Además, hay dos que hegemonizan partidos vecinales –Villarino y Tres Arroyos- y uno que quedó para Consenso Federal, la fuerza que en 2019 lideró Roberto Lavagna.

Los intendentes, entonces, se quedaron con las listas provinciales, un tema álgido que en 2015 provocó una serie de movimientos sísmicos que quizás hayan sido una de las causales principales de la derrota del Frente para la Victoria. Es más, el 19 de enero de 2016 nueve intendentes –una cifra que luego se amplió a más de 20- firmaron el Pacto de San Antonio de Padua y redactaron un documento en el que le reprocharon amargamente a Daniel Scioli y a la propia presidenta saliente que hubieran colonizado las listas de candidatos, dejándolos huérfanos de representación en la Legislatura bonaerense, que en esos días se disponía a votar el Presupuesto de 2016, ya con María Eugenia Vidal ocupando la Casa de Gobierno provincial.

Volviendo al presente, el dueño de la lapicera fue Máximo Kirchner, que con una gran apertura profundizó su relación con los jefes del Conurbano, extendiendo su influencia hacia los líderes del interior bonaerense.

La euforia de los intendentes se tradujo, de alguna manera, en declaraciones de los intendentes de Carlos Casares y San Pedro. El primero, Walter Torchio, expresó que la confección de la lista “tiene que ver con convalidar a quienes conducen los territorios”, mientras que Cecilio Salazar manifestó que “respondemos total y absolutamente a la conducción del compañero presidente del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires”. Inusual.

De todos modos, tanto afecto tiene sustento, no sólo en el respeto por los líderes zonales, sino porque los votos responden siempre a la legitimidad de la representación territorial. Antes, la invasión de las conducciones nacionales en las listas distritales provocó escisiones que a la hora de contar los votos generaron muchos sinsabores al peronismo, en 1999 y en 2015, amén de hacerlo en otras elecciones de medio término (2009 y 2013).

El 12 de diciembre, Máximo Kirchner asumirá definitivamente la presidencia del PJ bonaerense, pero consolidó su designación en la actual instancia. El peronismo escupe a los mediocres con cierta crueldad y sólo respeta a quienes tienen carácter y muñeca. Conducir es persuadir, decía Perón.

El dueño de la lapicera fue Máximo Kirchner, que con una gran apertura profundizó su relación con los jefes del Conurbano, extendiendo su influencia hacia los líderes del interior bonaerense.

El incidente Berni

El día en que cerraban las listas, Sergio Berni inscribió una, liderada por él mismo en la Segunda Sección Electoral. Residente en Zárate, el ministro de Seguridad sostiene una histórica disputa con el actual intendente, Osvaldo Cáffaro. Disconforme con la lista que encabeza el secretario administrativo de la UOM San Nicolás, Naldo Brunelli, Berni pateó el tablero y presentó su nómina, a pesar de que su esposa figura en el quinto lugar en el listado de diputados nacionales.

Inmediatamente, todos los intendentes peronistas quedaron enfrentados a Berni, apoyados incluso por La Cámpora. Esto hace que el futuro de la lista del ministro sea incierto. A pesar de su amenaza de renunciar si no lo aceptan, la Junta Electoral difícilmente convalidará una lista que competiría con el esquema que se respetó en todas partes, que incluye a cuatro intendentes y a integrantes de La Cámpora y del Frente Renovador. Esta unidad fu demasiado trabajosa de lograr como para que se estropee tan fácilmente. Además, si la lista de Berni fuera habilitada, sus chances son tan remotas como la de la izquierda paleozoica de ganar una elección alguna vez.

Conclusiones

El peronismo, tras la muerte del General Perón, el 1° de julio de 1974, siempre transcurrió por breves liderazgos, casi todos consolidados por mandatarios que ocupaban la Casa Rosada, como Carlos Menem y Néstor Kirchner.

Entre 1974 y diciembre de 1987, con la aparición de la Renovación Peronista, existió un vacío absoluto en este sentido. Allí comenzó la efímera jefatura de Antonio Cafiero, que terminó abruptamente el nueve de julio de 1988, cuando perdió la interna con Carlos Menem, que se convirtió de esta manera en el candidato peronista que al año siguiente se convertiría en presidente.

En 1999, Menem le entregó el poder a Fernando de la Rúa y cedió de esta manera su liderazgo, que de todas maneras sostuvo de manera residual hasta que en 2003 compitió por la presidencia con Néstor Kirchner. A éste lo derrotó por sólo dos puntos, pero cuando debía competir por el “ballotage”, Menem se retiró ante sus casi nulas chances de triunfar.

Este avatar le abrió paso al santacruceño, que hasta su prematura muerte, el 27 de octubre de 2010, ejerció una férrea jefatura, que desde entonces quedó en manos de Cristina Fernández de Kirchner, a quien no le interesaba llevar adelante esta función, pero que debió cumplirla, casi a su pesar. A ella sólo la sostienen hasta hoy en su papel de armadora política su talento, su visión estratégica y su fuerte personalidad, pero es seguro que si existiera alguien que ejerciera virtudes parecidas a las de su persona, Cristina gustosa cedería algunas funciones, aunque no todas, probablemente.

Hoy, a pesar de la oposición de muchos caciques distritales (léase gobernadores e intendentes), ella es el sostén de la estrategia del Frente de Todos, que hasta ahora les sirvió (a todos) nada menos que para derrotar al poder del círculo rojo, cuyos cerebros se desesperan por estos días para encontrar a quien sea capaz de anularla.

De todos modos, la certeza de que nadie más puede pensar como ella la política, mantiene a los patitos en fila. Todos recuerdan que después de diciembre de 2015, con una fuerza que se dispersaba y se anulaba en fútiles peleas de todos contra todos, ella se retiró del poder convocando a una movilización de al menos un cuarto de millón de personas en Plaza de Mayo.

Luego, tras soportar una intensa persecución judicial, que incluyó amenazas que afectaron directamente a sus familiares más cercanos, fue capaz de construir una alternativa política que llevó al triunfo al Frente de Todos, con una parada intermedia en la crucial elección de 2017, cuando la dispersión se acabó y los actores comenzaron, lentamente, a confluir nuevamente bajo su influencia. Esta etapa culminó exitosamente el 10 de diciembre de 2019. Y esto lo consiguió cediendo el primer lugar en la lista, algo que muy pocos políticos argentinos serían capaces de hacer.

Alguna autocrítica debería haber en este mezquino mundo de la política. Queda como una deuda que deberá ser saldada algún día, le pese a quien le pese. Hay mucha cortedad a la hora de hacer política.

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