Hoy parece una discusión extemporánea, pero seguramente resurja -y con fuerza- si se confirmaran los pronósticos y el Gobierno sufriera un (otro) duro traspié en la elección de este domingo. Si bien, por la dimensión de la crisis económica ya vigente y la consecuente crisis política que se puede desatar, los focos estarán puestos en qué pasará el lunes 15 de noviembre, la discusión de mediano plazo en el peronismo es igual de apasionante. Y puede resumirse en una pregunta: ¿con este presente en 2021, qué futuro se puede esperar en el 2023?
Como pocas veces desde la vuelta de la democracia, el PJ encuentra a sus principales figuras sufriendo un desgaste profundo ante la opinión pública. Si bien la apatía de la sociedad con la política impacta en el grueso de la dirigencia, en el caso del oficialismo las señales son alarmantes.
El 2019 ya había dado una pista. Cristina Kirchner, principal referente del espacio, debió (y decidió, con inteligencia estratégica) bajar un escalón y ceder la principal candidatura a un dirigente que por entonces sólo soñaba con conseguir alguna embajada en el exterior.
Esa martingala con Alberto Fernández de candidato tuvo un rotundo éxito electoral y un arranque de gestión promisorio. Tanto, que sin un entusiasmo desmedido, porque la pandemia lo limitaba, algunos comenzaron a pensar: ¿por qué no un segundo mandato del actual presidente?.
En paralelo, corrían las otras variantes. Las de la propia vicepresidenta y la de La Cámpora, con dos figuras centrales: Axel Kicillof y Máximo Kirchner.
Ambos aparecían (y aparecen, aunque más tímidamente) como variantes posibles en 2023, para la Nación y la Provincia (y viceversa).
La derrota en las PASO y la brutal intervención de Cristina sobre la gobernación bonaerense, con un maltrato inédito para quien era hasta entonces su dirigente dilecto, abren serias dudas sobre el futuro de Kicillof. Y será difícil también que otro traspié como el de las primarias en la principal provincia del país no impacte en Máximo, uno de los referentes claves del distrito.
Los números de los 4 personajes mencionados son malos. Muy malos. Con matices, en todos los casos, la imagen negativa de Cristina, Alberto, Axel y Máximo duplica a la positiva. Y cosechan un rechazo aún más alto en provincias urbanas y muy pobladas, como Córdoba, Mendoza o la Ciudad de Buenos Aires. Será difícil para ellos pensar en una candidatura nacional, con ese panorama.
¿Y Sergio Massa, el quinto elemento de ese armado? Por edad y por experiencia de gestión, podría ser una variante que emerja de la disputa y para ello trabaja el actual titular de la Cámara de Diputados. Pero su ponderación, en muchos lugares, es peor aún que la del cuarteto anterior.
Básicamente, porque Massa no concentra necesariamente todo el apoyo del kirchnerismo duro y perdió el plus que tenía entre el electorado más moderado. En el marco de la grieta, pocos le perdonan sus saltos de vereda: kirchnerista 2005-2013, antikirchnerista 2013-2017, indefinido 2017-2019 y kirchnerista 2019-2021.
¿Y si no son ellos, quién? Por default, habría que pensar en algún gobernador del interior. Alguna vez vino a Buenos Aires el chaqueño Jorge Capitanich con ese sueño y terminó deglutido por la grieta. También se supone que algo de esto tentó a Juan Manzur para pedir licencia en Tucumán y asumir como jefe de Gabinete. El resultado de la apuesta está por verse: incluso hay dudas sobre cuál será de su futuro inmediato, si se confirma la derrota electoral.
Otras variantes peronistas que intentaron colar por el medio, como Roberto Lavagna, Florencio Randazzo y Juan Manuel Urtubey, fracasaron.
Así, el escenario 2023 para el peronismo aparece abierto. Muy.