Cronológicamente nos llegan las “fiestas de fin de año”. Para estas fechas los saludos formales decían “Feliz Navidad y próspero año nuevo”. Hoy cuesta decirlo sin sentirse ingenuo o hipócrita.
Hace algunas décadas podíamos decirlo con tranquilidad de conciencia y el alma llena de esperanza, con la convicción de sabernos miembros de un movimiento popular mayoritario humanista y cristiano, que simbolizaba la solidaridad social obsequiando pan dulce y sidra para brindar por una patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
La Navidad era la celebración de una buena noticia filosóficamente compartida más allá de la fe. El niño Jesús es el advenimiento de un Dios humilde, que exige justicia con opción preferencial por los más pobres. La Navidad es el nacimiento del modelo moral del hombre nuevo.
Los militantes del nacionalismo popular revolucionario humanista y cristiano comprendíamos la inescindible unidad entre la moral del hombre nuevo y la capacidad de cambiar las estructuras de la dependencia y la injusticia. Decíamos con Evita: “el peronismo será revolucionario o no será nada”.
La penetración cultural neocolonialista fue infiltrando en “las fiestas de fin de año” la figura de un gordo inexistente prometiendo la falsa felicidad de un consumismo ilusorio. La figura de Jesús transmite un mensaje de moral transformadora de la injusticia. La figura de Santa Claus transmite un mensaje de moral conservadora del status quo.
La fiesta de la Natividad celebra el nacimiento de una prédica que interpela a los que tienen cualquier tipo de poder exigiendo que “no se puede servir al mismo tiempo a Dios y al dinero”. Es un mensaje ético que “dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”.
El mensaje ético de Jesús en Belén es la buena noticia de la LIBERACIÓN de los oprimidos.
El mensaje ético del consumismo de Papá Noel es el regalo limosnero de un poderoso.
Los militantes del peronismo revolucionario celebramos la moral del hombre nuevo que nace en el pesebre de Belén con la convicción de que la transformación de las estructuras de la opresión y la dependencia exige asumir la militancia política con vocación de sacrificio al servicio de la grandeza de la Patria y la felicidad del Pueblo. Ese es el peronismo humanista y cristiano con el que la “juventud maravillosa” hizo historia heroicamente.
Tras casi 40 años de democracia, hoy no se vive con felicidad la Navidad ni se espera que el año nuevo sea próspero. Lo que hoy se identifica como peronismo tampoco se comporta como el movimiento popular revolucionario humanista y cristiano.
Hoy no se crea trabajo digno con el ejemplo de Jesús en la carpintería, sino que se reparten mendrugos para ollas populares en sintonía con la falsa Navidad de Papá Noel.
Despertemos el verdadero espíritu revolucionario de la Navidad de Jesús. Argentina lo necesita.