Es difícil de aceptar para los hombres de bien que abundan en esta Patria, pero el espejo de Argentina se encuentra ubicado, por estos días, en el este de Europa, en Grecia y Turquía, más precisamente.
No hay similitudes geográficas con estos lejanos países, ni afinidades idiomáticas, ni musicales, ni étnicas. Lo que nos asemeja a ellos es la ruinosa situación económica por la que debieron pasar ambas naciones después de haber sido saqueadas por otras potencias –europeas, en este caso- en primer término y arrasados por el FMI y por el Banco Europeo, en segunda fase. La consigna para ellos fue: entréguenos sus riquezas primero y páguelas por nosotros, después. La eterna exigencia de las potencias imperiales.
¡¡¡Basta de buenos modales!!!, hubiera exigido un gaucho federal, antes de comenzar a recitar: ¡¡Tin, Tin, Refalosa sin violín!!. Crueldad patriótica.
El ajuste que impuso el Fondo Monetario Internacional es tan radical que desembocará invariablemente –si se acepta a rajatabla- en la reproducción hasta el infinito de episodios como el de la cocaína doblemente infecciosa que asesinó a 24 desheredados la semana última en la zona norte del Gran Buenos Aires. En condiciones de pobreza extrema, los narcotraficantes reclutan a sus soldados, a sus vendedores y aún a sus clientes, que por $500 se sumergen por un rato en efímeros paraísos artificiales, para luego volver a insertarse en su desesperanzada realidad.
En 2020, el Gobierno apeló a la emisión de moneda –eufemismo de financiarse con el Banco Central- para cubrir el déficit primario. La emisión fue asimilable al 7,3 por ciento del Producto Bruto Interno. En 2021, esa cifra se redujo al 4,6 por ciento del PBI. Para el año que corre, la idea era apelar Banco Central hasta el 1,8 por ciento del PBI, pero el FMI exigió que no sea mayor al uno por ciento. Para el 2023, la rispidez monetaria exigida es aún mayor. Mientras que en la Casa Rosada se planeaba sostener en el 1,8 por ciento del PBI la emisión, los kristalinos reclamaron que se reduzca al 0,6 por ciento.
Si el Gobierno cediera en estas dos proyecciones (el uno por ciento en 2022 y el 0,6 en 2023), las revueltas sociales serían inevitables. El dinero que no se invierte en el área social no se puede destinar a financiar a una casta de burócratas bancarios que ni siquiera conocen Villa Palito.
Paralelamente, frente al déficit primario del 3,3 por ciento del PBI planificado por el Gobierno para 2022, el FMI exige –no existe la buena educación en el ámbito financiero- reducirlo al 2,5 por ciento. Para paliar la situación, el Gobierno podría bajar en un 0,5 por ciento esta cifra disminuyendo los subsidios. Pero para conseguir los otros dos puntos adicionales, se deberían bajar los planes sociales, las jubilaciones y los salarios de los empleados públicos. O sea, más piquetes, más calles cortadas, más automovilistas enojados y la oposición pidiendo más tonfazos y más guardias de infantería.
Lo mismo, casi calcado, ocurre con la proyección del financiamiento del Banco Central. El 1,8 por ciento del PBI planeado se contrapone al uno por ciento que exige el FMI, que culminaría con las mismas consecuencias descriptas en el párrafo anterior (tonfas, gases lacrimógenos y cargas de la Guardia de Infantería).
Como se puede suponer, para lograr estos magníficos objetivos favorables a Black Rock, NML Capital, Aurelius, Blue Angel Capital, Pimco, Fidelity, Templeton y Oliphant, los “populares” Vulture Founds (Fondos Buitre) o “holdouts” (los que se quedan afuera), se precisan indefectiblemente tasas positivas de interés y la vuelta de las normas de la Patria Financiera (con o sin “el Messi de las finanzas, que juega en la Champions League). Paralelamente, porque una cosa excluye a la otra, será necesario degradar los salarios, los planes sociales, los subsidios al consumo y el Estado deberá cumplir con sus obligaciones sin tener en cuenta la inflación. Así, por ejemplo, caerían las transferencias a las provincias.
Pros y Contras del acuerdo con el FMI
Al firmar, se genera certidumbre frente a las “expectativas del mercado”, que los mismos acreedores se encargan de activar y desactivar en función de sus objetivos, en una inaceptable actitud chantajista que pervive a través de los años.
Al mismo tiempo, el acuerdo permite extender los plazos de vencimiento a objetivos más realistas, de acuerdo con los ingresos del Estado argentino.
También se gana tiempo, porque la soja está en u$s600, a la vez que China se ve por este año obligada a buscar alimentos en el extranjero, para lo que el acuerdo con el FMI era indispensable. Era una exigencia china que Argentina lo hiciera, sino ningún acuerdo con ese país se hubiera firmado.
La primera contrariedad surge de las revisiones trimestrales que el FMI se dispone a realizar. En ese caso, los mercados se mantendrán en permanente zozobra –ante la posibilidad de que los “kristalinos” presenten objeciones a la marcha de la economía-, con lo que la presión sobre el dólar y las tasas será igualmente constante y la fuga de capitales se acentuaría.
La misma circunstancia –la revisión trimestral de la marcha de la economía- se convertirá rápidamente en una intromisión permanente en la política, tornándose intolerable. No hay que olvidar que serán 30 revisiones en total, al menos en una primera etapa.
Después de pagar u$s5.600 millones al FMI, en febrero vencen 500 mil millones de deuda en pesos –parte de la que fue reperfilada-, pero no quedan casi reservas en el Banco Central, necesarias para enfrentar una eventual falta de refinanciamiento de los bancos.
Otro problema de difícil solución es que las reservas seguirán siendo negativas hasta abril de 2022. Además se calzaron bonos en oro contra los bancos hasta que lleguen los dólares de la cosecha gruesa y el Banco de Inglaterra ya comunicó que no va a devolver las 11 toneladas de oro que les envió Sturzenegger en 2017.
El acuerdo con el FMI se aprueba con el voto de 104 a 110 diputados, lo que vuelve responsable de aceptar el acuerdo al propio bloque del Frente de Todos, ya que se descuenta que casi toda la oposición votará en contra. Al menos, hasta el momento en que se escriben estas líneas.
La trampa del acuerdo
No existen ingenuos en el mundo real, en todo caso, existen los estúpidos. La pretensión de bajar el déficit fiscal sin efectuar emisión de moneda es un atajo hacia el conflicto social. En ese caso, para reemplazar la emisión, sólo cabría la generación de un blanqueo para que regresen los dólares fugados o salir a buscarlos pistola en mano con la justicia, algo que será muy difícil de concretar.
El dólar Blue está muy alto, pero si no hubiera habido acuerdo no existiría un valor relativo, sino un valor miedo. El precio de conversión del dólar oficial estaría en estos días en los 110,50 a precio vendedor.
Paralelamente, el FMI pidió que se recompongan las reservas, lo que se realizará a partir de abril, a razón de u$s1.500 millones por mes. El dólar oficial ajustado por tablita a un promedio del tres por ciento mensual, con un ajuste correctivo cada cuatro meses que se discutirá con el FMI llevaría el valor de la verde moneda a $155 a $160 en diciembre de este año, tal como lo adelantó Noticias Urbanas a fin del año pasado.
El mismo día en que esta publicación llega a las redes, subirán las tasas de los bancos entre uno y dos por ciento. Esta tasa atrapa sólo al cinco por ciento del circulante, que si no se podría deslizar hacia el Blue, elevando su precio innecesariamente.
Para recomponer las alicaídas cuentas del Estado, en junio se enviaría al Congreso un aumento del IVA, exceptuando a alimentos y bebidas, que sería elevado al 23 por ciento. Antes, en abril, podría llegar al ámbito parlamentario otro impuesto “excepcional” a la riqueza.
China: Una solución y varios problemas
Los acuerdos con China fueron cuestionados seriamente en algunas oficinas del Gobierno. El punto es que mantienen las características esenciales de la vieja escuela inglesa: generar infraestructura para llevarse las materias primas a precio vil.
El otro cuestionamiento tiene que ver con la estrategia del Collar de Perlas de China. Éste es una vasta red de instalaciones militares y comerciales, que se extienden por Asia, África y América Latina. Esta estrategia, según algunos sectores del Gobierno, amenaza la soberanía argentina sobre sus propios puertos.
Los mismos sectores se quejan porque “avanzar con China es peor que negociar con Estados Unidos. El default siempre es posible en el mundo capitalista, con el comunismo es diferente”.
El problema de confiar en los dragones es que se los debe mantener contentos. Quien juega con fuego jamás sale indemne.