L a Ciudad de Buenos Aires ha avanzado en el tratamiento de los Residuos Sólidos Urbanos (RSU), pero aún le falta muchísimo para alcanzar standards aceptables. Entre 2010 y 2017, desde la ciudad disminuyeron en un 47,22 por ciento los residuos enviados hacia el relleno sanitario de la Coordinadora Ecológica del Área Metropolitana (CEAMSE) denominado Norte III, situado en territorio del Partido de San Miguel. Es una cifra que convoca al optimismo, pero absolutamente insuficiente, de acuerdo a las metas que el propio Gobierno se planteó.
Para explicar la situación, es necesario retrotraernos hasta 2004. Ese año se enterraron en los Centros de Disposición Final 1.497.656 toneladas de residuos. En enero de 2006 fue promulgada la Ley 1854, que fue conocida como Ley de Basura Cero, que tomando como base ese número de 2004, estableció las metas de disminución de enterramiento de RSU.
En esta ley se fijaban los lineamientos de la manera en que iba a ser disminuido el volumen de los RSU, para generar una mejor calidad de vida y, de paso, para abortar las protestas de los residentes cercanos a los Centros de Disposición Final, que se quejaban por la contaminación y los hedores que se producían con el enterramiento de basura en sus propios barrios. Hasta el entonces intendente de Avellaneda, Oscar Laborde, encabezó una protesta.
Las metas que se fijaron en la Ley de Basura Cero, muy deseables, muy bienintencionadas y bien explicadas, jamás se alcanzaron. Para dar una idea del incumplimiento, basta saber que para el año 2010 debían haberse enviado a Norte III 1.048.359 toneladas de RSU, pero se envió el doble: 2.110.122 toneladas. La siguiente meta establecía que en 2012 debían haberse enviado 748.828 toneladas, pero se enviaron 2.131.072 toneladas. Para 2017, la basura enterrada debió haber alcanzado las 374.414 toneladas.
Así y todo, en 2017 se enterraron, a pesar del buen avance en el método de tratamiento de los residuos, 1.113.722 toneladas, el triple de lo que se establecía en la Ley de Basura Cero.
Cambios en las metas
Claro que antes, el tres de mayo de 2018, en la Legislatura porteña se aprobó una modificación a la Ley N° 1854. Por medio de la Ley N° 5.966 se estableció que, tomando como base lo enterrado en 2012, que fueron 2.131.072 toneladas, se debía alcanzar el 50 por ciento en 2021 (1.065.536 tn); el 65 por ciento en 2025 (745.875 tn) y el 80 por ciento en 2030 (426.214 tn).
En 2021, la Ciudad de Buenos Aires volvió a incumplir su meta, al enviar a Norte III 1.346.292 toneladas de RSU. Y todo hace pensar que seguirá alejándose cada vez más de la consigna de Ciudad Verde que publicita por todos los medios a su alcance.
Pero lo peor es que el Gobierno porteño incluyó en la modificación de la Ley N° 1854 la autorización para volver a la incineración de residuos, que estaba expresamente interdicta en la Ley de Basura Cero.
Existen tecnologías de incineración de basura, pero son muy caras para el Tercer Mundo y exigen una inversión constante en el mantenimiento de las instalaciones que resultan muy difíciles de sostener en el tiempo y hacen pensar que terminarán o como una inversión fallida o en un desastre ecológico de magnitud.
Andrés Nápoli, director ejecutivo de la Fundación de Ambiente y Recursos Naturales, se mostró preocupado por esta circunstancia. En tal sentido afirmó recientemente que “lo que hay detrás, creo que es una impericia en primer lugar. Es la búsqueda de soluciones mágicas. Es decir, tenemos un problema con los rellenos sanitarios, en Europa hay incineradores, ergo, traigamos incineradores y hagamos lo que hace Europa. Ésa es la consigna con la cual alegremente el ministro de Medio Ambiente y Espacio Público planteó el tema, diciendo además que los incineradores generan vapor de agua. Este grado de irresponsabilidad es lo que ha abundado en el tema. Yo no sé si hay un negocio detrás, sé que los incineradores son muy caros, salen 500 millones de dólares cada uno, se dice que se van a poner seis. Además, producir energía con basura sale muy caro también”, finalizó.
Reducir, Reutilizar, Reciclar
El problema central es que la basura a alguna parte tiene que ir a parar. Si no va al enterramiento, debe ser reciclada, porque no existe otra vía. En Buenos Aires se instalaron miles de contenedores, pero éste es sólo el comienzo del camino, porque después la basura debe llegar a ellos en la forma correcta.
Esto es, hay residuos secos –papel, cartón, vidrio y plástico- y residuos húmedos, que son principalmente restos de comida, es decir, que son biodegradables. Ambas clases de basura deben tener cada una su contenedor, porque los primeros deberían llegar a los Centros de Separación para convertirse nuevamente en materias primas industriales y los segundos tendrían como destino a los Centros de Disposición Final.
Sumadas, ambas clases de residuos representan el 70 por ciento de la basura que se genera en la ciudad. El resto son los áridos, es decir, restos de obras, de podas de árboles, escombros, demoliciones y tierra sobrante del movimiento de suelos. Los restos de las podas se convierten en compost, que es un abono muy eficiente, que suele utilizarse en parquizaciones y cultivos.
Para que los contenedores se llenen de manera correcta, es decir que los que son para secos deben ser cargados con lo reciclable y los que son para húmedos, con restos de comida, se debe implementar una fuerte campaña de concientización, que no sólo debe ser publicitaria, sino que debe llegar a las escuelas primarias y secundarias, a los centros comerciales, a los espectáculos deportivos y a todos los lugares en los que haya grandes concentraciones de gente con tiempo libre para invertir en escuchar a los educadores.
En algunos países europeos, como Italia, cada habitante recibe en su casa un folleto explicativo en el que se le explica en detalle al ciudadano a qué contenedor debe ser destinado cada objeto que va a parar al cesto de residuos. Luego, se le explica en qué color de bolsa se deben colocar los residuos y qué día los debe depositar para su recogida. El plástico va en bolsas amarillas, el orgánico en bolsas negras, el papel en bolsa blanca y el vidrio en contenedores celestes.
De no implementarse algunas de estas medidas, aunque sea parcialmente, la situación tenderá a agravarse progresivamente, porque además los márgenes de negociación de las autoridades porteñas con sus vecinos bonaerenses será cada vez más estrecho si no se reducen considerablemente los volúmenes de residuos que se envían a los Centros de Disposición Final.
Y dicen que a Norte III sólo le quedan cinco años de vida, en el mejor de los casos.
Juan Gelman recitó alguna vez el Gotán, en el que se lamentaba porque
“Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo”.
Aún seguimos recordándolo.