El tema de los corredores humanitarios se ha transformado en un tema clave por cómo viene el desarrollo del conflicto en territorio ucraniano. Son varias las ciudades sitiadas total o parcialmente, tanto en el este como en el sur y el norte. La ecuación aquí es absolutamente simple. A Ucrania no le conviene que la gente salga de las mismas y mantenerlos de rehenes y a Rusia le conviene limpiar el lugar de civiles, pretende el asalto o el combate directo con los batallones neonazis como el Azov o Aidar, uno de los principales objetivos militares de la ofensiva de Vladimir Putin en ese país.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que por pedido del Presidente Volodomir Zelenski todos los varones civiles entre 18 y 60 años deben quedarse en el país para alistarse como “voluntarios” en la defensa del país. Ese cepo a la salida sumado a la no cooperación –sobre todo de los batallones ultranacionalistas- en la retirada de los civiles que así lo desean, ha complicado muchísimo la situación para la resolución de la crisis y en las negociaciones en Bielorrusia. Es la que mantiene el status quo actual, en el cual Rusia avanza y estrecha el cerco en distintos puntos del país donde la crisis humanitaria llega a límites insostenibles y con conflictos dentro de las mismas como en Mariupol, donde se registran más víctimas por el terrorismo interno que por los bombardeos rusos. Y otros objetivos son destruidos quirúrgicamente de a miles.
Si lo que se pretende realmente es proteger la vida de los civiles, sería una oportunidad ideal para la intervención de la ONU y sus Cascos Azules con la idea de garantizar la imparcialidad y la concreción de la medida y evitar que sean tomados como rehenes, o que caminen por caminos minados, pero en el organismo multilateral o no hay voluntad real de salvar a los civiles, o saben que va a ser muy riesgosa la misión y podrían correr peligro a manos de los batallones irregulares que se comportan como cualquier ejército terrorista, sin respetar ninguna convención de guerra.
En el flanco Oeste de Ucrania, donde hay menos relación de la ciudadanía con Rusia, son más europeos por decirlo de una manera entendible, donde también rige el cepo de salida, se ha registrado ya un número de emigrantes-refugiados que supera los tres millones, la gran mayoría niños, ancianos y mujeres, ya que si no les es imposible salir. Se calcula que solo el 10 por ciento de esa cifra proviene de los tres frentes donde están avanzando los rusos, o sea que daría la impresión que los civiles que voluntariamente se quedan a pelear, es porque están “enganchados” en la doble jugada del Presidente y los batallones. En las zonas donde esto no sucede, lógicamente hay mucho temor entre la población que motoriza el éxodo hacia Polonia centralmente, pero también a otros países linderos. En un país de 40 millones, donde la mayoría no puede salir, que se hayan ido más de tres millones y en Europa afirman que podrían llegar a cinco, marca una clara tendencia a huir del conflicto.
EEUU, Gran Bretaña y Canadá entrenaron y rearmaron con armamento moderno y sofisticado desde 2015 al ejército ucraniano, pero sobre todo a los batallones Azov y Aidar para que, llegado el momento, pudieran dar el golpe en Donbass y echar masacrando a los separatistas prorusos de esos territorios. Era la condición indispensable para consolidar la posición de ataque de la OTAN (oculta tras la maniobra) en los territorios linderos con la Federación de Rusia. También era una provocación intolerable para Putin que venía intentando diplomáticamente hace años discutir un plan de seguridad en Europa -y si fuera posible global -para evitar lo que ya se sabía por fuentes de inteligencia que se venía gestando. Así el monitoreo de la OCSE, los acuerdos de Minsk y toda negociación referida al conflicto en el Este (la punta del iceberg de la negociación mayor) era evitada por Occidente que ignoraba a Rusia y seguía martillando con artillería continua los territorios separatistas. Ante la inminencia del hecho, Putin y su canciller Seguei Lavrov intentaron la última bala –a principios de año- tanto con Estados Unidos como con la Unión Europea, la posibilidad de discutir acerca de ello y acercaron la posición rusa a Washington y a Bruselas. No solo no fue discutido, sino que ni siquiera fueron escuchados. Tanto EE.UU como la UE rechazaron de plano la solución diplomática de la seguridad. Unos pocos ya sabían de la operación en marcha (un puñado de países) y otros por el seguidismo irracional que hacen ciertos países europeos detrás de los objetivos de Estados Unidos. Terminan dándose casi siempre un tiro en el pie con las sanciones que ellos aprueban, el dinero que ponen y pierden y cada vez quedan más lejos de la discusión global, algo que a EE. UU y a Reino Unido no les pasa (¿tendrá algo que ver el Brexit con esto?). Angela Merkel lo sabía y trataba de alterar esa lógica o al menos de retrasar y no colaborar con lo que a la UE no le aportaba nada. El momento indicado fue cuando ella no estuvo más al comando de Alemania y cayó su influencia en Europa.
A Putin no le quedó otra alternativa que juntar sus tropas e intentar hacer una operación quirúrgica y lo más rápida posible para plantear por la fuerza lo que ya no tenía vida en la diplomacia.
Llevamos tres semanas de conflicto y por supuesto que hay cientos de muertos civiles de los dos bandos (Donetsk y Lugansk también son atacadas), hay millones de refugiados, miles de muertos en combate o ataques de ambos lados, una negociación que lentamente va avanzando y mejora con los días, solo retrasada por el incesante envío de armamento de Occidente a Ucrania, atentando contra la paz y jugando al límite del conflicto global. Que obviamente no desea la OTAN ni Rusia tampoco. Parece que a Estados Unidos poco le importa la vida de los civiles ucranianos y la cuestión humanitaria. Apela a la épica mediática de la “heroica defensa de los ucranianos” cuando la OTAN sabe que el final, bélico y negociado a la vez, quizás dentro de dos o tres semanas, dejará las cosas mucho peor para ellos desde lo estratégico que como estaban antes de la llegada de Rusia. El mundo se reconfigura con todos los actores y no solo juega Occidente, el planeta es un poco más ancho y las potencias son siempre las mismas, cambian los intereses y se agruparán de una manera distinta generando escenarios nuevos en la multilateralidad. Arabia Saudita, Israel, India, Sudáfrica, Brasil y por supuesto China y Rusia, entre otros, serán actores de ese mundo entrelazado con un rediseño –que aún no conocemos- pero muy distinto al anterior.
Quién pagará las pérdidas millonarias de Ucrania, su futuro político y el de toda esa zona (incluye a los países bálticos y escandinavos que van mutando su actitud), la crisis energética para todo el planeta y su intrincada resolución, el recambio de proveedores de alimentos y tecnología, el crecimiento del yuan respecto al dólar en el comercio mundial y los criterios de seguridad de cada potencia, región y cada nación verán una nueva luz que los guíe. Eso es lo que está en juego de acá hasta el final del conflicto en Ucrania.
La guerra híbrida (mediática, bélica y ciberguerra) que propuso la OTAN contra Rusia tuvo su bautismo de fuego, luego de ser diseñada poco menos de 10 años atrás. Una Rusia agredida hasta el límite sobre las líneas rojas, respondió con su fortaleza y lo que vamos a ver es que cuando pase lo peor, seguramente no estará tan sola en el escenario global. Todo pasa, como decía Don Julio. Solo que –por ahora- demonizada por el mismo accionar que otros hicieron en Yugoslavia (sin el ok de la ONU) o Medio Oriente, parecería que terminará aislada totalmente (eso dicen CNN, BBC, La Nación+ o si lees Infobae). A la guerra híbrida le va muy bien en esta etapa y sigue cosechando aplausos de los parlamentos occidentales. Pero el contraataque a esa acción ya llegó y empieza a conformarse lentamente en todos los rincones del mundo. Aunque algunas cosas ya están claras, son tiempos de definición y los grandes de la historia (antigua y moderna) deben equivocarse lo menos posible. La multilateralidad del poder en el mundo actual y post Ucrania ya se consolidó y le arrebató a Estados Unidos el status de potencia hegemónica y esa sí es la primera noticia cierta. Biden y las Agencias norteamericanas lo lograron. Ucrania pasará y poco les importará, ya tendrán otras prioridades. Lucharán como puedan por bajar la creciente inflación interna, para buscar energía barata quizás con otra guerra, para contener a una China pujante que – a pesar de ser funcional a Rusia- no se desgastó en el conflicto, y fundamentalmente para frenar a Donald Trump que está primero en todas las encuestas para la próxima elección.