Este jueves se reúnen en la sede de la Unión Europea en Bruselas muchos de los países complotados para operar en el mayor escenario de xenofobia al que haya asistido el mundo moderno: la Rusofobia.
En este caso, preparado por Estados Unidos y obedecido a pie juntillas por la OTAN y el G7, que se reunirán –casualmente- horas antes, la Unión Europea con los presidentes Joe Biden y Volodimir Zelenski como invitados especiales, los mandatarios del viejo continente evaluarán hasta qué punto siguen el libreto dictado por Washington como hasta ahora o cambian y centran la discusión en los puntos en los que sostienen coincidencias plenas y se protegen de algunas cuestiones que claramente les van a jugar en contra cuando el tema bélico llegue a su fin.
Esta construcción de demonizar al país que antes fue el corazón la Unión Soviética y a todos sus líderes en cualquier etapa de su historia, es algo que ya viene de hace mucho tiempo. Rusia, en el relato diseñado por los británicos y los Estados Unidos, es la encarnación del mal en la tierra y todas aquellas cosas malas que se le puedan adjudicar y contribuyan a solidificar la imagen de “demonio del planeta” fueron creadas y magnificadas, más allá de que no cuenten la verdad, oculten o nieguen la realidad y, sobre todo, mantengan en alto la vara del doble standard.
El relato empezó hace años, por no decir siglos, pero para no remontarnos más allá del Siglo XX, la historia occidental, cuando habla de los vencedores de la segunda guerra mundial que liberaron al mundo del nazismo y de Adolfo Hitler, son muchas las veces que hablan (y documentan con films y todo tipo de penetración cultural) del heroico desembarco de Normandía o de la estoica defensa de Londres ante los bombardeos incesantes del Tercer Reich, pero rara vez se detiene en el asedio de Leningrado, hoy San Petersburgo o en los 25 millones de rusos que murieron para la liberación europea.
Tampoco se cuestiona demasiado la masacre de Belgrado y la ex Yugoslavia, bastante olvidada en los recuerdos de quienes luchan por la paz y quienes aman y ganan mucho poder y dinero haciendo la guerra.
Podemos hablar de la farsa de la Primavera Árabe, que hizo desparecer literalmente un Estado próspero como lo era Libia y otros tantos arrasados, como Irak o Afganistán. Pero no hay “Yanquifobia” en los relatos occidentales porque siempre los que escriben, filman o cuentan la historia están parados en la vereda del bien.
Del otro lado de la raya están los malos, casi siempre encabezados por el mismo país. El que hizo ganar con fraude a Donald Trump, el que desestabilizó a España con la secesión de Cataluña y todas aquellas miserias que suceden en la parte oeste del planeta tienen su origen en Moscú.
En esa ciudad parece que solo habitan los espías del mal (herederos de la KGB), asesinos a sueldo, ejércitos privados, mafias de cualquier tipo, hackers que operan como terroristas cibernéticos y todo tipo de desestabilizadores.
Por eso hay que hacerlos desaparecer y la violenta rusofobia desatada en este momento, pretende llevarse puesta a una de las tres grandes potencias del mundo. Todo el mundo que se alinea con Estados Unidos, Quads, OTAN, Aukus, UE, ONU y OEA, aplauden las medidas Made in USA, que son las que necesita la primera potencia mundial para ordenar a todos los patitos en su plan de arrodillar a Rusia.
¿Sirve para todos? Y…sería bueno preguntarle a Ucrania cómo le va con el seguidismo tozudo de su Presidente y su gobierno neonazi, que ve como su pueblo y su país sufren la muerte, el hambre, el frío, el destrozo de su aparato productivo, energético, militar y la crisis humanitaria terrible, no se sabe en nombre de qué.
Zelenski no desea detener la guerra y continúa con su “actoral” patriotismo. Puede negociar bien y ser un gran Presidente en lugar de esperar a que mueran todos para darle el gusto a la OTAN de la que dice renegar. Mentira tras mentira y que siga el show.
En nombre de la libertad de expresión, la UE no dudó en sacar a RT y a Sputnik -dos cadenas rusas de información- de sus pantallas, al mismo tiempo que Facebook e Instagram, entre otros gigantes norteamericanos de la comunicación social tech abandonaban Rusia de la misma manera que Shell, Coca Cola, Apple, BP, Starbucks, Youtube, Visa, Nike o Mac Donald’s por nombrar solo algunas empresas de distintos rubros que se plegaron sin preguntarse mucho al boicot internacional.
Era una orden y la cumplieron todos. Después evaluarán pérdidas y ganancias. Son todas multinacionales enormes, no quebrarán por eso, pero sientan un precedente de poca confiabilidad comercial tras la pandemia, que ya había roto esa cadena por otros motivos.
Para terminar este capítulo de la Rusofobia, pasemos al deporte. San Petersburgo fue eliminada como sede de la final de la UEFA Champions League por la FIFA, que junto a la UEFA determinaron expulsar a la selección de fútbol de Rusia de las eliminatorias al Mundial, sacar a todos los equipos rusos de la Champions y de la Europa League, prohibir a Nikita Mazepín acceder a su butaca en la Fórmula 1, echar a Rusia de la Copa Davis y que no pueda defender su título y, en nombre del máximo fair play, obligarle a Danil Medvedev que si quiere jugar en Wimbledon que diga que Vladimir Putin es un mal Presidente y un asesino.
Como se ve, las Asociaciones protegen mucho a los competidores y determinan en el seguidismo de la política también quiénes pueden competir y quiénes no.
Hay muchos ejemplos más en el deporte en todas las disciplinas (hasta los Paralímpicos) e insólitamente también en la cultura. Músicos, directores de orquesta y hasta los grandiosos ballets rusos fueron sancionados y no podrán actuar en las fechas y lugares programados. Un delirio total. Rusia no desaparecerá porque el capitalismo imponga la rusofobia.
Se viene un mundo multipolar, que ahora se reconfigurará de otro modo. Sólo Europa y un puñado de países quedaron encorsetados en este juego. Biden hizo un gran negocio de armas y energía. Es el único hasta ahora y habrá que ver la política, donde ya perdió el status de potencia única.
La UE sigue patinando en falso una y otra vez tras la salida de Ángela Merkel. La OTAN se rearma hasta los dientes tras su error estratégico de ir hacia el Este, Ucrania ya está destruida para el mediano plazo, por lo menos, pero no le importa a nadie en realidad en las grandes ligas del poder. Armas y plata para que no quede nada, solución ninguna.
La Rusofobia creciente con Putin se quedará por un rato en las cabezas de los líderes y las cadenas de medios occidentales, después como todo ciclo decaerá y empezará una nueva etapa. Quizás con ella llegue de nuevo la cordura y la sensatez para el bien futuro de toda la humanidad.