El jueves pasado, después de exponer su proyecto presidencial ante importantes empresarios en Puerto Madero, Horacio Rodríguez Larreta se sometió a una serie de preguntas. Inquietos por la feroz interna en el Gobierno y los coletazos de la crisis, los referentes del “círculo rojo” no solo querían conocer detalles del programa económico que prepara el jefe porteño para 2023. Les preocupaba, sobre todo, saber cómo haría para aplicar un ajuste de las cuentas públicas sin temor a pagar un alto costo político.
“Hoy hay más conciencia de las consecuencias catastróficas del populismo. Eso nos va a permitir, con un buen mensaje, algunos lo llaman ‘narrativa’ o ‘relato’, generar las condiciones para hacerlo”, replicó Larreta. Y aventuró que, en caso de un triunfo opositor, el próximo presidente le deberá “explicar” a la sociedad la necesidad de reducir el déficit fiscal. “Y eso más posible lograrlo con un consenso amplio que desde la grieta”, remató.
Aún atravesada por la pugna entre el ala moderada y los polarizadores -o “renovadores” versus macrismo ortodoxo-, Juntos por el Cambio lidia con el desafío de consensuar una visión o proyecto de país en la antesala del año electoral.
Según La Nación, a diferencia de la experiencia de Cambiemos -donde Pro bajaba coordinaba la campaña a través de Jaime Durán Barba y Marcos Peña-, la coalición opositora se amolda a convivir bajo un esquema de conducción horizontal y con una estructura multifacética. Cuando falta un año de las primarias presidenciales, emergen proyectos personales que complican la construcción de nueva “narrativa” o “relato”.
Ya sin la amenaza de la hegemonía del kirchnerismo como factor aglutinante, por el naufragio del experimento del Frente de Todos, JxC debate su identidad. Con miras a 2023, necesita volver a mostrarse como una alternativa de gobierno y generar expectativa ante el electorado, cuando aún está fresco en la sociedad el traspié de Mauricio Macri en la gestión de la economía y en pleno ascenso de Javier Milei, que se presenta como disruptivo.
▶ La apuesta de Larreta
En el larretismo apuntan a que cada partido le imprima su impronta a la nueva fisonomía de la coalición. Es decir, pretenden que el Pro, la UCR o la CC preserven sus rasgos identitarios para fortalecer al espacio. Y miran con atención experiencias de gobiernos de coalición en Alemania o Chile. El paso previo a consensuar una visión de país será, dicen, concordar un plan de gobierno.
Desde hace meses, Larreta y su equipo de colaboradores tejen una “narrativa” para su proyecto presidencial. Si bien Julia Pomares, jefa de asesores de la Ciudad, coordina esa tarea, hay varios larretistas, como María Migliore, Emmanuel Ferrario o Juan José Méndez, que participan de la construcción de la visión del país del alcalde.
En la delicada misión de diferenciar a Larreta de la experiencia de Macri, se enfocan en tres ejes: el sector popular, los jóvenes y el progresismo. Apuestan, sobre todo, a trazar una mirada a largo plazo.
En Uspallata apuestan a fijar nuevas prioridades (ya no “pobreza cero” o “derrotar el narcotráfico”) y rememorar el paso de Cambiemos por la Casa Rosada como parte de un proceso de “aprendizaje”: “El contexto del país en 2023 será distinto al de 2015″, repiten. En paralelo, pretenden resaltar el perfil “metódico” de Larreta y su insistencia sobre el plan económico con las “soluciones mágicas” de los outsiders, como Milei.
▶ El dilema de Macri
Larreta no es el único referente de la principal coalición opositora al Gobierno que explora un nuevo relato. Por caso, Patricia Bullrich, rival del alcalde en la interna de Pro, armó un grupo de “voceros políticos”, que coordina Silvana Giudici.
Con el fin de preservar la identidad de Pro ante la irrupción de Milei, Mauricio Macri se puso al frente de una cruzada para definir con nitidez los valores e ideas y la propuesta programática que exhibirá su partido ante el electorado. Por esa razón, reúne cada quince días a los altos mandos de Pro en restaurantes porteños y organizó una charla con el consultor Guillermo Raffo. Su propósito es unificar posturas y coordinar un mensaje para evitar que su fuerza pierda la esencia. Ya sin Peña como estratega, el expresidente le asignó a Fernando De Andreis la tarea de liderar a su equipo de comunicación.
Atento a los movimientos de sus socios de la UCR y receloso del plan acuerdista de Larreta, Macri luce convencido de que el Pro no puede “descuidar” su “capacidad y voluntad transformadora”. “Más cambio que juntos”, machacan cerca suyo.
Como olfatea una mayor apertura en la sociedad a las ideas de la derecha liberal, pretende darle su impronta al proyecto de Pro. Considera que su mandato fue “el prólogo del cambio”. Su autocrítica no pasa por el rumbo, sino por el ritmo de las reformas. De hecho, atribuye las dificultades que enfrentó su gestión a factores externos, como la falta de crédito social y político. “Ya no somos lo nuevo, pero ahora con más volumen político y la experiencia, vamos a hacer las transformaciones”, aventura un ladero de Macri.
▶ El reto de la UCR
En pleno resurgimiento, el radicalismo también quiere dar batalla en la discusión interna por la nueva fisonomía de JxC y el mensaje que presentará ante la sociedad en 2023. El documento aprobado por todas las vertientes de la UCR en la última Convención Nacional refleja el espíritu y el rumbo que le quieren imprimir los radicales a su proyecto.
Fue Morales quien le encomendó a Agustín Campero, titular de la Fundación Alem, que elaborara el texto con dos o tres premisas: trazar un rumbo económico, fijar una mirada federal del país y ratificar la unidad de JxC.
En la tropa de Facundo Manes, quien tiene a la politóloga Ana Iparraguirre como una de sus estrategas, prevén que será difícil definir una narrativa común de JxC, por más que se acuerden los trazos gruesos del programa económico. Creen que los presidenciables del espacio tienen perfiles definidos y encarnan proyectos diferentes. Por ejemplo, perciben que el electorado no asocia a Manes con el macrismo. Y entienden que la UCR corre con una ventaja frente al Pro: ya hizo el duelo por las gestiones de Raúl Alfonsín o Fernando de la Rúa.
Decidido a preservar un perfil de outsider, Manes apuesta a cosechar apoyos con un discurso antigrieta y un lenguaje emotivo y “extrapolítico”. Es decir, no contaminado por la rosca y que sintonice en la misma frecuencia de una sociedad hastiada de la clase dirigente.
Los radicales pretenden generar “expectativa de futuro”, sin amortiguar el diagnóstico sobre la economía ni ocultar la necesidad de hacer “sacrificios” para cambiar el rumbo.
▶ El contrato moral de Carrió
En la CC, la fuerza de Elisa Carrió, apuntan a construir una narrativa que “exprese el sentido del cambio: “Tenemos que saber qué queremos representar y a qué aspiramos. Todo esto enmarcado en el contrato moral y en un programa consistente”, remarca Maximiliano Ferraro, titular de la CC.
Con Carrió en un “rol central”, los lilitos que inciden en la discusión interna sobre cuestiones programáticas pretenden constituir un mensaje que tenga como ejes “la ejemplaridad, la austeridad y la empatía”. Ferraro hasta Fernando Sánchez, Paula Oliveto y Matías Surt trabajan en la narrativa junto con los equipos de la CC y el resto de las fundaciones de JxC.
▶ El mensaje de Pichetto
Miguel Ángel Pichetto busca reforzar la idea de que la coalición opositora debe ser “una expresión capitalista del cambio” y levante las banderas del orden y la seguridad. Aboga por elaborar un discurso que genere “expectativa” e “ilusiones” en la sociedad, sin atarse a la promesa de “ajuste” o fijar consignas como “los primeros cien días o cien horas” de gobierno.
“Hay que decir que vamos a tratar de gobernar bien cuatro años”, evangeliza. También se enfurece cuando escucha a sus socios hablar de “reforma laboral” o de la “dolarización”. “Basta con eso, hay palabras que no se pueden repetir”, insiste.