FdT: hablemos de tregua, más que de acuerdo

FdT: hablemos de tregua, más que de acuerdo

En el kirchnerismo piensan en Batakis como la continuidad de Guzmán.


Ella y Él hablaron y, dicen, se entendieron. Pero la armonía brilla aún por su ausencia. El caso es que no se firmó ningún tratado de paz, sino una precaria tregua.

Están, es necesario destacar, haciendo malabarismos con pelotas de lava ardiente. No hay sólo algún ser solitario apostando al fracaso de ambos. Hay una multitud, no porque sean muchos, sino porque tienen un poder de fuego realmente monstruoso.

Lo que operan en estos días ciertos empresarios que ocupan amplias franjas del mercado no es sólo una escalada de la inflación, sino un intento de derrocar al Gobierno. Cuando los precios trepan como treparon estos días, todos pierden, y los que más pierden son, a veces, los mismos que esgrimen sus pistolas remarcadoras. Como los que aumentan los precios son los CEO’s y los directores de las empresas más grandes del país, tienen espalda para aguantar un tiempo de adversidad. Y diciembre de 2023 –o quizás antes- no les queda tan lejos.

La culpa la tiene Mauricio Macri, no porque su pérfida estrategia se pueda entrever detrás de los operadores de la economía del desquicio, no porque haya hecho nada especial –es conocida su escasa inteligencia política-, sino porque es la nostalgia por su gobierno lo que se encuentra en las afiebradas mentes de los “Federicos Braun” argentinos.

Están sufriendo un síndrome de abstinencia. Siente que se cayeron del paraíso y para venir a dar sobre esta sucia tierra argentina, plagada de seres sudorosos, antipáticos y poco comprensivos sobre las razones que llevan a sus pistoleros remarcadores a cargar sobre las espaldas de los más desafortunados sus necesidades de acumulación de capital.

La inflación es, en realidad, la puja por el excedente de la riqueza. Son sólo camuflaje las razones que esgrimen casi todos los economistas liberales. Primero que nada, no hay inflación si no hay alguien que quiera aumentar sus beneficios sin trabajar más. En segundo lugar, es necesario identificar el origen de esos beneficios, que provienen de la merma salarial de los propios trabajadores de esa fábrica o de ese comercio. Si uno aumenta, el otro disminuye. No hay secretos. Son dos pesas de una balanza. Ésta se inclina para un lado o para otro. En general, cae siempre para el mismo lado.

La queja acerca del desequilibrio fiscal, la emisión monetaria, el aumento del dólar y los excesivos gastos del Gobierno sólo sirven para disfrazar la ineficiencia empresarial y la necesidad de rendir los puntos de capital que exigen a las filiales argentinas las casas matrices extranjeras, por lo que acaban teniendo incidencia en nuestro país las necesidades surgidas en otras tierras.

La política, esa enigmática ciencia…

Juan Domingo Perón advertía, ante quien quisiera escucharlo, que “los que en política quieren manejar un orden perfecto suelen morir de una sed desconocida, porque en política difícilmente existe un orden perfecto. Por eso, el que anhele conducir políticamente, ha de acostumbrarse a manejar el desorden antes que el orden”.

Por esta razón los que en estos días reclaman un orden perfecto, una armonía profunda, son precisamente los que anhelan la paz y el fin del conflicto que atraviesa a la Argentina. Y terminar con el conflicto es terminar con los protagonistas de un solo lado, lo que traería aparejado el triunfo del otro lado. En cuanto a las polémicas del presente, que tienen que ver, en primer término, con los salarios, se entiende quiénes deberían desaparecer –según los exégetas del poder- para que reinen la paz y el orden.

El conflicto que bifurcó los caminos del Frente de Todos no fue superado con la asunción de Silvina Batakis. Por ahora, la vicepresidenta se llamó a silencio, pero está convencida de que hasta ahora Batakis es un Guzmán con polleras, más allá de Martín, que no es Guzmán. Entiéndase la ironía en el juego de las imágenes literarias.

Durante un tiempo, habrá silencio sobre el tema en las oficinas del Senado, pero nada es eterno. Para que todo siguiera igual, mejor hubiera sido que Guzmán hubiera continuado siendo el ministro más glamoroso del gabinete de Alberto Fernández. Y esas cinco horas en Olivos, en las que estuvieron reunidos Alberto y Batakis, fueron definitorias en el diseño de las medidas económicas que anunció el lunes último la nueva ministra, que al principio parecía ir hacia otro lado, más heterodoxo, según hacía presagiar su propia historia política. Pero, al final, anunció más de lo mismo.

Quizás sólo lo hizo para calmar a “los mercados”, que lo mismo no le creyeron una palabra. Según algunos operadores económicos, están esperando alguna medida de esas que Batakis no anunció, tal como se esperaba. La gimnasia antipopulista que vienen desplegando “los mercados” se pone en marcha, incluso antes de que los rumores de medidas favorables a los asalariados sean concretados. Su anhelo es que vuelva a alzarse con la victoria un gobierno liberal. Y que caiga este Gobierno, lo antes posible.

Mientras tanto, en Ciudad Gótica…

Es extraño el caso de Cristina Fernández de Kirchner. No está buscando ahora conducir al peronismo, coherentemente con lo que hizo siempre, a lo largo de su carrera política.

Sin embargo, un peronismo a la deriva la está buscando, casi con desesperación. Ella está desplegando en estos días su estrategia para 2023, ante un destino que piensa que será adverso. Hasta ahora fueron a verla gobernadores, intendentes, sindicalistas y toda una serie de dirigentes peronistas que se encuentran huérfanos de conducción.

Todos ellos saben que el 2023 deberán encontrarse lo más lejos posible de Alberto Fernández, casi como si éste estuviera aquejado de algún mal contagioso y mortal. Y quizás lo esté. A nada le temen más los políticos que a la vuelta al llano, después de haber habitado en los edificios gubernamentales.

En la primera ronda de consultas con los gobernadores e intendentes de todo el país, los operadores de Cristina regresaron con el sí de diez mandatarios provinciales, que le comunicaron a la vicepresidenta que estaban dispuestos a debatir con ella un proyecto de poder para 2023. De todos modos, a la luz de los resultados que viene obteniendo el Gobierno nacional, ya no son diez, sino algunos más.

Los intendentes, en cambio, se mostraron más receptivos. Ellos palpan el humor de sus coterráneos todos los días. Viven en sus municipios, caminan esas calles y tienen un mano a mano constante con el público. Por estas razones, sus termómetros miden con admirable precisión lo que piensa el Pueblo.

La CGT estaba a punto de reunirse con la vicepresidenta en momentos en que son escritas estas líneas. No hay uniformidad en el sector sindical. Nunca la hubo a lo largo de la historia. Pero un Gobierno que sumergió los salarios de sus afiliados casi hasta las catacumbas, no será jamás de su agrado, a pesar de que guardarán las formas y, ante el ruego de que no levanten un acto, finalmente accedan al requerimiento.

La central obrera se prepara en estos días para marchar en la primera semana de agosto “contra la inflación” y para exigir a la dirigencia política que trabaje “por la unidad nacional y por el bien de la Argentina”. No existe una entelequia más grande. ¿Cómo se marcha contra la inflación? ¿Es un mal sin perpetradores? ¿No existen los culpables? ¿Es que un problema que provoca el desgaste de los salarios, desocupación y pobreza no tiene nombres y apellidos? ¿A quién se le reclama? Porque los sindicalistas anticiparon que la marcha “no es contra el Gobierno”. Entonces, si el Gobierno no frena a los especuladores, infladores y agiostistas, los culpables son todos. Dos puntas tiene el mal: quien pisa a los demás y quien se deja pisar.

De todos modos, los sindicalistas no quieren azuzar el conflicto social, sino canalizarlo por la senda de las organizaciones. Nada hay más peligroso que un conflicto sin conducción, porque desde allí a la anarquía hay un solo paso.

Los movimientos sociales, por su parte, no se sienten cómodos -a pesar de lo que afirman algunos de sus enemigos- con el aumento de la pobreza. Ellos viven de sacar a la gente de los planes y no de meterlos adentro de ese laberinto. No existe felicidad en medio del barro de la miseria. Muchos de ellos están cercanos a Cristina, más allá de la adscripción de otros para con un albertismo que jamás terminó de nacer. Aquellos forman parte de la futura construcción política con la que la vicepresidenta intentará paliar, aunque sea en parte, el desastre electoral que imagina que acaecerá en 2023.

Las cartas están echadas y el amanecer aún está lejos. Entretanto, en la noche, Drácula acecha. Ojo al piojo. Si hasta hay operadores de la derecha que quieren que se vaya el presidente y asuma Cristina, con la esperanza de que no pueda resolver el desastre y se hunda con ese barco averiado que se llama Argentina.

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