El 21 de septiembre de 2022, el Presidente Vladimir Putin anunció una movilización parcial en la Federación de Rusia. Los EEUU y sus aliados reaccionaron inmediatamente acusando a Rusia de la escalada del conflicto en Ucrania. Los invito a explorar los acontecimientos que han llevado a la situación actual, así como conocer a los responsables de su escalada.
Al declararse vencedores de la guerra fría, Washington y sus satélites optaron por ampliar los logros alcanzados y seguir con su avance geopolítico hacia el Este. Contrariamente a sus promesas dadas a las autoridades soviéticas, avanzaron sistemáticamente la infraestructura militar de la OTAN hacia nuestras fronteras. A Ucrania le reservaron un papel de trampolín para crear amenazas a la seguridad de Rusia. Cuando los ultranacionalistas tomaron el poder en Kiev tras un golpe de estado violento en 2014, Occidente lo apreció y les dio carta blanca para la rusofobia. Los golpistas comenzaron inmediatamente a estrangular a la población rusoparlante de su propio país. Arrojaron las fuerzas armadas y los batallones nacionalistas contra los habitantes de las regiones surorientales de Ucrania, que se habían negado a reconocer al nuevo régimen. Durante ocho años los golpistas bombardearon sistemáticamente el Donbass, manteniéndolo en las garras del bloqueo financiero, económico y de transporte.
Todos estos años, Rusia trataba de llevar a las partes del conflicto interno ucraniano a la mesa de negociaciones en base a los acuerdos de Minsk aprobados por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en febrero de 2015. Mientras que los países occidentales seguían cultivando el odio de los ucranianos hacia todo lo ruso, empujándolos a la guerra. A fines de 2021, el régimen de Kiev reanudó los bombardeos masivos contra Donetsk. Se hizo evidente que una ofensiva a gran escala en el Donbass era inevitable. Sería seguido por un ataque a la Crimea rusa. Por lo tanto, en febrero del 2021 las autoridades de nuestro país tomaron la decisión sobre una acción militar preventiva.
Siguiendo claramente la lógica del escenario de escalada, los países de la OTAN comenzaron a aumentar exponencialmente los volúmenes de asistencia militar al régimen de Kiev (solo los EEUU asignaron a este fin 40 mil millones de dólares), alentándolo a nuevas locuras, hasta ataques terroristas en el territorio de Rusia y la creación de la amenaza de una catástrofe nuclear como resultado de los bombardeos de la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa.
Hoy no puede haber dudas de que Rusia se enfrenta no tanto a Ucrania sino al Occidente colectivo a lo largo de más de un mil km de la línea de contacto de combate. No se trata exclusivamente del suministro de armas. De hecho, toda la constelación de satélites de la OTAN (unos 70 satélites militares y 200 civiles) está operando contra Rusia, proporcionando inteligencia al régimen de Kiev. El Occidente le suministra regularmente miles de mercenarios e instructores militares. Conocemos los hechos sobre los intentos de reclutamiento de “soldados de la fortuna” por parte de embajadas, incluida la misión en la República Argentina. Los dirigentes ucranianos pasaron básicamente a estar bajo el “control manual” de la OTAN.
Está claro que ni Ucrania, ni los EEUU y sus aliados, que decidieron convertir a la población ucraniana en carne de cañón, no pararán. Kiev ya realizó la cuarta ola de la movilización. Políticos occidentales hablan sobre la necesidad de suministrar las armas ofensivas de largo alcance a Ucrania, lo que permitirá atacar el interior de Rusia. No se avergüenzan en declarar abiertamente su intención no sólo de infligir una derrota militar a nuestro país, sino también de destruirlo y dividirlo. Precisamente esta evolución fue el motivo para la decisión del Presidente Vladimir Putin de comenzar una movilización parcial.
Me gustaría señalar a la atención de la Argentina amiga, que Rusia no está luchando por los territorios ucranianos, sino por la seguridad de su pueblo y las personas en las regiones liberadas por nosotros. Por el derecho de ser ruso. Contra el neonazismo, el neocolonialismo y finalmente contra los intentos de resucitar la “Doctrina Monroe” sobre una base nueva, ahora de alcance global.