Las tradiciones y transformaciones culturales de algún modo siempre van ligadas a las expresiones sociales y políticas de las naciones, y el caso de la Federación de Rusia no es la excepción, sino más bien un faro importante en el mundo de cómo ligar estas cuestiones tanto para su andamiaje interno como en sus relaciones con el concierto de países del planeta.
El respeto por los valores de las grandes mayorías y la no injerencia en procesos de Estados soberanos, es un pilar indiscutible de la arquitectura que Rusia ofrece al mundo y también uno de los elementos claves que visualizan a la hora de la interacción con terceros países. Es normal, como en el caso de Argentina, el gigante euroasiático desarrolle en el país tareas para que su gente -que constituye una importante colectividad ya arraigada en nuestro país-, participe activamente junto a sus hermanos argentinos. Podemos tomar el ejemplo de la Casa de Rusia en donde desarrollan una intensa actividad que combina, desde las más diversas actividades artísticas hasta todo tipo de eventos de las novedades provenientes de su país en la que participan y son invitados tanto los rusos aquí radicados como los argentinos que desean disfrutar o aprovechar de espectáculos y charlas de alto nivel que, casi siempre arriban al país por fuera del circuito comercial ya que son otros los objetivos en esa construcción: compartir experiencias y culturas.
En momentos en el que el mundo occidental está encerrado en una propuesta de no respeto por nada, algo que por suerte ya dista de ser hegemónico y que está basado en la sumisión en su concepción de individualismo neoliberal, este impulso voraz que no se detiene ante la ineludible soberanía de las naciones ni de su libre decisión o prioridades. Tampoco de las normativas globales que nunca fueron una garantía pero que fomentaron hasta hace unos años un cierto orden, es imperioso hacer un replanteo acerca del modo de relacionamiento integral social, cultural y político de las naciones del planeta en la que se respete todas las particularidades que han forjado la historia de cada uno de los pueblos que habitan esta Tierra.
Lo que hoy el mundo discute de la peor manera, sin diálogo franco, de forma autista y prepotente, agrupado en bloques como la OTAN que tienen las armas y las sanciones económicas como torpes políticas de dominación, lamentablemente solo empuja a una enorme –y cada vez mayor- cantidad de naciones a plantarse ante esa actitud por la necesidad de sobrevivir dignamente. La Federación de Rusia (la nación más agredida del mundo que no solo resiste sino que se consolida en el nuevo mapa), fue una de las pioneras en poner en la mesa de debate estos temas, es de qué modo y cuáles deben ser las reglas que se deben mantener o cambiar para lograr un desarrollo más armónico y seguro entre todos los países. La alternativa, que parece avanzar es dejarlos que sigan con este suicidio y descartar hasta que cesen la agresión, los temas de reglas de convivencia y consensos globales y dejar que la ley del más fuerte se lleve a la rastra a quiénes no tienen en claro de qué manera pueden encarar procesos más fructíferos para sus propios pueblos e intereses, con la Unión Europea y el Reino Unido a la cabeza.
La cuestión de la representatividad política debe ser revisada, es otro de los grandes replanteos del momento ya que las democracias occidentales actuales demostraron que no han sido efectivas a la hora de generar un salto en la calidad de vida de sus habitantes, sino que los países poderosos abusan con ese sistema para intentar seguir sometiendo a continentes enteros que ya no toleran más esa situación, tal el caso de África, América Latina que van girando su estrategia y empiezan a mirar con otros ojos a Rusia y también a los dos gigantes asiáticos, China e India que junto a Medio Oriente no están dispuestos a continuar con modelos ya caducos y perjudiciales. El respeto por la cultura de los pueblos en su desarrollo productivo, debe volver a ser la guía del despegue de los mismos. Ya una vez en la historia fueron masacrados por las potencias colonizadoras en pos de avanzar en su política colonial de extracción ilegal de las riquezas de los países invadidos. Esta situación de intento de saqueos desenfrenados, condicionamientos y aprietes en todos los organismos multilaterales y también fuera de ellos, parece tener ahora un nuevo capítulo extemporáneo impulsado por los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, más Corea del Sur, Australia, y Japón quienes pretenden mantener sus privilegios a cualquier precio.
Parece importante en este momento de la historia moderna, repensar que nos pasó en el pasado y cómo debemos evitar que vuelva a suceder. Quiénes al acercarse respetaron nuestras culturas y modelos de crecimiento, acompañándolos desde lugares correctos de países amigos y socios en esos objetivos y quiénes intentan repetir -quizás de manera más sangrienta y letal-, la etapa neocolonizadora que se está gestando, pensando un mundo solo para ellos, sin reglas, ni fronteras ni culturas, con el mismo espíritu depredador que usaron siglos atrás solo para mantener el dominio de un mundo que ya lamentablemente para ellos no está dispuesto a aceptar más ataques.
En el mundo inventaron un tren de alrededor de 45 países confabulados para ese plan, en el cuál se detectan una inmensa mayoría de vagones (unos más grandes, otros más chicos) con sólo una locomotora, Estados Unidos. Vienen por todo y no les importa nada, pero no miden las consecuencias.
El resto del mundo es justamente todo lo opuesto. Es el respeto por las costumbres, tradiciones, culturas y toda organización pacífica que genere garantías de seguridad, prosperidad y crecimiento virtuoso en un mundo multipolar que, con sus nuevas organizaciones y valores, bajarán definitivamente la barrera y será el punto final de ese siniestro viaje.