Una encuesta de una consultora que circula en forma reservada entre los líderes opositores registró por primera vez una caída de 3 puntos en la intención de voto en el último mes. ¿A qué se lo atribuyen? Al clima de peleas sin fin en el Pro y en JxC que ya se convirtió en una marca registrada de la coalición.
Para los dirigentes que analizaron los números una y otra vez, no está tan claro que esos 3 puntos hayan ido directamente hacia el libertario Javier Milei, pero el dato de la caída de la intención de voto opositora explica de una manera categórica por qué el Pro y la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio (JxC) apuraron el martes pasado sendas escenificaciones de paz, amor y buenas ondas luego de haberse enfrentado impúdicamente como el Frente de Todos que tanto cuestionan, o incluso peor: hasta ahora, Cristina Kirchner y Alberto Fernández no amenazaron con “romperle la cara” al otro como hizo Patricia Bullrich con el jefe de Gabinete porteño, Felipe Miguel (o, al menos, no hay video).
Ahora ya saben con exactitud que el clima bélico entre ellos les quita apoyo en el electorado. Aunque Juntos por el Cambio lidera todas las encuestas, el peronismo nunca es un contrincante para minimizar. Esa caída de 3 puntos puede preanunciar un viaje de ida hacia una pesadilla electoral. Lo peor es que las fotos de la paz registradas la semana pasada en el Pro y en JxC son imágenes que pueden borronearse en cualquier momento.
En el desayuno del Pro el pasado martes, por ejemplo, se acordó un mecanismo para evitar “tensiones innecesarias” que consiste en que cada presidenciable (Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal) designe un representante para que estén en contacto y atajen los conflictos antes de que se declaren. Cinco días después del encuentro, no hay designados para esa misión pacificadora.
Misterios de una tregua tan forzada que ni siquiera derivó en una foto de la dirigencia del Pro junta y sonriente. “Fue la mejor reunión que tuvimos hasta ahora en el Pro. O la única buena, en realidad”, dijo uno de ellos. No quiere decir que haya sido efectiva y duradera para impedir que vuelvan los aires de guerra.
Macri, aun sin despejar las incógnitas sobre su candidatura, fue el gestor del reencuentro de los líderes tras dos meses sin los almuerzos que comenzaron en febrero. Mala noticia en caso de que peligre la tregua interna: el exmandatario no podrá organizar reuniones a la distancia porque comenzará el viernes próximo un largo derrotero en el exterior. Viajará a Qatar en su condición de presidente ejecutivo de la Fundación FIFA y regresará recién cuando termine el Mundial de Fútbol. Y a las 48 horas se irá con su familia para pasar 40 días en la casa que se construyó en Villa la Angostura.
La Mesa Nacional de JxC también tuvo un Zoom en la tarde del “supermartes”. Estaba paralizada desde el 24 de agosto pasado. Macri participó por última vez de una de sus reuniones el 27 de marzo. En su esperada reaparición, saludó a todos y luego no dijo una palabra: apagó su cámara y silenció el micrófono.
De todas formas, predominó la sensación de alivio: la asistencia fue perfecta, no hubo cruces ni peleas y se consensuó un comunicado de prensa que en su primer párrafo dice: “Se ratificó el compromiso con la cohesión y la coherencia que el espacio viene exhibiendo desde su conformación, más allá de las legítimas diferencias lógicas de una coalición de partidos políticos”.
Recién en el tercer y cuarto párrafo, la coalición opositora fijó su posición sobre temas “menores” como el fallo de la Corte Suprema sobre el Consejo de la Magistratura y “la preocupación por el incremento descontrolado de la inflación, lo que afecta el poder adquisitivo de los ciudadanos”. La falta de ejercicio en las reuniones puede llevar a confundirse acerca de las prioridades.