Un especialista en residuos deambula desde 1997 con un proyecto para aplicar en la zona metropolitana un sistema de enfardado de la basura, similar al que usan numerosas ciudades del mundo. La tecnología ecológica es alemana, pero Guillermo Damonte propone fabricar las maquinas en el país.
La iniciativa fue presentada ante casi todos los ministerios argentinos pero en ninguno Damonte obtuvo la respuesta que imaginaba. En cambio, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) apoyaron el proyecto y enviaron misivas a los despachos oficiales para que lo analicen con seriedad. Ahora, Damonte le envía con regularidad cartas al presidente Néstor Kirchner.
La tecnología del empaquetamiento convierte a la materia orgánica en materia inerte, al compactar la basura de manera anaeróbica -es decir, quitándole el oxígeno-. Los defensores de esta tecnología, que se usa desde hace ocho años, dicen que durante un siglo no habría ningún peligro de contaminación.
Cada máquina enfardadora vale en el mercado internacional alrededor de un millón trescientos mil dólares, por lo que de querer importarlas la Ciudad de Buenos Aires debería gastar unos 15 millones de dólares. No obstante, Damonte sostiene que pueden fabricarse en Argentina e incluso sueña con exportarlas, ya que numerosas metrópolis analizan la posibilidad de adquirir esta tecnología.
En noviembre de 2001, los entonces legisladores Jorge Argüello, Marcela Larrosa, Rubén Campos y María Laura Leguizamón viajaron a España donde conocieron esta tecnología. Una vez que regresaron al país, luego de cuatro días, los ex diputados porteños se entusiasmaron con la iniciativa e incluso planearon pagar parte de los 60 millones que les debía la Ciudad a la Coordinadora Ecológica Área Metropolitana (CEAMSE) con la compra de estas maquinarias. Pero el proyecto se cayó de forma intempestiva.
Tres años después, la CEAMSE sigue sin resolver el problema de los rellenos sanitarios, un sistema que recibe denuncias de los vecinos que denuncian que los gases que de allí emanan les provoca a sus hijos leucemia entre otros tipos de cáncer. Ahora, mientras deben cerrarse algunas instalaciones, está en marcha una licitación para trasladar estos rellenos a áreas menos pobladas, pero muchos concejos deliberantes se oponen a que en su ciudad se entierre la basura de otros municipios.
A diferencia de los rellenos sanitarios, la basura enfardada puede ser acumulada sin limites, lo que permite un ahorro de los terrenos utilizados en más de un 500 por ciento, y para que sea más eficiente el empaquetado se le agrega una cubierta con un film de polietileno de alta densidad. Este método hace que la putrefacción sea más lenta y disminuya la emisión de gases tóxicos.
Una vez embalada la basura, el transporte se abarata sensiblemente. La tecnología alemana plantea el enfardado en tubos cilíndricos sostenidos por una estructura de alambres que tienen una superficie de un metro cuadrado y pesan una tonelada. En cambio, empresas estadounidenses trabajan con tubos más grandes, que pesan hasta siete toneladas.
El proyecto, llamado "A pesar de todo", se completa con la instalación de una planta de separación de residuos para su posterior reciclado. Esto reduciría en un 35 por ciento la basura empaquetada e implicaría, según Damonte, un beneficio económico de 200 millones de dólares anuales, que el especialista propone que sea destinado a la educación.