La OTAN+ aumenta la apuesta, pero no puede disciplinar a Rusia

La OTAN+ aumenta la apuesta, pero no puede disciplinar a Rusia

Opinión.


Tras casi once meses de lucha sin pausa en territorio ucraniano, los objetivos van quedando más claros para los países que definen las principales decisiones de este conflicto, es decir la Federación de Rusia y los Estados Unidos. Los demás –Ucrania incluida- son actores de reparto.

La realidad bélica no produjo grandes cambios, Ucrania realizó avances en el noreste y en el sur hace ya unos meses (Jarkov, Jersón), algo que quedó ralentizado ya antes del invierno y por estos días Rusia parece haber retomado la iniciativa avanzando con decisión en Donetsk, tomando Soledar en su marcha por conquistar todo ese óblast.

Pero lo que sí está dando que hablar y es producto de los más variados análisis, son las transformaciones y los realineamientos que van tomando todos los actores de esta guerra, en la que están directamente involucrados casi 50 países en forma directa y todo el resto del mundo de modo indirecto, casi todos ellos con una visión distinta. 

Tomar conciencia de la amplitud que ha tomado este conflicto y del volumen económico y militar que está mostrando y cada vez con más fuerza, es de alguna manera, entender mejor por qué se llegó hasta acá, cuál es el origen de la operación militar de Rusia , cuál es el rol de cada una de las partes y qué podría pasar en el futuro.

Un tema central sobre el que ya nos hemos referido antes y que tiene una historia muy larga, es el intento de las potencias occidentales de la desintegración de Rusia o de la Unión Soviética en su momento en varias regiones aprovechando el crisol de culturas y religiones que la atraviesan en su vasto territorio. En su conferencia de prensa de este miércoles, el canciller ruso Serguei Lavrov habló concretamente acerca de la “solución final” en una alusión directa al nazismo de Hitler con la comunidad judía internacional. La metáfora de hacer desaparecer a Rusia como país central y ordenador de una parte del mundo, puede parecer exagerada, pero siguiendo los movimientos que realizan los distintos gobiernos involucrados no aparece tan alejada esa realidad distorsionada.

La guerra del Donbass entre separatistas prorusos y el ejército ucraciano del 2014, fue consecuencia directa del golpe de Estado (nunca llamado así sino Euromaidán para enmascararlo) que derrocó al presidente de Ucrania, Víctor Yanukóvich. La misma fue detenida cuando Ucrania estaba en graves problemas para mantener su integridad territorial y nadie sabía hasta donde lograrían avanzar las tropas leales a Moscú. Países como Alemania y Francia, ante la posibilidad de que tomaran Kiev e hicieran desaparecer del mapa a Ucrania, crearon algo que cambiaría el destino de las relaciones euroasiáticas para siempre: los tratados de Minsk, fueron firmados por los dos países involucrados y los dos países que en ese momento dominaban la centralidad europea, algo que no ocurre por estos días en los que la Unión Europea hace seguidismo ciego de Washington.

El tratado en sí no era ni bueno ni malo. Era un acuerdo para frenar la guerra y así se entendió tanto en Rusia como en Ucrania. Moscú confió que, a pesar de su posición bélica inmejorable en ese momento, era una decisión superior, de mayor nivel, el entendimiento con Europa para mantener las relaciones normales que mantuvieron desde el ascenso de Vladimir Putin al poder. Pero lamentablemente para todos, la palabra empeñada por los mandatarios europeos–una vez más como el no avance hacia el Este de la OTAN- no fue cumplida y todo fue parte de una trampa occidental que ahora sale a la luz y todo lo que sucedió y lo que vendrá, se entiende mucho más fácil. En esta afirmación no hay análisis de este periodista, sencillamente son las propias palabras de la Canciller alemana de aquél entonces, Angela Merkel, y del presidente francés en ese momento Francois Hollande, que confirmaron al mundo durante este conflicto, que el único objetivo que tuvieron los tratados de Minsk fue ganar tiempo. Tanto para rediseñar la estrategia occidental para con Ucrania como fortalecer sus capacidades militares con la entrega de armamento moderno y del entrenamiento sofisticado para sus militares y escuadrones nazis como el Batallón Azov (entre otros) que ya ganaban terreno con los nuevos gobernantes que los sostenían políticamente. A partir de esta actitud la confianza entre Rusia y la Unión Europea ha quedado definitivamente dañada y Moscú ya ha manifestado que nada volverá a ser como antes.

Este viernes en Ramstein, Alemania, se reunirán los ministros de Defensa del Grupo de Contacto para Ucrania que lidera Estados Unidos, con todos sus aliados, más de 45 países, todos los europeos, naciones como Japón, Canadá, Australia y Corea del Sur, entre otros. Todos involucrados en asistir financiera y militarmente a Kiev. El motivo de la reunión será la entrega inmediata o lo más rápido posible de armamento pesado, tanques y blindados de última generación, sistemas antiaéreos complejos, entre otros aportes en nombre de la “democracia y la paz” para el futuro.

Lo curioso es que esta situación ya viene así desde el inicio, va creciendo cada vez más a medida que la situación no varía y los resultados no llegan. Europa, que tuvo milagrosamente un respiro con el gas a partir de un invierno muy llevadero con temperaturas altas, está al borde de llegar a la línea roja de una posible indefensión si sigue aportando armas (y dinero) a este ritmo. Sobre todo, la UE se pregunta qué pasará si encima de quedarse con la capacidad militar diezmada, Ucrania no gana la guerra, algo que parece el escenario más probable, aunque no a todos le importa por igual. Los soldados ucranianos son la carne de cañón de una gran maldad estadounidense y de una estupidez importante de toda Europa, algo que ya está sufriendo -con inflación entre otros males- pero que pagará con creces en el corto y mediano plazo.

Rusia está a la ofensiva en este momento en Ucrania, y está muy lejos de estar acorralada desde lo económico, desde lo militar o desde el aislamiento internacional que alguna vez soñó la OTAN. Moscú le demostró al mundo que más de mil sanciones no hicieron mella en su economía interna que se recicla mientras que el rublo resiste, y que son mucho más que 45 (y algunos de ellos muy importantes) los países que no sancionan, no entregan armas ni financiación al régimen de Kiev como pide (a veces de mala manera) Estados Unidos. La multipolaridad llegó para quedarse y ya genera una porción esencial en la industria y el comercio mundial, mientras que el mundo occidental y unipolar que se reúne en Ramstein (base de USA) este viernes parece querer resistir lo inevitable, en la falsa creencia que ellos dictan las reglas para todos, porque “el mundo civilizado” son ellos y aumentan la apuesta bélica con total irresponsabilidad. Uno gana mucho dinero, Estados Unidos, otros lo pierden, toda Europa, pero la jugada seguirá así mientras sólo mueran ucranianos.

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