El embajador de Rusia en Argentina, Dmitry Feoktistov, se refirió a la crisis energética mundial y brindó su parecer sobre la actual situación.
A continuación las afirmaciones que a través de un comunicado expresó el diplomático ruso en nuestro país:
Si prestamos atención a las repetidas declaraciones de las autoridades de Argentina de que “la guerra en Ucrania le costó al país el monto de 5 mil millones de dólares”, una parte significativa de lo cual, según datos oficiales, fueron los gastos de importación de hidrocarburos que se encarecieron significativamente.
Puede formarse la impresión de que el aumento de los precios de los productos energéticos es un fenómeno relativamente reciente, supuestamente provocado por las acciones de Rusia. Sin embargo, un análisis retrospectivo del desarrollo de la economía global muestra que la volatilidad de los mercados de petróleo y gas comenzó mucho antes de la operación militar especial en Ucrania, como resultado de la política macroeconómica y energética miope de varios de los países más desarrollados del hemisferio Norte. La razón son las decisiones tomadas por sus autoridades de abastecer la economía con dinero barato y tomar un rumbo hacia la generación libre de carbono con una fuerte caída de la inversión en el sector del petróleo y gas.
Las fuertes fluctuaciones de la demanda como resultado de la pandemia de COVID-19 también jugaron un papel negativo. Al caer los precios del petróleo a su mínimo histórico (en abril de 2020), en diciembre de 2021 alcanzaron 78 de dólares por un barril en el contexto de la recuperación de la economía mundial. El costo de gas en 2021 se disparó de 200 a 1950 dólares. Al mismo tiempo, las inversiones en el sector del petróleo y gas disminuyeron en el período del 2017 al 2021 de 886 mil millones a 794 mil millones de dólares EE.UU.
Un factor adicional es la politización de la cooperación internacional en el sector energético, que se intensificó conforme a la implementación de los planes agresivos de los países de la OTAN contra Rusia. Después del inicio de la operación militar especial en febrero de 2022, la industria energética rusa resultó ser uno de los principales blancos de las sanciones del Occidente colectivo. Bajo la presión directa de sus gobiernos varias compañías energéticas extranjeras anunciaron el cese de las actividades en nuestro país.
En junio de 2022, la Unión Europea prohibió la importación de petróleo ruso suministrado por mar. Por supuesto, las facturas de calefacción y electricidad en el Viejo Mundo aumentaron, pero los países en desarrollo sufrieron más, dado que los flujos mundiales de hidrocarburos se desviaron hacia los europeos que ofrecían precios inasumibles para los demás.
A pesar de la retórica ritual sobre su apego a los instrumentos del mercado, Occidente, a sugerencia de Washington, decidió crear un “cártel de compradores” estableciendo un “techo de precios” para el petróleo crudo y los productos derivados del petróleo. El mecanismo adoptado incluye restricciones a los fletes, seguros, corretaje y servicios portuarios de los buques contratados por los productores rusos. De hecho, se trata de una medida anti-mercado que afecta aún más las cadenas de suministro y complica la situación en el mercado energético.
El dictado de precios y la intervención directa en las actividades de los actores económicos crean un precedente extremadamente peligroso para el comercio internacional. No es casualidad que la mayoría de los Estados no apoyan esta provocación. Entienden que hoy en día sufre Rusia y mañana, por razones políticas o de otro tipo, van a castigar a cualquier otro país.
El panorama de lo que está sucediendo en el mercado global de la energía no estará completo sin la respuesta a la pregunta principal formulada por el famoso abogado romano Cassian Longinus Ravilla: ¿Cui prodest? o ¿Quién se lucra, quién es el principal beneficiario?
Detrás de los últimos acontecimientos en los mercados energéticos se puede ver claramente la ansia de los Estados Unidos por redistribuirlos a su favor. Esto es especialmente evidente en el caso del mercado energético europeo que es altamente rentable. En los 11 meses de 2022, los suministros de GNL de los EE.UU. a la Unión Europea aumentaron un 137%. En marzo de 2022, los EE.UU. y la UE alcanzaron acuerdos políticos con el fin de aumentar el suministro de gas licuado estadounidense en 15.000 millones de metros cúbicos por año.
Además, en diciembre de 2022, Washington y Londres crearon la asociación “Energy Security and Affordability Partnership”, en virtud de la cual los Estados Unidos anunciaron su intención de duplicar los suministros de GNL a los terminales británicos en 2023 en comparación con 2021 (de 4 a 9-10 mil millones de metros cúbicos). Parte de estos volúmenes serán reexportados a Europa.
Cabe destacar que los precios internos del gas en los Estados Unidos son más bajos que de los que ellos ofrecen a sus “socios extranjeros”. Como resultado los llamamientos a la “independencia energética” de la UE se han convertido en súper ganancias para Washington, y para los europeos en dependencia del costoso GNL estadounidense. Los expertos ya advierten sobre la disminución de la competitividad de Europa y los riesgos de su desindustrialización.
Las sanciones occidentales en el sector energético, que obligan a Rusia a tomar medidas de represalia, impiden que se cumplan los objetivos ambientales globales. La generación de carbón y el uso de combustibles tradicionales han aumentado en muchos países. Se estima que los planes para reducir las emisiones de gases de invernadero están en peligro. Al mismo tiempo en el ámbito internacional los occidentales continúan instando hipócritamente a los países en desarrollo, a veces en contra de la logística económica, a reducir el uso de combustibles fósiles.
Alguien puede decir que el sector energético mundial tiende hacia la estabilización. Tales evaluaciones son prematuras: cuando un pequeño grupo de países pretende monopolizar las “reglas del juego” en la economía global, la situación se vuelve impredecible.