“Queremos ver Argentina, un país amigo, libre de rusofobia”

“Queremos ver Argentina, un país amigo, libre de rusofobia”

El embajador de Rusia en Argentina, Dmitry Feoktistov, denunció las violaciones de los derechos de los rusos en Occidente.


El embajador de Rusia en Argentina, Dmitry Feoktistov, se refirió a la situación de los ciudadanos rusos en el extranjero. A continuación las afirmaciones que a través de un comunicado expresó el diplomático ruso en nuestro país:

La situación de los ciudadanos y compatriotas rusos en el extranjero ha sido motivo de la creciente preocupación en los últimos años. En 2022, a los problemas persistentes que enfrentaban en varios países durante los últimos años se sumó la discriminación impactante por su barbaridad contra los rusos, incluidos los diplomáticos, en relación con la operación militar especial realizada por la Federación de Rusia para desnazificar y desmilitarizar Ucrania y proteger a la población civil de Donbass.

Hoy en día, las violaciones de los derechos de los rusos en los estados del Occidente colectivo han adquirido un carácter masivo. Entre los más comunes se encuentran la negativa a prestar una amplia gama de servicios (educativos, médicos, bancarios, etc.), la introducción de medidas restrictivas contra las empresas rusas, la prohibición de participar en competiciones deportivas, festivales y concursos de música, así como otras actividades culturales, ataques, amenazas, insultos, daño premeditado a la propiedad y, finalmente, discriminación en la vida cotidiana. Restaurantes en países “civilizados” están siendo destrozados simplemente porque sus nombres contienen la palabra “ruso”. Todo esto está sucediendo en estados que se jactan ante todo el mundo de sus “logros” en el campo de derechos humanos y tolerancia.

Se llega a los llamados en redes sociales a matar a los rusos. Hay personas quienes afirman: la misma Rusia tiene la culpa. Como si no fuera por la “invasión” de Ucrania, nada de esto habría sucedido. Solo los hipócritas y los mentirosos pueden decir tales cosas. Durante muchos años ellos abiertamente hicieron la vista gorda ante la situación discriminatoria de la población rusoparlante en varios países de la antigua URSS. En los ocho años que precedieron al inicio de la operación militar especial, no encontraron el coraje para evaluar el genocidio del régimen de Kiev contra la población rusoparlante de las regiones del sureste de Ucrania.

Afortunadamente, en Argentina los sentimientos rusofóbicos son menos comunes. Las acciones más “destacadas” de las que se mostraron capaces los haters locales de Rusia y todo lo ruso fueron inscripciones ofensivas en la fachada de la catedral ortodoxa en el barrio de Palermo en abril de 2022 y la placa con el nombre de la Plaza de la Federación Rusa en Buenos Aires, regularmente regada con pintura. Las embajadas de los países de la UE recientemente tuvieron que pasar a pachas para traer a la capital argentina unos “buenos rusos”, tales como el director de “Novaya Gazeta. Europa”, Kirill Martynov, que se escapó de nuestro país, para que enseñaran profesionalmente a los argentinos a odiar a Rusia.

Sin embargo, en algunos lugares brota la rusofobia. En 2022, las autoridades de Buenos Aires se negaron a permitir que la comunidad rusoparlante celebrara la popular fiesta anual “Matushka Rus”, que en años anteriores atrajo a miles de participantes, siendo uno de los eventos más importantes en la vida de la diáspora. Una situación similar existe en Mar del Plata, donde el municipio declara abiertamente que no cooperará con la comunidad y se niega a proporcionar espacios para sus eventos. También sabemos con certeza de varios casos de familias rusas desalojadas de departamentos en contravención de los contratos de vivienda vigentes, así como de unos casos de discriminación en el trabajo, como en la misma Mar del Plata, donde las autoridades de una de las escuelas secundarias decidieron no renovar el contrato con un profesor del idioma ruso. Al mismo tiempo, está básicamente congelado el trabajo del Centro Ruso de la Universidad de Buenos Aires, que se inauguró solemnemente en 2018 en vísperas de la visita del presidente Vladimir Putin a Argentina.

Incluso se registran casos de violencia directa. En particular, hace poco uno de los cónsules honorarios de Rusia fue atacado cuando salía de una catedral católica después de una liturgia ecuménica por la paz. Estaba junto al obispo en las escaleras cuando recibió un repentino golpe en la nuca y escuchó gritos insultantes contra Rusia. Los perpetradores del ataque nunca han sido identificados.

Una historia aparte, que en la presentación de las autoridades del servicio de migración argentino parece una novela policíaca o de espionaje es una exageración artificial en torno a la llegada de ciudadanos rusos a Argentina. En febrero de este año, seis mujeres embarazadas fueron retenidas durante varios días en la zona de tránsito del aeropuerto, viéndose obligadas literalmente a dormir en el suelo. Al mismo tiempo, las estadísticas demuestran que el flujo de inmigrantes de algunos países latinoamericanos es mucho mayor. Pero fueron los rusos los que se convirtieron en objeto de especial atención. Sucede que la conversación en ruso en la calle se convierte en un pretexto para verificar documentos, que incluso los empleados de nuestra Embajada enfrentaron. Tengo dos hijos nacidos en Argentina. A veces, cuando salgo a pasear con ellos, pienso si la policía nos detendrá cuando vean la carriola y escuchen las palabras en ruso.

Rusia y Argentina están unidas no solo por 137 años de relaciones diplomáticas, sino también por sentimientos de sincera amistad y simpatía entre los pueblos. Les recuerdo que fue nuestro país el primero en tender una mano amiga a la República Argentina en los difíciles momentos de la pandemia del coronavirus, realizando suministros masivos de la vacuna Sputnik V. Tenemos derecho a esperar que esta amistad se siga construyendo sobre la base de la reciprocidad, y que Argentina no se desvíe de sus estándares de derechos humanos y no se rebaje a la rusofobia barata.

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