En el 2023 hay que cambiar de perro y no de collar

En el 2023 hay que cambiar de perro y no de collar

Opinión.


Casi todas las encuestas coinciden – en general es casi lo único- en que la voluntad de los electores es la de que haya un cambio, más allá de cuán claro tienen como encarar el cambio o lo que políticamente ello significa. El número de encuestados que apuesta por la no continuidad del gobierno oscila entre el 65 y el 75 por ciento de quienes fueron abordados, aunque aquí empiezan las dificultades acerca de cuál es el camino que decidirán tomar los disconformes.

Lo que aparece a priori como un imposible es la continuidad del Frente de Todos o de Unión por la Patria, su nuevo nombre, justamente un invento para olvidar lo más rápidamente que se pueda al gobierno de Alberto Fernández. Está bastante claro que ya no le alcanza al Gobierno con esa seguidilla de excusas del “crédito heredado del FMI, luego la pandemia, después la guerra y para colmo la sequía”. Y no porque no hayan sido cuatro hitos realmente importantes, sobre todo dos de ellos, que tuvieron y siguen teniendo consecuencias globales. Uno es la mala praxis de un gobierno (el de Mauricio Macri y el crédito con el FMI) y el otro, la fatalidad climática, que causó un perjuicio económico gravitante para el ministro Sergio Massa.

Ambos coadyuvaron para que nos quedáramos sin dólares. Así y todo, UP puede ser competitivo en octubre, tan extraño es este país y sus cambios.

¿La voluntad de cambio tendrá una correspondencia semántica con la oposición nucleada en Juntos por el Cambio? Quizás buena parte de lo que se quiere cambiar también sea una realidad dentro de esa coalición. Es una buena pregunta y quizás en ella esté la posibilidad de investigar un poco sobre qué es lo que se quiere cambiar y, sobre todo, el cómo.

Porque, hasta Massa está convencido de que el cambio se puede llevar a cabo de su mano, siendo él el que conoce la botonera mejor que nadie. Al fin y al cabo, de todos los males generados por este gobierno, él pertenece más al grupo de las solucionadores que al de los inútiles, aunque no le encuentra muchas veces la vuelta, basado en su creatividad e intensidad de laburo. ¿Todo es puro parche?

En Juntos por el Cambio están en una pelea tremenda. Claramente, hay dos modelos políticos absolutamente diferentes en cuanto a las formas en las que se piensan las soluciones, porque es muy fácil desde cualquier vereda decir que la inflación es el peor impuesto para los pobres; que hay que hacer tal o cual reforma, entre las que siempre sobresalen la jubilatoria y la tributaria; que la inseguridad ya no se tolera, más allá de los buenos resultados que tienen algunos distritos de distintos colores políticos.

Porque en el cómo radica la solución posible, y no en el chamuyo incomprobable a la hora de votar promesas, slogans, expresiones voluntaristas o directamente planes sin ningún asidero, con destino de fracaso ya sea por incompetencia, torpeza política o insensatez en el planteo.

Lo único que hay que discutir es el cómo se va a hacer para avanzar con lo está pendiente. Más allá de las diferentes ideologías que se cruzan en las mismas coaliciones, sin tener necesidad de ver esos planteos distintos en el adversario o en otros frentes. Quizás hasta salgan en la misma foto dos personajes con propuestas absolutamente opuestas. Y algunos siguen abonando la teoría de las “fotos” y hacer política con ellas, demostrar compromiso con el otro y con el pueblo a partir de una instantánea. Una estupidez.

Es en esa línea que la “fuerza del cambio” no significa absolutamente nada, es una consigna vacía. Cuando la desarrollan un poco, llueven las contradicciones, las evasivas por no saber o el recrudecimiento de la dureza. Hasta se reivindica el blindaje de Fernando De la Rúa, tratando de acomodar de mala manera lo que ya estaba desacomodado en la campaña gestual del spot. “Todo o Nada” vale para la final de la Copa, no para un proyecto político. Es inviable o es autoritario al máximo.

En algún momento, quizás en los debates o vaya a saber cuándo se les ocurrirá a los gurúes de las finanzas propias de la creación política, los candidatos tendrán que contarnos qué van a hacer con los temas principales que nos aquejan, que no son otros que los que describimos más arriba. Pero no deberían decir lo que les gustaría hacer, sino cómo lo van a hacer.

Porque la Argentina es un país con muchas particularidades en materia política y una de las tantas cosas de las que todos estamos cansados es que los políticos se peleen todos los días por cualquier pavada, que vayan a los medios a no proponer nada y que traten de sacar ventaja en el “canal propio”, ése en el que te dejan decir cualquier cosa y encima todos asienten con la cabecita, como Majul que, por supuesto no es el único, sólo el más caro de los que tienen ese tic.

Aquí, entonces, un secreto a voces. La inmensa mayoría que quiere un cambio, quiere que cambien también la forma de hacer política. Y que cambien los objetivos que persigue la actividad política, que se ocupen de las cosas concretas y necesarias para que el país tenga una veintena de años de paz y crecimiento. Esa es la parte que no entienden quizás, quienes creen en esa impunidad en la que se mueven confiando en que el festival es un continuado que no terminará nunca. Pero deberán tener cuidado. En esta Argentina que parece tan tranquila, también truena el escarmiento.

Hay que pensar mucho más en cómo sacar a la gente de la pobreza que en cómo sacarla de los piquetes, hay que pensar mucho más en la infraestructura educativa que requiere nuestro país que en el debate mediático de si es mejor la mano dura o la mano blanda, hay que dar salud donde no la hay, seguridad sin excesos, resolver las cuestiones básicas de cada hogar, ésa que se logra con el trabajo digno. Hay que pensar más en un país en el que haya acuerdos perdurables y políticas de Estado sustentadas por una amplia mayoría. Son un contrasentido los tuits agresivos y las fotos inútiles. El cambio es lo que quiere la gente y cada candidato debe pensar en cómo lo va a garantizar. No alcanza con esa coalición, ni con tal nombre, ni midiendo la imagen positiva. Deberían averiguar los políticos, qué quiere cambiar la gente. Puede que se lleven una sorpresa.

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