Ya transcurrió más de un año y medio del conflicto militar entre la OTAN ampliada (de aquí en adelante serán los aliados) y la Federación de Rusia en Ucrania y el panorama se presenta día a día cada vez más complejo para las potencias occidentales. Las decisiones tomadas durante este lapso tanto en el campo económico financiero global -como las más de mil sanciones contra el gigante euroasiático-, o las decisiones militares de los aliados de incrementar permanentemente la asistencia a Ucrania con el mejor armamento del que disponen, así como acciones terroristas (que denotan la impotencia), confirman que Estados Unidos y sus aliados no han logrado ninguno de los objetivos planteados para este conflicto y precisamente eso analizaremos en esta columna.
Empieza a resquebrajarse la “solidez y obediencia debida” en los medios occidentales, que fueron el principal sostén de la defensa de las acciones efectuadas por la OTAN a través de la desinformación. Fue además el único punto alto de esta coalición en esta guerra híbrida. Aunque ahora -y cada vez con mayor frecuencia-, a la luz de las diferencias políticas de cómo asumir y definir el difícil momento del conflicto, empiezan a aparecer los cuestionamientos sobre qué hacer con el monstruo que ellos mismos han generado. Las cúpulas militares parecen tener más claro el diagnóstico y lo que podría suceder en los próximos meses, pero los líderes políticos que los mandan no encuentran una salida a esta encerrona en la que tendrán que decidir, lamentablemente para ellos, entre lo malo y lo intolerable. Cuáles serán los costos, quién los pagará y surge como incógnita importante qué hacer con el pseudo líder al que convirtieron –cuando les servía- prematuramente en héroe y hoy constituye casi el nudo del problema que deberán resolver de cara a lo que viene.
Todo nace en una mala apreciación inicial de Occidente sobre las actuales capacidades de Rusia y la subestimación de las mismas. Y la soberbia creencia que todos los países “desarrollados” juntos eran invencibles en cualquier escenario y así definirían la dominación del planeta en el futuro cercano ante cualquier desafío. La inteligencia de Vladimir Putin y sus compatriotas superaron cada uno de los obstáculos que les fueron poniendo enfrente. Y hoy, luego de todas las mentiras acerca de la baja moral de las tropas rusas, del amateurismo de las mismas, de las puestas en escena para cámaras y prensa alineada, de las fallas logísticas en la cadena, del escaso apoyo que tenía la guerra en su país y de las peleas en la cúpula militar, Rusia está aniquilando en este momento las tropas ucranianas (y mercenarias) y el equipamiento top que mandó Occidente, y todos los objetivos militares y económicos que persiguió, transformando una contraofensiva ucraniana ganadora presentada con bombos y platillos, en el principio del fin de esta historia.
Ucrania ratifica hoy una profecía que cada día se sigue extendiendo por todo el mundo, y es la del Estado fallido. Y esa definición, que es atribuida públicamente a funcionarios rusos, se concreta precisamente a partir de la acción irresponsable de Zelensky y su miope visión de cómo podía terminar el abrazo del oso que le propinaron Estados Unidos, Reino Unido, Polonia, entre otros “aliados”, que se repartirán las tierras que queden y cuantiosos beneficios económicos cuando el resultado del plan diseñado para que protagonice Zelensky, esté sentenciado al fracaso.
Ese tema está asumido dentro del Estado Mayor de las tropas aliadas, son profesionales en estas lides, el tema tiene dos puntos débiles: en primer término, la reputación militar de la OTAN que vació sus arsenales casi por completo para apoyar activamente a un ejército en vías de ser derrotado, dejando una pobreza armamentística militar que tardarán años y mucho dinero en volver a tener. En segundo término, ante un escenario como el que hoy se está gestando, la pregunta es cómo se mantienen a flote los padres de esta criatura, cuál es la salida política de personajes como Pedro Sánchez, Emanuel Macron u Olaf Scholz, solo por nombrar europeístas que se equivocaron, que fueron arrastrados por Joe Biden a un conflicto que solo le trajo descontento de su gente, inflación, erogaciones millonarias y deudas, mayores costos y ser visualizados como los “colonialistas malos” de la pelea tal como lo hicieron público los países africanos durante este tiempo, y en general con todo el Sur global, sumado al deterioro de las relaciones con poderosos países asiáticos y de Medio Oriente. Un negocio pésimo de ganancia cero. Más bien pérdida por donde se lo mire. Solo gana (mucho dinero) Estados Unidos vendiéndole gas mucho más caro en barcos (GNL) y todo tipo de armamento para reponer sus pobres arsenales.
Analicemos cómo estos países podrían evitar presentar al final de este año un escenario de derrota y trabajar “un acuerdo digno”, una palabra maldita para Zelensky, ya que el mandatario no comprende que ya no se podrá hacer como él creyó, cuando lo empoderaron los aliados. El tema es que ese “poder” no está cómodo con sus continuas exigencias y la grieta se agranda cada vez más. Era parte indispensable de la solución al principio, pero se nubló y llegó hasta amenazar su ausencia en la cumbre de de Vilna por la decisión de no acunarlo en la OTAN. Desde allí, sumado a su fracaso militar en el frente, aunque nadie lo diga, pasó a ser parte del problema.
Esta semana se realizan unas conversaciones en Yeda, Arabia Saudita, entre aproximadamente treinta altos funcionarios de países, con Ucrania y sin Rusia. Lo primero que esto confirma es que Ucrania ya no puede sostener el ritmo bélico planteado y antes de seguir sumando miles de bajas y complicando a los aliados acepta cualquier comienzo de negociaciones. Hay que recordar que el Consejero de Seguridad, Jake Sullivan estuvo esta semana en Riad, y “casualmente” en este país sucede el proceso de conversaciones que los Estados Unidos ven mucho más productivo y menos nocivo que seguir otro año más en el campo de batalla.
Seguidos de cerca por Moscú, Ucrania insistirá allí en que cualquier acuerdo pasa por reconquistar todo lo que hoy ya es territorio ruso, algo absolutamente imposible, que los aliados saben, tanto como que la situación solo puede empeorar en la línea de contacto y sería lo mejor pactar algo rápido antes del invierno. Y allí Zelensky tendrá dos opciones. O seguir siendo servil de Washington y el Reino Unido y acatar sus indicaciones (tendrá que explicarles a sus compatriotas por qué destruyó terminalmente a su país y permitió la muerte de tantos compatriotas) o resistir con su discurso nacionalista filo nazi y colocarse en contra de la corriente, que creyó que lo entronaría como el líder de Europa y la democracia y fracasó. Nacería un problema allí.
Ya son varios los países que se cansaron del actor devenido en Presidente, en sus exigencias permanentes como si el mundo le debiera algo, en sus posturas inflexibles y en su trato desagradecido hacia quienes le permitieron sobrevivir hasta ahora.
Si bien esta ronda de negociación, con mayoría de países aliados, y muy pocos de los solidarios con Rusia, no es el escenario ideal para definiciones de fondo, sobre todo que no está Rusia, la misma podría ser el germen que genere un caminito virtuoso hacia nuevas convocatorias más efectivas – con los países claves y con Rusia- que acerquen a Ucrania más a la realidad, o no. Dependerá de si solo quieren cambiar la mirada de la derrota militar a una “farsa negociadora”, o si realmente quieren empezar a recorrer el camino de una paz acorde a la situación allí.
Rusia anuló la contraofensiva militar y tiene más resto que toda la OTAN junta combatiendo en suelo ucraniano, allí las cartas parecen están echadas. Mientras “ganaban en los medios” todas las elecciones igual fueron perdidas por los oficialismos, en todos los países que apoyaron a Ucrania de la UE, y ahora que están mal, se vienen en 2024 las presidenciales en Estados Unidos. Parece estar claro lo que viene.
Ya todo depende de la salud mental y la sensatez de Zelensky. Y eso es un problema para sus socios. Y para él.