El embajador de Rusia en Argentina, Dmitry Feoktistov, se refirió a los casos de Kosovo, Malvinas y Comoras como emblemáticos del modo en que los “poderosos” imponen su “hipocresía y relativismo moral” sobre plebiscitos populares y resoluciones de organismos internacionales. A continuación las afirmaciones que expresó el diplomático ruso en nuestro país:
Es probable que en el futuro los historiadores describirán nuestros días como una época caracterizada por el eclecticismo, el trastrocamiento y el vaciamiento de cualquier idea que une a los seres humanos. Una época donde el bien y el mal se alternan de manera arbitraria, por voluntad de los “poderosos de este mundo”, inflados de su exclusividad, permisividad e impunidad. Los que ya están reflexionando sobre lo que está sucediendo hoy en el escenario internacional, seguramente coincidirán en que el doble rasero, la hipocresía, el relativismo moral y legal se han convertido en la norma desde hace mucho tiempo.
Tal vez vale la pena ilustrar con hechos lo que quiero decir. Honestamente se me ocurren muchos ejemplos, pero solo expondré unos cuantos.
Hace poco, el canciller británico James Cleverly, al comentar la inclusión del tema de las Islas Malvinas en la Declaración final de la Cumbre CELAC-UE, recomendó con irritación a los argentinos que respetaran la “elección democrática” de los habitantes del archipiélago, que en 2013 habían optado por seguir siendo parte del Reino Unido. Al mismo tiempo, por alguna razón, el funcionario británico no quiso recordar las resoluciones que adopta anualmente la Asamblea General de la ONU instando a Buenos Aires y Londres a que inicien negociaciones sobre el futuro de estas islas.
Por otro lado, ¿de qué negociaciones se trata? Efectivamente, ¿qué discutir si se realizó un referéndum? Pero esperen. En Kosovo, por ejemplo, no hubo referéndum. Simplemente, como resultado de la agresión occidental contra Yugoslavia, esta región fue arrancada del territorio del Estado europeo de Serbia, del cual fue una parte desde tiempos inmemoriales.
En violación de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y sin ningún referéndum, lo reconocieron como un Estado independiente. Fue más tarde que la Corte Internacional de Justicia reconoció que una parte de un Estado tiene derecho a declarar su independencia sin el consentimiento de las autoridades centrales. En Crimea, Donbass y Novorossia se realizaron referendos, pero por alguna razón Occidente niega a los habitantes de estas regiones el derecho a la autodeterminación.
Emerge un panorama bastante curioso. En Kosovo no hubo referendos, y no hay necesidad. En Crimea y Donbass los celebraron, pero sus resultados resultaron “incorrectos”. Solo en las Islas Malvinas todo se organizó “como se debe”.
A propósito, en 2021, incluso antes del inicio de la operación militar especial de Rusia en Ucrania, los periodistas le preguntaron al jefe del régimen de Kiev, Zelensky, qué pensaba sobre los habitantes de Donbass. Los tachó de “especímenes”, que no pueden ser considerados humanos, y recomendó que se largaran a Rusia. Se me ocurre inmediatamente Chagos, un archipiélago en el Océano Índico, que Gran Bretaña, a pesar de las resoluciones de la ONU, no quería devolver a Mauricio.
En los años 1960, los británicos deportaron a la fuerza a todos los habitantes de este territorio con el fin de liberar espacio para la construcción de una base militar. Más tarde, por cierto, desde allí despegaron los aviones de combate estadounidenses y bombardearon Afganistán e Irak.
He aquí otro ejemplo, sobre las Comoras. Cuando se celebró allí un referéndum, París reconoció sus resultados en todas las islas menos una, Mayotte, que sigue siendo francesa.
Hay muchos otros ejemplos de la interpretación egoísta del derecho internacional por parte de los países del Occidente. Su hipocresía y doble rasero nos llevan a la creciente erosión de todo el sistema, cuya consecuencia lógica puede ser la “guerra de todos contra todos”, que describió el filósofo inglés, uno de los fundadores de la filosofía política, Thomas Hobbes.
Y finalmente, un par de palabras “sobre el tema del día”. Miren con qué indignación algunos de los países, que el “diplomático” europeo Josep Borrell (que se opone con todas sus fuerzas al cese de hostilidades en Ucrania) llama el “jardín de flores”, están respondiendo a los acontecimientos actuales en Níger. Si estos mismos países hubieran condenado con la misma unanimidad el golpe de Estado en Kiev en 2014, y se hubiera restaurado el orden constitucional, entonces no habría existido “separatistas” en el Donbass, ni años posteriores del genocidio de los nacionalistas de Kiev contra los residentes de las regiones rusoparlantes del país, ni el conflicto actual en Ucrania.
Está claro para un observador imparcial que el enfrentamiento en Ucrania fue organizado a instancias de las élites de varios Estados, que durante muchos siglos colonizaban, robaban y mataban. Incluso hoy no han abandonado sus instintos depredadores, convirtiendo a los ucranianos de manera calculada en material prescindible para realizar sus ambiciones geopolíticas.
Habiendo utilizado Ucrania, los occidentales no se calmarán. Se encontrarán nuevas víctimas y se alimentarán nuevos conflictos. Los neocolonizadores están acostumbrados a vivir según el principio de “divide et impera” (“divide y vencerás”).
Esto significa que continuarán los intentos de utilizar el derecho internacional como una pantalla que oculta las verdaderas intenciones. En general, el Occidente colectivo se ha convertido en una araña geopolítica gigante que vive solo de la sangre de sus víctimas. Es gratificante que hoy en día haya una comprensión creciente en el mundo de que es hora de romper esta telaraña que ha envuelto a muchos países y pueblos.