En Buenos Aires abundan los bares temáticos. Los hay que recrean el ‘900, otro que evoca la historia de los Peaky Blinders, otro dedicados a los cómics de Marvel, a la Cárcel de Alcatraz, a la magia y la prestidigitación y hasta al Moulin Rouge, de París.
En un ala del que fue el Palacio Presidencial, conocido como Palacio Unzué, pegado al Instituto Nacional Juan Domingo Perón, funciona Un Café con Perón, el bar temático que revive la historia de Juan Domingo Perón y su esposa, María Eva Duarte, Evita para el Pueblo peronista.
En las inmediaciones de esa casa, cuando ella agonizaba, muchos de sus devotos dejaban velas encendidas en la puerta para rogar por su alma, en una actitud de amor que perdura en el tiempo. Pero, tanto amor generaba además un odio igual de fuerte: ése fue el lugar en el que, sobre la misma pared, una mano anónima escribió: “viva el cáncer”.
El bar está instalado desde 2010 en lo que fue la casa del intendente del Palacio Unzué, sobre la calle Austria 2601. En 1956, un año después de que Perón fuera derrocado por la Revolución falsamente autodenominada Libertadora, el Palacio principal fue demolido, para evitar que se convirtiera en un lugar de culto y peregrinación. Sólo quedaron en pie esta casa y la residencia contigua, en la que se asentaba la Casa Militar y donde hoy funciona el Instituto Juan Domingo Perón.
El otro sello distintivo es que Un Café con Perón está concesionado a la Cooperativa de Trabajo “Lo de Néstor”, que administra su funcionamiento y paga un canon mensual al Estado.
Para rehabilitar el edificio, se realizó una cuidadosa labor de reconstrucción, que incluyó rearmar los pisos en damero, reconstituir la boiserie y reponer loe vidrios biselados, muchos de los cuales faltaban.
Tocar la historia
Al subir la escalera, y cruzar la puerta del café, se llega al pasado, sin dejar el presente. Se puede realizar un recorrido histórico, ya que hay fotos, banderas y una estatua de Perón de tamaño natural, que muchos de los asistentes eternizan en imágenes, tomándose una foto “con el General”, que está vestido de civil.
Hace unos años, cuando Antonio Cafiero visitó el bar, al ver la estatua realizada por el artista plástico Fernando Pugliese, le pareció tan real que exclamó: “mi general y yo que creí que no lo iba a ver nunca más. Vamos a tomar un café”. La anécdota la relató el expresidente del Instituto Nacional Juan Domingo Perón, Lorenzo Pepe.
Detrás del bar existe un microcine, en el que se proyectan películas y videos y se alquila para eventos sociales.
Además, hay una vitrina en la que se exhiben objetos relacionados con la historia de Perón, entre los que se cuenta el diccionario mapuche-castellano que elaboró él mismo, denominado “Toponimia Patagónica-Etimología Araucana”. Además, hay fotos, reliquias antiguas y todo tipo de objetos históricos, incluso una bandera que envolvió el busto de Perón que se erige hoy en el Salón de Honor del Colegio Militar de la Nación.
Leonardo Duva, presidente de la cooperativa
“La mayoría de las cooperativas surgieron de las sucesivas crisis que azotaron a la Argentina. Ésta es una cooperativa de trabajo, que tiene como modelo económico la distribución de riqueza. Nuestro objetivo es generar trabajo, reconstruir esa cultura y mantener los oficios. En el caso nuestro, somos una cooperativa gastronómica que venimos de las crisis. Somos sobrevivientes del modelo económico de los ’90, somos hijos de ese proceso de destrucción de la industria nacional. Así empezó a surgir esta idea de agruparnos y a partir de eso, empezamos a ver que en los barrios había oficios, había saberes y mucha experiencia laboral acumulada, que se empezaba a reorganizar por necesidad, a través de una olla, a través de un plato de comida. En 2003, el gobierno planteó la necesidad de reconstruir al país desde el trabajo y nosotros nos sumamos, para transformar la crisis en trabajo productivo. Así nacieron muchas cooperativas.
El modelo de fábricas recuperadas nació en Argentina. Hoy, se exportó al mundo. En México hay una fábrica de neumáticos, en Italia hay una fábrica de helados. Esta experiencia nació de esa cultura tan típica del peronismo, de que el trabajo es el ordenador social y además, de la organización laboral, que incluye hasta al sindicato. Hay algunos sindicatos que apoyaron mucho estas iniciativas, como Héctor Amichetti, de la Federación Gráfica Bonaerense y Walter Correa, del Sindicato de Curtidores.
Cuando llega Kirchner, a todo este movimiento le da una identidad, una política pública que no alcanzó a desarrollar todo lo que necesitábamos, pero que fue muy importante. Lo que pasó fue que esta política se asentó sobre la política social y no sobre la política productiva. No evolucionó, porque lo social fue el principio, que era lo que había que hacer, pero después no continuó.
Hay muchas fábricas recuperadas que son nuestros proveedores, como Torgelón (fiambres), La Litoraleña (tapas de empanada) y El Amanecer (quesos). Así fuimos a buscar a los cerveceros, los vinos y otros productos que nos proveen.
El nombre de nuestra cooperativa -Lo de Néstor- es un homenaje al hombre que nos permitió reconstruir lo que Perón nos había enseñado sobre el trabajo, el ascenso social y la distribución de la riqueza. Nosotros pensábamos que la mejor manera para los que nos habíamos quedado afuera de ese mundo del trabajo era reconstruir el tejido social y productivo desde las cooperativas de trabajo. Hoy, nosotros decimos, más vale menos comedores, porque todos nosotros venimos de los comedores. Hoy, somos once millones de personas que nos augestionamos y que no tenemos los derechos que tienen los trabajadores formales. Acá no hay vacaciones pagas, ni aguinaldo, no hay ART, no hay créditos, no hay salud. Nosotros le pedíamos al exministro de Trabajo Carlos Tomada un estatuto del trabajador autogestionado, que nunca se realizó.
Sostuvimos como pudimos el proyecto en 2021, después de que fuera cerrado por Macri en 2015, luego llegó la pandemia, que nos llegaba una IFE cada dos meses y en 2022 volvimos a abrir el bar. Hoy, en este lugar se sostienen doce puestos de trabajo, justo en este lugar, desde donde se practicó durante diez años el país que hoy seguimos soñando, con Perón y Evita como símbolos.
De todos modos, estamos en el barrio de Recoleta, que no es un barrio peronista (se ríe), pero hemos logrado convivir y respetarnos. Cuando la gente nos ve trabajando en el marco de un proyecto cooperativo, deciden que no se van a oponer a esto. A veces cargamos con el estigma de los vagos planeros que no trabajan, pero nadie está en contra de ser recibido por gente que trabaja.
Acá se come por menos de $5.000. Ni en Boedo, que es mi barrio, se come por esa cifra. Eso también ayuda a que nos quieran más (vuelve a reír). Ahora, la cooperativa tiene contrato hasta 2027. Por eso, seguiremos trabajando, como siempre.