El asesor presidencial Santiago Caputo se quedó hasta anoche tarde trabajando en una misión: identificar a los “traidores” entre las planillas de las votaciones en particular de la Ley Ómnibus. Javier Milei ya había dado la orden de dar marcha atrás y se había ejecutado una decisión política que dejó sin nada a los que querían ir por todo. ¿Fue una derrota calculada, un desenlace inevitable o la acumulación anárquica de eventos desafortunados? Quizás sea una combinación de todas esas y de otras alternativas.
La caída de la sesión configura un terremoto político de consecuencias imprevisibles y que todavía tiene a sus principales protagonistas sometidos a la ingrata tarea de la evaluación de daños.
El oficialismo pasó de los memes triunfantes a la rabia tuitera. La tarea de Caputo derivó en la publicación de un listado con los nombres y la pertenencia partidaria de los que votaron en contra del proyecto del Gobierno. Hasta ahora, lo único que domina en el escenario político es la incertidumbre sobre cuál es el camino que tomará Milei después de que “la casta” -como él la llama- le puso un límite.
La Oficina del Presidente agradece el compromiso legislativo del bloque Frente PRO, encabezado por Cristian Ritondo, del diputado Miguel Ángel Pichetto, y del sector de la UCR que acompañó el proyecto, así como a todos los diputados que este martes votaron a favor en particular…
— Oficina del Presidente (@OPRArgentina) February 7, 2024
El Pro y el rol de Macri
En el Pro hay una sensación de profundo agotamiento. Son los que más compromiso mostraron para apoyar al gobierno, que trabajaron en sintonía en las comisiones con La Libertad Avanza (LLA) y que estuvieron de manera monolítica votando junto al oficialismo. La tarea de esos legisladores, tanto dentro del Congreso como fuera, principalmente en los medios, tuvo un actor protagónico: Mauricio Macri. El expresidente lideró una bancada cruzada por tensiones y desconfianzas. Respaldó a Cristian Ritondo, que logró establecer una estrategia parlamentaria eficaz, y a Silvia Lospennato, la encargada de pulir el articulado de la ley y ordenar una redacción por momentos rocambolesca.
En el macrismo hay un reproche larvado, principalmente porque el gobierno de Milei está sembrado de funcionarios de Córdoba, que votaron en contra, y exmassistas y de La Cámpora, que siguen en sus cargos y actúan en los hechos como una oposición pura y dura. “Están resistiendo con aguante en ministerios y empresas públicas en cargos bien remunerados. Pero no son capaces de levantar 15 tipos de sus bancas para que las leyes se aprueben”, mascullaba bronca uno de los consultados para esta nota.
“El Pro está poniendo el cuerpo, paga el costo político porque tiene que explicar que no cogobierna, pero vota todo con el gobierno. Tiene que defender las leyes más que los libertarios, porque no hay uno con capacidad para hacer un discurso ni para plantear una estrategia parlamentaria. No saben”, continuó la misma fuente, que agregó con mordacidad: “Si alguien duda, miren los discursos y cómo actúan desde el diputado más raso al que tiene la responsabilidad más alta”.
Y plantea otra alerta: “Mauricio (Macri) va a seguir apoyando, porque está a favor del cambio. ¿Ahora, alguno pensó qué puede pasar si dice ‘hasta acá llegamos’?”
Una vez más, como pasó durante mi gobierno entre 2015 y 2019, una parte de la política que decía estar comprometida con hacer una Argentina distinta, vota en contra al llegar al recinto. Impide, traba y retrocede. Pero a no aflojar: la gran mayoría de los argentinos están con el…
— Mauricio Macri (@mauriciomacri) February 7, 2024
Radicales y lilitos
Pero el desorden no es sólo de la relación política con los gobernadores. “El radicalismo estaba dinamitado”. La confesión es de uno de los testigos del colapso de los acuerdos. En la Unión Cívica Radical anida una inveterada pasión por las internas. Despojados de la vocación de poder, la zancadilla, la división y la trampa suele ser el modus vivendi de un partido que añora a Alfonsín, cuyo final anticipado ocurrió el milenio pasado.
Rodrigo De Loredo tuvo que navegar entre alfiles de gobernadores, los indomables referentes de Evolución -que se identifican con Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti- y el emergente “factor Facundo Manes”. En las votaciones cruciales, los que apoyaron a Milei quedaron en minoría. No es de extrañar que en la lista de “traidores”, los radicales sean el subgrupo más numeroso: 25 sobre 61. Al final, Milei le tuvo que dar la razón a Macri: “no confíes en los radicales”, lo previno el año pasado.
No son los único que tienen una mirada crítica. “Hay radicales que piensan que las empresas tienen que ser estatales y que las inversiones son mala palabra. Atrasan”, contaba anoche uno de los diputados que intentaron, sin éxito mantener a flote una sesión que se cayó sin remedio.
Los diputados de la UCR y la Coalición Cívica rechazaron los incisos que pedía el Gobierno y, al final, votaron con Unión por la Patria, con el kirchnerismo. Igual, no aplaudieron con el kirchnerismo cuando terminó el debate.
La sensatez, que un gobierno elegido por la gente tenga las herramientas justas y necesarias para poder gobernar. pic.twitter.com/srF3dza4rp
— Rodrigo de Loredo (@rodrigodeloredo) February 5, 2024
El fallido de Hacemos
“Lo que pasó era previsible. Sólo un milagro podía sacar esta ley”. Pichetto se fue fastidiado del Congreso, ese lugar que conoce como ningún otro de los nuevos inquilinos. No habló con nadie. Apenas un par de colaboradores lo escucharon. A la luz de los acontecimientos, los que tenían que hacerle caso cuando pidió que “no sean pelotudos” no le hicieron caso. Evidentemente, algunos fueron.
Ese bloque multicolor quedó astillado y desprovisto de un factor aglutinante. Pichetto había intentado recrear con una treintena de pesos pesados de la política argentina el Centrão brasileño, una difusa identidad política que en Brasil les ha dado a Lula y a Bolsonaro, alternativamente, dosis de gobernabilidad imprescindibles, decisivas, vitales. Surgidos de representaciones estaduales o religiosas -el movimiento evangelista es allí poderoso en cantidad de gente y en recursos económicos- suelen proporcionar en el Congreso los votos para completar las mayorías. Pero en Argentina no pudo ser.
Para este grupo, la “Ley Ómnibus” fracasó por temas de menor cuantía. A la hora de la definición, la parte se llevó puesta al todo. “Se había votado la emergencia y al empezar con la delegación de facultades, la oposición empezó a pedir cambios, pero la estrategia del todo o nada terminó en lo inevitable: nada”, explicaron en esa bancada multicolor. En el bloque Hacemos Coalición Federal, la sesión transcurrió entre la sorpresa, la impotencia y la decepción. “Si un aliado pide un cambio hay que darlo, porque sino el Gobierno se queda sin ley. Los principios y los recursos no se pueden escribir en el mismo renglón, no van juntos, van en renglones separados”, les había dicho en un zoom días atrás el propio Pichetto. Tampoco se dio.
Como contamos antes, la unidad colapsó por el rechazo del cordobés Llaryora, el rosarino Pullaro, el salteño Sáenz, del misionero Passalacqua, del neuquino Figueroa y el santacruceño Vidal. Todos abrevaban en este remedo de Centrão que no superó, siquiera, el bautismo de fuego.
La sesión empezó a trabarse por los fideicomisos y a partir de allí empezó una seguidilla de derrotas que los libertarios no supieron o no quisieron parar. La duda que atraviesa a la política, sobre todo a los bloque dialoguistas, ahora es ¿fue sin querer o fue queriendo?
#Argentina necesita la ley, por lo que debe continuar su tratamiento a través del diálogo, el consenso y el respeto mutuo. #DefendiendoCórdoba
— Martín Llaryora (@MartinLlaryora) February 7, 2024