El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, trasladó arbitrariamente la histórica Sala de Periodistas, que funcionaba en la Oficina 2092 de la Planta Baja del Palacio de Justicia, para ubicar en su lugar a la burocrática Mesa de Entradas del organismo.
En cambio, instaló la Sala de Prensa en una oficina del tercer piso, recluyendo a los periodistas en una especie de "ghetto", muy lejos del lugar en el que desarrollaron sus tareas durante casi 60 años.
Ese lugar, que ahora deberán abandonar los hombres de prensa, estuvo en otros tiempos ocupado por las máquinas de escribir Lexikon 80, Remington u Olivetti Lettera, que hoy son objetos de museo y que sólo viven en la memoria de los periodistas retirados.
En esa sala cubrieron el área de tribunales Darío Nacinovich, para el diario La Nación; Alberto Riobó, para La Prensa, Antonio García Elorrio, que trabajó para Crónica, Ámbito Financiero y DYN y Francisco Diviesky, que lo hizo en El Cronista Comercial. El decano de los periodistas de la Justicia fue Jorge Cubas, que durante 50 años tecleó miles de páginas, trabajando para el diario Clarín.
Ricardo Lorenzetti es el mismo jurista al que, a principios de 2010 se le adjudicó -desde el entorno del vicepresidente Julio César Cleto Cobos- la aspiración de acompañar al presidente del Senado como candidato a vicepresidente, para el caso de que éste se postulara a la presidencia de la Nación.
La polémica decisión de Lorenzetti no terminará con la libertad de prensa -una actitud que sería impensable paran un jurista-, pero maltratar a la prensa que cubre la actividad en la que él mismo se desempeña no aparece, a primera vista, como un camino recomendable.
