El hambre, ese que sorprende con imágenes cuasi de posguerra y que llega reflejado en imágenes que provienen en su mayoría del norte del país, también existe en plena Capital Federal. Testimonio de ello es el cuerpo raquítico de Amalia Doval que según consignó la agencia Télam, tiene 54 años y pesa apenas 38 kilos.
La jueza en lo contencioso administrativo y tributario de la Ciudad de Buenos Aires, Lidia Lago, debió ordenar al gobierno porteño que le brinde alimentación, en virtud de su delicado estado de salud y de una operación que se le prescribió para que no quede inválida. Fue la misma afectada quien, motorizó la demanda al ver afectados sus derechos a la salud y a la dignidad.
Doval, está desempleada y lógicamente sin posibilidad de trabajar debido a su estado de salud. En virtud de su bajo peso, padece hipertensión arterial, hipertrigliceridemia, gastritis crónica, dispepsia, desnutrición, anemia y artrosis cervical y lumbar con escoliosis, por lo que el Ministerio de Salud del GCBA le extendió un certificado de discapacidad.
Lago determinó que se cumplan las exigencias nutricionales de la mujer ya que ?carece de recursos económicos para afrontar el costo de una adecuada alimentación acorde a su estado de salud, lo que impide además que pueda ser operada?.
Según consta en la causa judicial, el plan de alimentos que Doval debe recibir, indicado por médicos del Hospital de Clínicas, cuesta 430 pesos mensuales más dos latas de 350 gramos de un suplemento nutricional.
La magistrada remarcó que la obligación de proporcionarle a Vidal asistencia adecuada -una dieta fuerte en calorías basada en cereales, legumbres, pastas, verduras, frutas y dulces o los fondos para poder observarla- se extiende hasta que la mujer "supere la emergencia alimentaria en la que se encuentra?. En consecuencia deberá ser incluida en el Programa Ciudadanía Porteña – Con Todo Derecho o en cualquier otro sistema asistencial acorde con sus necesidades nutricionales.