El docente, escritor y ensayista Martín Kihan, participó el miércoles de una charla en el stand de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires en la Feria del Libro.
“Cómo pensar la identidad en tiempos de crisis” fue el tema que el docente, escritor y ensayista Martín Kohan abordó hoy en el marco del ciclo de charlas abiertas organizadas por la Defensoría del Pueblo porteña en la 48° Feria del Libro.
La charla tuvo lugar en el stand de la institución (1605) ante decenas de personas y fue coordinada por el periodista Facundo Alé.
Individualismo versus colectivismo
“Individuo y sociedad, a mi entender, es una contraposición engañosa o tramposa, porque supondría un individuo que existe como tal y que solo va a poder encontrar límites o contrastes en el espacio social. La constitución de la identidad personal también es social, no está separada de lo social, ahí donde la identidad, incluso la más personal, se constituye en el vínculo con los otros”, sostuvo Kohan.
Y añadió: “Tiendo a hacer hincapié, respecto de la idea de la identidad, en poner algunas precauciones sobre lo que podrían ser formulaciones esencialistas de la identidad. Una identidad que se constituye socialmente, que se constituye temporalmente, implica también pensarla siempre abierta a su propia transformación. Y esa transformación es parte de la identidad, no atenta contra la identidad. Solamente pensando que existe una identidad fija, esencial, verdadera, es que se puede pensar que cualquier transformación la amenaza, o amenaza con deformarla, o amenaza con diluirla. Las identidades están siempre abiertas, siempre en transformación. Claro que en esa apertura y en esa transformación hay permanencias, porque sin esas permanencias no habría identidad; en rigor, uno reconoce la identidad como aquello que permanece a lo largo de las transformaciones, pero esas transformaciones transforman también la identidad”.
El rol de la cultura en la creación de identidad
“Así como no hay una sola identidad, no hay una única cultura. La premisa de que solamente con un desarrollo cultural, en una sociedad, cada uno de nosotros, a su modo y con sus propios recorridos de identidad, se constituye y se enriquece en la base de cualquier pensamiento, supone qué significa la cultura en una sociedad”, destacó el docente y escritor.
“Hoy en día estamos en un nivel de desarrollo cultural y de nivel de debate bajísimo. Estamos en los planos más básicos y más elementales del desarrollo de una discusión sobre esto. Porque el hecho de que en una sociedad es necesario desarrollar prácticas culturales se suele dar por sabido y ha dejado de ser obvio, porque nos encontramos teniendo que discutir lo más básico. No hay modo más cabal, más eficaz de deteriorar, embrutecer, aplanar y vaciar la dimensión de cada una de nuestras subjetividades que aplastando y aniquilando las expresiones culturales”, agregó.
Cultura democrática
Al respecto, Kohan afirmó: “Hay cierta ilusión de progreso, de que ciertas formulaciones sociales se discuten, se elaboran, se establecen y quedan. Pero no se controla la dinámica histórica de una sociedad. Si algo que parecía consolidado se resquebrajó, habrá que volver a dar las discusiones y abrir una zona de revisión y de autocrítica. Si eso no estaba tan consolidado como suponíamos, también tiene que haber errores propios”.
“Lo que sí uno podría reclamar, y no es mucho pedir, es que dado que estos debates sobre la democracia y sobre los valores democráticos tienen 40 años de desarrollo, ya que como sociedad lo hemos venido discutiendo y elaborando colectivamente a lo largo de cuatro décadas, sería deseable reabrir la discusión, pero no abrirla como si estuviéramos en el punto cero. Si quieren reabrir la discusión deben saber lo que viene siendo discutido y elaborado. Hay que conocer la historia. Mínimamente, leer lo que pasó, ver películas que tematizaron estas cuestiones. Ahora, si los libros los revientan, porque revientan la ley del libro, si te cierran los cines, bueno, efectivamente se vuelve mucho más difícil. Pero quiero enfatizar, nuevamente, que hay también que revisar si algo no estaba consolidado o qué errores propios se cometieron.”
“No considero que tenga por qué haber cuestiones que están fuera de la discusión. Si algo queda en discusión, hay que dar el debate”, resaltó.
Redes sociales
“En las redes hay una gran dificultad para que ciertas cuestiones se discutan y se elaboren. Tecnológicamente, nada lo impide. Yo, un poco por obstinación, un poco porque soy del siglo XX, insisto en que no hay por qué darlas por perdidas como un espacio de discusión posible. Pero es tremendamente difícil dar una discusión en esos espacios porque predominan las prácticas de la violencia y del vituperio, de la agresión y de la denigración, que hacen imposible cualquier debate”, señaló el invitado.
En ese sentido, puntualizó: “Cuando digo debate no estoy pensando en uno armónico ni de consenso; el debate puede ser álgido y subido de tono. No es que tenga una concepción pacifista de los intercambios; una discusión puede ser muy intensa, pero no es eso lo que tiende a pasar en las redes. No son discusiones intensas, son violencias que impiden la discusión. Cuando se intenta una discusión álgida, está comprobado empíricamente, ponés un argumento ahí y lo que obtenés la mayor parte de las veces es silencio. O sea, alguien entra, agrede, responde, y si la respuesta contiene un argumento no es excepcionalmente lo que vuelve, es una respuesta al argumento o un insulto más violento, o nada, porque no habían entrado para discutir”.
“El juego no era discutir. Es como caer a una cancha de vóley con una raqueta; no es el juego. Uno cae a una cancha de vóley con una pelota; pero no, ese no es el juego. Sí creo que en este tiempo se ha producido una transformación muy significativa y a mi entender nada alentadora, que es que esa modalidad de las prácticas de discurso, de la violencia, de la denigración que impiden el debate, han traspasado el discurso del Estado. Son ahora discursos del Estado. El jefe del Estado habla como si estuviera en Twitter. Y se le hacen planteos y devuelve insultos. Se le hacen reclamos y devuelve denigraciones. Se le plantean ideas y devuelve humillaciones. Es como si hubiera habido una estatización de Twitter, no de la empresa, sino del formato Twitter. Por el cual el Estado se expide a través de sus voceros con la violencia, la virulencia, la denigración y la agresividad que es propia de Twitter, pero ahora desde el poder del Estado. Y no solo a los opositores, ya no va a quedar si es que todavía queda una persona en la Argentina que no haya sido insultada por el jefe del Estado, incluyendo los propios aliados. Gran parte de ellos han sido insultados, humillados y denigrados por el jefe del Estado. Y me parece que hay una señal muy preocupante como rasgo de la sociedad, que no solo la figura del energúmeno que agrede en Twitter se haya estatizado, sino la disposición a verse y la aceptación de verse humillado y denigrado”, concluyó.