La confirmación del encuentro que el Papa Francisco y Axel Kicillof tendrán en Roma el próximo jueves es el hecho sobresaliente de un encadenamiento de mensajes que la Iglesia católica le viene enviando al gobierno nacional, en forma sistemática durante los últimos dos meses, aunque no suela ser explicitado en esos términos.
Tanto en el mundo eclesiástico como en el de la política nacional, advierten con claridad que Jorge Bergoglio tiene una cintura política acorde al rol que ocupa como jefe del Estado Vaticano. Es el líder de la Iglesia y, al mismo tiempo, un animal político. Ninguna foto, ni ningún mensaje están librados al azar.
Francisco recibirá al gobernador bonaerense el mismo día que Javier Milei pise Italia para formar parte del G-7. Parece ser una coincidencia. Solo parece. El Presidente viajará el miércoles por la noche a Italia para formar parte de la cumbre que aglutina a los principales líderes del mundo. Irá después de dar vuelta su decisión, ya que el último jueves se había inclinado por acortar su gira europea y no asistir.
En simultáneo, el Papa recibirá a Kicillof en una audiencia privada por primera vez desde que es gobernador de la provincia de Buenos Aires. Será el primer cara a cara. Hasta aquí el nexo más directo siempre ha sido Víctor Manuel “Tucho” Fernández, quien hasta julio del año pasado era el Arzobispo de La Plata. Su cargo lo dejó el día que el Sumo Pontífice lo designó como Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, lo que lo obligó a irse a vivir a Roma. El sacerdote nacido en el departamento de Río Cuarto, Córdoba, es uno de los funcionarios eclesiásticos más cercaos al Papa.
Los sacerdotes emitieron un comunicado en el que convocaron a la misa que celebrará el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea, el próximo 19 de junio, para reconocer, según explica la convocatoria, “madres de la patria”, que son “las mujeres que sostienen los comedores en nuestros barrios”. La celebración religiosa se hará en el Santuario de la Virgen de Caacupé, en La Matanza.
“En estos tiempos de crisis y confusiones, nos duele que a muchas de estas doñas se las haya acusado de robar o vender los alimentos. Son ellas las que sufren el dolor de ver que no alcanza la comida de la olla. Varias veces repiten el milagro de la multiplicación de los panes. Son las que dan la cara cuando el Gobierno no entrega los alimentos”, indicaron los curas villeros.
“¿Qué nos pasó que pasamos de ensalzarlas en la Pandemia a humillarlas ahora? ¿Cambiaron ellas o cambiamos nosotros? ¿Nos hemos transformado en una sociedad que condena a tantas madres que dan vida?”, se preguntaron en un tono muy crítico respecto a la postura que ha explicitado el gobierno nacional en las últimas semanas.
📢Comunicado del Equipo de Sacerdotes para las villas y barrios populares de la Argentina y del @HogarDeCristoFG con motivo de la conmemoración del cincuentenario del martirio de Mugica https://t.co/42QZ66wUBJ
— Curas Villeros (@PastoralVillera) May 12, 2024
El mensaje fue muy duro contra la Casa Rosada, pero apuntó, con un pedido concreto, a todos los sectores que están involucrados en la vida pública y política de la Argentina. “Pedimos recapacitación: a la gente del Gobierno, a los políticos, a los formadores de opinión, a los empresarios, a todos. Jamás imaginamos que tendríamos que seguir discutiendo sobre el reparto de comida. Es escandaloso. Nos duele mucho. ¡No es posible morirse de hambre en la tierra bendita del pan!”, sostuvieron.
Y en esa misma línea, agregaron: “Trabados en pelear por los alimentos no podemos avanzar en proyectos de verdadera inclusión. La cuestión va mucho más allá del galpón de alimentos. En un país con un 55% de pobreza y 18% de indigencia, no podemos pensar que el problema de la comida es psicológico o ideológico”.
El tramo final del comunicado fue tajante y contundente: “No se combate con relatos y redes. Los problemas de asistencia alimentaria tienen que acompañar la realidad que estamos viviendo y actualizarse con la inflación. Nos gustaría pensar que esto es ineptitud y que se quiera mejorar”. Los curas villeros no dejaron lugar a especulaciones sobre su postura.
El malestar aumenta día a día frente a la gestión oficial, la falta de trabajo mancomunado en los lugares más humildes y la demonización del rol del Estado, clave para que los curas, en el anteúltimo eslabón de la cadena, logren contener a los sectores más humildes de la población.
La misa a la que convocan los curas villeros se generó en respuesta a las acusaciones del Gobierno sobre el rol de las organizaciones sociales en el reparto de comida y la existencia de comedores truchos. Lo que molesta dentro de la institución católica es que se “meta todo en la misma bolsa” respecto al discurso de la Casa Rosada sobre la decisión de cortar con intermediarios entre el Estado y la gente. Además, advierten que el Gobierno cortó el trabajo de los intermediarios pero no armó un sistema paralelo para que la comida llegue a la gente en forma ordenada.
Pero, además, existe una fuerte molestia por los seis meses que tardó el gobierno nacional en repartir los alimentos almacenados, desde la gestión pasada, en Villa Martelli y Tafí Viejo. En la Iglesia nunca convencieron las respuestas del Gobierno respecto a las demoras, los controles de stock y la situación para la que estaban almacenadas que, en boca del vocero presidencial Manuel Adorni, era para “situaciones de catástrofes”. Las cuentas no cierran. Los discursos, tampoco.
El 25 de mayo, durante el Tedeum, la Iglesia ya había mandado una señal de alerta al Gobierno. “Hay que acompañar con hechos y no solo con palabras el esfuerzo de la gente”, dijo el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva. Poco después de esa homilía, Oscar Ojea, hombre de estrecha relación con el Papa, le exigió al gobierno de Milei que reparta la comida almacenada. E hizo hincapié en la necesidad de hacerlo en un contexto de marcada crisis económica y creciente pobreza.
El mensaje de los curas villeros, en un tono que no es institucional como el de Ojea y García Cuerva, lleva la adhesión implícita del Papa Francisco. Ese grupo de curas, que trabaja en las villas de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano, fue cobijado e impulsado por Bergoglio cuando era Arzobispo de Buenos Aires. Dicen, por su forma de comunicar, las cosas de una forma mucho más directa y filosa. Una verdad sin matices institucionales.
La convergencia de la Conferencia Episcopal Argentina y los curas villeros en la misa que celebrará Ojea, potencia el mensaje hacia el Gobierno y expone el apoyo del Sumo Pontífice a su contenido: las críticas a la demora en el reparto de alimentos, la demonización de las organizaciones sociales y el pedido de revalorización del rol de las mujeres que atienden merenderos y comedores en los barrios más pobres de la Argentina.