Los dialoguistas de la CGT, Héctor Daer y Gerardo Martínez buscan una tregua con Pablo Moyano y abrir el diálogo con el Gobierno de Javier Milei. La CGT avanzará esta semana en tratar de resucitar el diálogo interno para impedir que se formalice la fractura de hecho que existe hoy entre dialoguistas y moyanistas-kirchneristas.
La idea es concretar en los próximos días una reunión cumbre entre la plana mayor de la fracción moderada de la CGT y el cabecilla de los rebeldes, Pablo Moyano (Camioneros). No será fácil: para esta semana está prevista la sesión para aprobar la Ley Bases en la Cámara de Diputados y el hijo mayor de Hugo Moyano ya anticipó que quiere movilizarse de nuevo ante el Congreso para protestar mientras que sus adversarios internos se resisten y se muestran conformes tras haber logrado que se recortaran 42 artículos de la reforma laboral en la iniciativa promovida por Javier Milei.
En la charla inminente que tendrá la cúpula de la CGT estará sobre la mesa otro dilema, anticipado por Infobae: qué postura se adoptará si el Gobierno concreta su invitación a firmar el Pacto de Mayo y si el secretario de Trabajo, Julio Cordero, finalmente los llama a integrar una mesa de diálogo tripartito con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como garante.
Además de Cordero, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el asesor Santiago Caputo son los nexos libertarios con los moderados de la CGT, que no reniegan del diálogo con la Casa Rosada, pero por ahora mantienen una extrema prudencia. Ya lo adelantó Gerardo Martínez al hablar ante la OIT: “Seguimos apostando a una agenda de diálogo”, dijo, aunque luego, en otra intervención, pidió que “ese diálogo tripartito sea institucionalizado y no discrecional”.
Hoy, la grieta que existe en la CGT deja de un lado al sector dialoguista, donde están “los Gordos” como Héctor Daer (Sanidad) y los independientes Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), junto con aliados como Sergio Romero (UDA), Jorge Sola (seguro), Sergio Sasia (Unión Ferroviaria), Rodolfo Daer (alimentación) y Julio Piumato (judiciales), entre otros, y pone en el otro rincón a los ultraopositores Pablo Moyano, sus dirigentes más fieles como Omar Plaini (canillitas), Cristian Jerónimo (vidrio) y Juan Pablo Brey (aeronavegantes) y los sindicalistas K como Mario Manrique (SMATA), Abel Furlán (UOM) y Sergio Palazzo (bancarios).
La relación entre las dos fracciones se enturbió luego de que Pablo Moyano se alió al sindicalismo K dentro de la CGT para movilizarse el 12 de junio ante el Congreso mientras el Senado discutía la Ley Bases, en sintonía con un pedido de Cristina Fernández de Kirchner y su hijo Máximo. Pero los dialoguistas estallaron porque en la mesa chica cegetista, con la presencia del camionero, habían resuelto dejar en libertad de acción a los gremios para adherir a la concentración callejera, que finalizó con incidentes.
Todos saben que sería un error terminar de romper una CGT que ya está irremediablemente agrietada y, a la vez, son conscientes de que sus diferencias son demasiado profundas como para disimularlas. “La resistencia de los trabajadores la está encabezando la CGT y no se va a partir ni dividir y va a seguir confrontando las políticas de Milei”, dijo la semana pasada Pablo Moyano, el mismo dirigente que el 3 de junio desafió a sus colegas al convocar por su cuenta a las regionales cegetistas a Azopardo 802 para hacer un acto propio en apoyo a la movilización al Congreso.
El resto de la cúpula de la CGT se enteró cuando el dirigente de Camioneros difundió su jugada mediante un video en las redes y allí se activó una contraofensiva: los dialoguistas llamaron a cada jefe de las regionales cegetistas para alertarlos sobre la estrategia rupturista de Pablo Moyano y pedirles que no concurrieran al encuentro. Por eso a la alianza moyanista-kirchnerista le costó reunir a los representantes del interior y tuvieron que dejar entrar a los militantes que esperaban en la calle para llenar las 300 butacas del salón Felipe Vallese, en el primer piso de la sede de la CGT.
Al acto, obviamente, no fue ningún miembro del ala dialoguista, pero sí los moyanistas, los kirchneristas, funcionarios de Axel Kicillof (Walter Correa y Gabriel Katopodis), dirigentes de movimientos sociales como Alejandro Gramajo, titular de la Unión Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), y viejos enemigos del establishment de la CGT como el trotskista Alejandro Crespo, titular del Sindicato del Neumático (SUTNA), y el metrodelegado ultra-K Néstor Segovia.
Pablo Moyano, finalmente, protestó ante el Congreso al frente de una columna de Camioneros, sin la presencia de su padre, Hugo Moyano, aliado de los dialoguistas de la CGT, y tuvo que irse precipitadamente cuando empezaron las primeras refriegas de los manifestantes con la policía. Para que no quedaran dudas sobre la pelea interna, un moderado como Andrés Rodríguez, secretario adjunto de la CGT y líder de UPCN, explicó por qué no salieron ese día a la calle: “No teníamos por qué movilizar y menos mezclándonos con otros sectores que nada tienen que ver con nosotros”.