Finalmente, el 9 de Julio en la ciudad de Tucumán se realizó el acto de este engendro denominado Pacto de Mayo, que nadie tiene muy en claro cuál es el cambio que producirá en la sociedad y en la política argentina. Nacido con delirios de grandeza en el discurso del Presidente de la Nación de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso el 1° de marzo, el evento –improvisado, como casi todas las acciones de este gobierno- tuvo que ser postergado, ya que venía enganchado con una extorsión para conseguir la aprobación de la Ley Bases, que no vio la luz hasta días antes de su efectivización.
Fue un acto que, más allá de su de su desacople de la realidad imperante en la Nación, fue centralmente desteñido en su contenido, ya que no resulta más que un puñado de intenciones propuestas por el gobierno nacional sin el necesario consenso previo que habitualmente preceden a este tipo de mega acuerdos.
Casi todas las Provincias (17) y la Ciudad de Buenos Aires, se plegaron a la convocatoria, entendiendo que la “legitimidad” de la misma estaba radicada en el triunfo del ballotage de noviembre pasado, y –sobre todo- en la necesidad de mostrar algún gesto que destrabe la sequía de los envíos de dinero a las mismas, algo que, con un eje importante en la suspensión de la obra pública, distinguió la relación del Gobierno Nacional con ellas.
La agenda de gestión del oficialismo está hecha de más eventos para la tribuna que de cuestiones concretas en todas las áreas. La relación con el país federal es una de las cuestiones deficitarias y prioritarias para el nuevo jefe de Gabinete, Guillermo Francos, único jugador de LLA que conecta de manera medianamente correcta con el resto de la política nacional, en especial con los bloques y gobernadores aliados…por el momento.
Para referirnos solamente a cuestiones que pudieran tener un enunciado similar en nuestro país, podemos fijar la mirada en el Pacto de Olivos, que llevaran a cabo los ex presidentes Carlos Saúl Menem y Raúl Alfonsín durante la presidencia del riojano. El mismo derivó en una Asamblea Constituyente que reordenó la política a las situaciones imperantes en aquel momento (tercer senador por Provincia, reelección y acortamiento del mandato presidencial, creación de la jefatura de Gabinete y autonomía de la Capital Federal), pero además esa Asamblea logró el acompañamiento de mayorías inimaginables en este momento, que le brindaron jerarquía constitucional a los Tratados Internacionales de Derechos Humanos y lo referido al Habeas Data, entre otras medidas garantistas.
Si bien es cierto que la misma no resolvió a través de los siguientes gobiernos los problemas estructurales de la Argentina, la metodología para intentarlo tuvo mucho más prolijidad, consenso y debate que esta extorsión de baja calidad que lamentablemente los argentinos tenemos que soportar para “no poner palos en la rueda” en la senda de la voluntad popular.
Son incomparables desde la gestación hasta la implementación, pero sobre todo la diferencia radica en lo concreto que dejó cada una, más allá de las cuestiones ideológicas. En aquella, lo acordado se plasmó y se llevó a cabo en una construcción que no se decreta, sino que se construye al andar. Esto, en cambio, fue una negociación de apuro tras el fracaso inicial, un vulgar toma y daca con gobernadores y parlamentarios de los tantos que se producen en todos los gobiernos y que, más allá de asistencias y ausencias en el acto, no proyecta ni genera ningún acuerdo nacional en los puntos firmados, insólitamente, también por la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei.
Las consultoras que trabajaron para monitorear socialmente la importancia que tuvo para la sociedad este “Pacto” revelan resultados muy negativos, y apenas divisan como algo más tangible el desfile militar que se realizó ese día. La nada misma.
El Consejo de Mayo
Con el preámbulo de lo arriba escrito parecería que no es necesario abundar acerca de lo que pueda aportar este Consejo a la realidad política imperante. Sentar a una mesa a una parcialidad de la sociedad y de las instituciones a planificar lo que nadie acordó discutir seriamente más allá de las firmas, parece una parodia más para entretener a la gente, mientras los índices de pobreza, recesión y pérdida de salario y empleo, castigan con una dureza inusitada la vida de los argentinos. Con todo respeto por quienes integren finalmente ese Consejo, sería saludable para el país que hagan una única reunión para pedirle al gobierno que empiece a gestionar la crisis más importante de la era moderna de la democracia y luego se desactive automáticamente para no generar más falsas esperanzas que las que ya hay que soportar. No sumarse a la farsa compartida es demostrar coraje y responsabilidad política para este momento de la Argentina.
Mercosur y Malvinas
El documento final de la cumbre del Mercosur, que se llevó a cabo en Asunción el pasado 8 de julio, no incluyó por primera vez desde 1996 la cuestión de las Islas Malvinas y el reclamo de la Argentina al Reino Unido, pese a la presencia de la canciller Diana Mondino y ante la ausencia del presidente Javier Milei, que priorizó un encuentro con Jair Bolsonaro en Brasil.
La Cancilleria argentina debería dar una urgente explicación sobre por qué no se incluyó en la declaración de los Estados parte del Mercosur el reclamo histórico de soberanía sobre las Islas Malvinas, tal como ocurrió en todas las declaraciones anteriores.
Esta inacción por parte del Gobierno anarcolibertario se enmarca en un desplante más del presidente Javier Milei, en este caso al organismo regional más importante para nuestro país y hay que recordar que sólo Fernando De la Rúa en plena crisis política y social, faltó a una cumbre de jefes de Estado.
Es de manual que todos los reclamos de soberanía deben sostenerse en el tiempo y de forma sistemática en todos los ámbitos internacionales y esto no es una falta más de este gobierno, sino que puede revelar una nefasta estrategia similar a la aplicada en el terreno económico: no reclamamos nada (en formato confusión) y de esa forma nuestro enemigo puede hacer lo que más le convenga. O sea, con las Islas, la plataforma antártica que está conectada a ellas y las riquezas naturales (petróleo) ya licitadas. Es el RIGI diplomático, una vergüenza que –como aquél- nos costará muy caro luego remontar.
Es lo más parecido a una traición a la Patria.